jueves, 13 de enero de 2011

RECREO: La banalización

AL PRINCIPIO


La ceremonia y el informe mismo de los resultados del programa 100 Días, 100 Acciones, del gobierno estatal, hablan de lo certero de la expresión popular, aquella de que “nunca segundas partes son buenas”. El antecedente que viene a mi memoria es la campaña electoral del Estado de México que le dio el triunfo a Enrique Peña Nieto en la contienda por la gubernatura; aunque entonces, el candidato explicitó cada una de las acciones comprometidas y las formalizó con notario público.

En Zacatecas el equipo de campaña del gobernador nunca publicó la lista de acciones específicas comprometidas en el programa y por lo tanto no fue posible evaluar el grado de trascendencia de las mismas.

Ya instalado el nuevo gobierno, la prensa empezó a referir dicho plan al observar que transcurrían los primeros 100 días, sin que se conociera ninguna actividad que aludiera al “plan”, lo que indujo a los actuales mandos a reportar como parte del citado proyecto algunas acciones gubernamentales, dicho sea de paso, sin necesidad alguna, pues la ausencia de especificidad impidió el surgimiento de ciudadanos demandantes de cumplimiento de acciones en lo particular, por lo que la crítica a la falta de concreción de dicho plan estaba destinada a no durar.

A los estrategas del gobierno les sigue ganando la compulsión por la propaganda, por eso diseñaron una especie de culminación de plan de 100 Días, 100 Acciones mediante una ceremonia que tuvo lugar en el Museo Manuel Felguérez para proclamar “los resultados” de una lista de no de 100 sino de 120 acciones inconexas, de medio pelo y en un alto grado inerciales, para culminar la canalización del “plan”. El presidente municipal de la capital, Arnoldo Rodríguez poco después informa de sus 150 acciones.




IMITANDO FRACASOS


Hay una conexión con otro dato. Es visible que esta en marcha una estrategia para convencernos de que en Zacatecas, desde que tenemos nuevo gobierno, la delincuencia ha bajado un 30%.

La nada casual reiteración del mismo mensaje de diversos voceros gubernamentales nos da cuenta de que están poniendo en práctica lo que a nivel federal ya fracasó, los intentos de modificar la percepción ciudadana respecto a la inseguridad han sido en vano según lo informa INEGI.

El dinero pagado a los consultores, mercadólogos y expertos en manipular a ansiosos de manipular ha sido mal gastado.

Aún sin conocer el estremecedor análisis del sociólogo Fernando Escalante publicado en el más reciente número de la revista Nexos, la gente sabe que los crímenes se han multiplicado en el resto del país y que el gobierno está siendo sumamente ineficiente frente al crimen organizado.

Pero no queda en eso la cosa. Gracias a las declaraciones oficiales, a sus campañas propagandísticas diciendo lo contrario a lo que realmente sucede, a su renuencia a aceptar lo que al respecto dice la ONU, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH ) y las ONG más prestigiadas el gobierno de Felipe Calderón es percibido como falsificador de la realidad por sus gobernados.

Otro gallo nos cantara si nuestros gobiernos estuvieran obsesionados por tener autoridad moral. En vez de eso, vivimos gobernados por obsesos de la buena imagen desde que Salinas de Gortari cosechara tantos frutos recurriendo a los servicios de los expertos que le cuidaban el color de la corbata, el enfoque adecuado de la cámara para que no revelara su baja estatura, etcétera. Sus imitadores no registran la estrepitosa caída de esa imagen cuando “el error de diciembre” desvaneció el espejismo primer mundista y la huelga de hambre como desesperado recurso defensivo del gran “modernizador”.




AL ÚLTIMO


GOBIERNOS APALEADOS


Los gobiernos que todo lo subordinan al cuidado de las apariencias me recuerdan que en mi niñez, transcurrida entre “la pinta” y la Plazuela de García, me tocó presenciar repetidas veces la estruendosa derrota de los “caritas” en los pleitos callejeros, porque, ocupados en cubrirse el rostro, descuidaban los bajos y no arriesgaban ningún gancho al adversario si eso los exponía a un golpe entre ceja y ceja.

El rudo adversario solía concentrar los puños en el presuntuoso adversario hasta que lo obligaba a buscar cubrir sus zonas blandas y es entonces cuando del “gancho al hígado” se pasaba al “gancho a la quijada”, dejando al presuntuoso peleador con el rostro tumefacto y el cuerpo demolido.

Es mejor exponer el rostro gobernando con propósitos claros, afectando intereses ilegítimos, escuchando, corrigiendo, respetando a los diferentes y construyendo la confianza ciudadana hablando por la vía de la verdad por dura que esta sea. La pelea apenas inicia.



Lo espero el lunes en El Recreo.

luismedinalizalde@gmail.com