ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. 11
En julio de 2010 se celebrarán elecciones de gobernador en Oaxaca. En ese año, lleno de simbolismo, es posible terminar con 80 años de hegemonía del PRI-gobierno. Este cambio debe darse de manera pacífica y, obviamente, por la vía electoral. Pero no será fácil; como es sabido, existe un grupo político carente de ideales, sin escrúpulos ni sentido de responsabilidad. Sus ambiciones e intereses personales lo llevarán a tratar de mantenerse en el poder a costa de lo que sea y a seguir utilizando el dinero del presupuesto para traficar con la pobreza de la gente.
No en vano Ulises Ruiz ordenó a sus diputados federales aprobar aumentos de impuestos, gasolinas, diesel, gas y luz, para participar en el reparto del botín. El presupuesto de Oaxaca pasará de 34 mil millones de pesos en 2009 a 48 mil millones en 2010, 30 por ciento más. La mayor parte de este incremento será manejado por Caminos y Aeropuertos de Oaxaca (CAO), organismo que simboliza la ineficiencia y la corrupción.
De igual forma, seguramente, habrá una bolsa con mucho dinero destinado a la campaña del candidato del PRI para entregar despensas y materiales de construcción, y comprar votos; éste tendrá a su servicio a la mayoría de los medios de comunicación y se intensificará la guerra sucia. Ulises Ruiz contará con la complicidad de Enrique Peña Nieto y del PRI nacional y, desde luego, de la mafia en el poder que manda y decide en México.
Sin embargo, en Oaxaca hay condiciones inmejorables para lograr un verdadero cambio y establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo. ¿En qué baso mi optimismo? En primer término, en que la gente tiene mucha conciencia sobre la realidad y está decidida a luchar por una transformación. Adonde quiera que fui, en todas las regiones, hasta en las comunidades más apartadas, me encontré a hombres y mujeres, jóvenes, ancianos, maestros, estudiantes, líderes sociales, jubilados, migrantes, profesionales, comerciantes, taxistas, pequeños empresarios, líderes de colonias, religiosos, ecologistas, defensores de derechos humanos y residentes en otros estados del país, con la voluntad de terminar con la pesadilla que han significado los gobiernos autoritarios e iniciar una etapa nueva en la vida pública del estado.
A las reuniones de información asistían muchas mujeres. Al principio me inquietaba su seriedad, sus rostros como de piedra, su aparente indiferencia. Llegué a pensar que estaban en desacuerdo con lo que decía, que no entendían bien o que de plano no hablaban castellano. Pero pronto comprendí que esta actitud obedece a su manera de ser y en realidad están informadas, interesadas y simpatizan con la causa de la justicia. De esto me di cuenta cuando al terminar cada acto iba a saludarlas de mano y ahí comenzaba el verdadero diálogo.
Me hablaban de sus problemas, de lo que pensaban, y entonces sonreían y era el momento en que me entregaban frutas, bolsitas de café, piloncillo, paños bordados y nos deseaban de distintas y emotivas formas, que nos fuera bien y que nunca las abandonáramos. Ese era uno de los motivos de retraso en el recorrido diario.
Visitar todos los pueblos de Oaxaca siempre implicó administrar bien el tiempo: no dejar de atender a la gente pero no tardar demasiado en cada lugar para cumplir con todos los compromisos. Aquí aprovecho para decir que en algunas partes me reclamaban porque duraba poco la visita. Recuerdo que en Santiago Yosundúa me contaron que el general Cárdenas se había bañado en el río, que había visitado su bella cascada y se había quedado a dormir.
A propósito del general, debo decir que aunque lo recuerdan en todas partes, en donde más lo quieren es en San Jorge Nuchita. Allí lo adoran, entre otras cosas, porque en los años sesenta, cuando era responsable de la Comisión del Balsas, les construyó el camino, les hizo puentes, presa, canales, escuelas, les introdujo el agua potable y la energía eléctrica. Ningún presidente de México ha tenido tanta comunicación con la gente y un amor tan profundo por el pueblo como el general Cárdenas.
El despertar del pueblo de Oaxaca tiene que ver con su innata inteligencia. Un día visité una remota comunidad cuicateca; aunque era un miércoles a mediodía y llovía a cántaros, a la asamblea asistieron como 200 indígenas. Mi grata sorpresa fue encontrar a un joven que leyó un manuscrito, citando a Oscar Wilde, y exponiendo su sentir de la siguiente manera:
“Basta ya de que el poder esté en manos de la clase privilegiada, de esa gente hipócrita que ha saqueado nuestra nación, vendiéndola al mejor postor y que siempre quiere más, endeudándonos, haciéndonos pagar algo por lo cual nunca disfrutamos, alegando que nuestro capital es insuficiente para solventar las necesidades de la nación, pero no será suficiente si los que están allá arriba, en el poder, cobran sueldos fuera de lo común, derrochan todo lo que pueden en lujos innecesarios, y es el colmo porque todavía hay que pagarles a los que ya no están como los ex presidentes de la República.
“Y aún tienen el descaro de decir que no les alcanza. Si a ellos no les alcanza, no se preguntarán entonces cómo vive un obrero, un peón, un campesino, otros que sumamos la mayoría, que día a día tenemos que luchar para medio comer, medio vivir y medio educar a nuestros hijos que asisten a escuelas públicas con baja infraestructura, a hospitales y a otras instituciones públicas tan deficientes”.
Este joven, que luego supe que había estudiado la preparatoria en Oaxaca y que para poder hacerlo tuvo que trabajar de peón de albañil, con mucha claridad propuso: “Generemos objetivos comunes, reinventemos formas de definición democrática y pongámoslas en práctica pero, sobre todo, seamos fieles a nuestros ideales. Yo creo que es momento de que esto ya termine, y que al final, sólo sea un vago recuerdo de un mal sueño”.
Así como él, hay mucha gente inteligente, comprometida y sensible. No voy decir sus nombres ni el de las comunidades en que viven porque sería inapropiado, pero tengo presentes sus anhelos. En Oaxaca existen numerosas organizaciones sociales y radios comunitarias que defienden sinceramente los recursos naturales, la cultura y los derechos humanos. Hay importantes asociaciones de productores y destacan las que se dedican a la comercialización del café. Conocí pastores, sacerdotes y religiosas que están contra las injusticias y a favor de los pobres, como las monjas que me encontré en Zaniza, quienes viven y trabajan ahí para la gente desde hace 30 años.
La mejor organización popular de Oaxaca es la de los maestros. Se trata de la sección sindical más democrática y de mayor dimensión social del país. Por eso, han sido muy golpeados y han estado sometidos a una intensa campaña de desprestigio. Pero me consta que trabajan con responsabilidad y están vinculados a las comunidades. En todos los lugares a los que fui había clases en días laborables: en las vísperas del 20 de noviembre, los encontré por la tarde y noche reunidos con padres de familia y estudiantes, haciendo arreglos y preparando los festejos y el desfile conmemorativo.
En mi gira por los 570 municipios de Oaxaca siempre me acompañaron los senadores Salomón Jara Cruz y Gabino Cué Monteagudo, no así otros dirigentes. Salomón Jara ha tenido la sensatez de no dejarse cautivar por el poder, como sucede con otros que al llegar a un cargo ya están pensando en merecerlo todo. Pasó la prueba, nada sencilla, de declinar a ser candidato a la gubernatura para apoyar a quien está mejor posicionado.
El caso de Gabino Cué es también muy interesante. Aunque proviene de una familia acomodada de la ciudad de Oaxaca y estudió en una universidad privada, tiene mucha sensibilidad social. Es un candidato idóneo para la gubernatura de Oaxaca porque reúne dos cualidades básicas: representa tranquilidad para las clases medias que suelen ser asustadizas y susceptibles de manipulación ante las campañas mediáticas de satanización o de violencia y, al mismo tiempo, cuenta con la confianza de los pobres que son la mayoría en el estado.
Por todo ello, considero que es posible el triunfo en las elecciones del año próximo. Desde luego, es indispensable convocar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para consumar esta gesta cívica y poner mucha atención en la defensa del voto, teniendo en cuenta que en 2004 inventaron 80 mil sufragios para imponer a Ulises Ruiz. La trayectoria de este personaje lo dice todo: su carrera la ha dedicado a realizar fraudes electorales por todo México.
A pesar de las grandes dificultades que habrá que enfrentar, mi pronóstico es que triunfará la democracia en Oaxaca. Su pueblo está decidido a establecer un gobierno de mujeres y hombres honrados y de buenos sentimientos, que no tenga como objetivo la venganza, sino la justicia. Asimismo, considero que es indispensable aplicar un programa para impulsar las actividades productivas porque hay mucho potencial para aumentar la producción y crear empleos. Por ejemplo, es inaceptable que, debido al abandono gubernamental, en los municipios de Santa María y San Miguel Chimalapa –de sólo 10 mil habitantes y con 580 mil hectáreas de tierras de primera, susceptibles de ser utilizadas para la agricultura de ciclo corto, para la ganadería y, sobre todo, para la producción de árboles maderables como el cedro y otras especies–, los jóvenes estén emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo.
Es necesario apoyar a los productores de café, a las mujeres y los hombres que se dedican al tejido de la palma; fortalecer la economía de autoconsumo, entre otras acciones, con pequeñas obras para retener el agua y enfrentar las sequías, cada vez más frecuentes; fomentar el desarrollo forestal sustentable y proponerse como reto pavimentar en el sexenio los 290 caminos de terracerías que conducen a las cabeceras municipales. Esto parecería inalcanzable pero, al mismo tiempo, es una gran oportunidad para crear miles de empleos, abriendo frentes de trabajo por todos lados para construir seis mil kilómetros de concreto hidráulico, haciendo a un lado lo más que se pueda el uso de maquinaria, para emplear intensivamente la mano de obra. Claro está que para ello es indispensable una buena organización y un gran acuerdo con los gobiernos municipales a fin de sumar esfuerzos y recursos.
Hay que construir una verdadera alianza por la educación entre el gobierno y el magisterio, que contemple mejorar la calidad de la enseñanza, el respeto a las culturas indígenas y la aplicación de un programa de desayunos escolares y de becas para asegurar que ningún joven se quede sin la oportunidad de estudiar por falta de recursos económicos. De igual forma, hay que garantizar el derecho a la salud con atención médica permanente, no sólo de lunes a viernes, con medicamentos suficientes y gratuitos, y construir hospitales en las regiones más distantes. El programa de adultos mayores debe beneficiar a todos y apoyar sin restricciones a los discapacitados pobres del estado.
Asimismo, hay que aplicar una política de fomento a la cultura, el arte y las artesanías en especial, apoyando a los creadores en la comercialización de sus obras y productos. Y fortalecer la extraordinaria tradición de las bandas de música, con escuelas, maestros e instrumentos.
Un gobierno verdaderamente democrático debe atender los conflictos agrarios para evitar enfrentamientos y dar tranquilidad a la gente; también tiene que ponerse del lado del pueblo y defender los recursos naturales y los bienes de las comunidades, ante el acecho de empresas depredadoras en todo sentido, tanto nacionales como extranjeras.
Termino este relato no sin nostalgia. Tuve el privilegio de vivir esta gran experiencia. Siempre recordaré Oaxaca, sus hermosos paisajes, sus zonas arqueológicas y conventos. Cómo olvidar los majestuosos sabinos que son como las ceibas de mi tierra. Sus manantiales, cascadas y lugares tan bellos como San Juan Ozolotepec. O las tlayudas, el pan de Santo Domingo Tomaltepec y de Talea de Castro, el café de Pluma Hidalgo, los alebrijes de Tilcajete, el mezcal tradicional de San Juan del Río y Zoochila, el tejacate de San Andrés Huayapam y no le sigo para no herir susceptibilidades porque en todas partes hay cosas excepcionales pero, sobre todo, lo subrayo, el oaxaqueño es un pueblo con alma colectiva y una inmensa bondad.
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. 11
En julio de 2010 se celebrarán elecciones de gobernador en Oaxaca. En ese año, lleno de simbolismo, es posible terminar con 80 años de hegemonía del PRI-gobierno. Este cambio debe darse de manera pacífica y, obviamente, por la vía electoral. Pero no será fácil; como es sabido, existe un grupo político carente de ideales, sin escrúpulos ni sentido de responsabilidad. Sus ambiciones e intereses personales lo llevarán a tratar de mantenerse en el poder a costa de lo que sea y a seguir utilizando el dinero del presupuesto para traficar con la pobreza de la gente.
No en vano Ulises Ruiz ordenó a sus diputados federales aprobar aumentos de impuestos, gasolinas, diesel, gas y luz, para participar en el reparto del botín. El presupuesto de Oaxaca pasará de 34 mil millones de pesos en 2009 a 48 mil millones en 2010, 30 por ciento más. La mayor parte de este incremento será manejado por Caminos y Aeropuertos de Oaxaca (CAO), organismo que simboliza la ineficiencia y la corrupción.
De igual forma, seguramente, habrá una bolsa con mucho dinero destinado a la campaña del candidato del PRI para entregar despensas y materiales de construcción, y comprar votos; éste tendrá a su servicio a la mayoría de los medios de comunicación y se intensificará la guerra sucia. Ulises Ruiz contará con la complicidad de Enrique Peña Nieto y del PRI nacional y, desde luego, de la mafia en el poder que manda y decide en México.
Sin embargo, en Oaxaca hay condiciones inmejorables para lograr un verdadero cambio y establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo. ¿En qué baso mi optimismo? En primer término, en que la gente tiene mucha conciencia sobre la realidad y está decidida a luchar por una transformación. Adonde quiera que fui, en todas las regiones, hasta en las comunidades más apartadas, me encontré a hombres y mujeres, jóvenes, ancianos, maestros, estudiantes, líderes sociales, jubilados, migrantes, profesionales, comerciantes, taxistas, pequeños empresarios, líderes de colonias, religiosos, ecologistas, defensores de derechos humanos y residentes en otros estados del país, con la voluntad de terminar con la pesadilla que han significado los gobiernos autoritarios e iniciar una etapa nueva en la vida pública del estado.
A las reuniones de información asistían muchas mujeres. Al principio me inquietaba su seriedad, sus rostros como de piedra, su aparente indiferencia. Llegué a pensar que estaban en desacuerdo con lo que decía, que no entendían bien o que de plano no hablaban castellano. Pero pronto comprendí que esta actitud obedece a su manera de ser y en realidad están informadas, interesadas y simpatizan con la causa de la justicia. De esto me di cuenta cuando al terminar cada acto iba a saludarlas de mano y ahí comenzaba el verdadero diálogo.
Me hablaban de sus problemas, de lo que pensaban, y entonces sonreían y era el momento en que me entregaban frutas, bolsitas de café, piloncillo, paños bordados y nos deseaban de distintas y emotivas formas, que nos fuera bien y que nunca las abandonáramos. Ese era uno de los motivos de retraso en el recorrido diario.
Visitar todos los pueblos de Oaxaca siempre implicó administrar bien el tiempo: no dejar de atender a la gente pero no tardar demasiado en cada lugar para cumplir con todos los compromisos. Aquí aprovecho para decir que en algunas partes me reclamaban porque duraba poco la visita. Recuerdo que en Santiago Yosundúa me contaron que el general Cárdenas se había bañado en el río, que había visitado su bella cascada y se había quedado a dormir.
A propósito del general, debo decir que aunque lo recuerdan en todas partes, en donde más lo quieren es en San Jorge Nuchita. Allí lo adoran, entre otras cosas, porque en los años sesenta, cuando era responsable de la Comisión del Balsas, les construyó el camino, les hizo puentes, presa, canales, escuelas, les introdujo el agua potable y la energía eléctrica. Ningún presidente de México ha tenido tanta comunicación con la gente y un amor tan profundo por el pueblo como el general Cárdenas.
El despertar del pueblo de Oaxaca tiene que ver con su innata inteligencia. Un día visité una remota comunidad cuicateca; aunque era un miércoles a mediodía y llovía a cántaros, a la asamblea asistieron como 200 indígenas. Mi grata sorpresa fue encontrar a un joven que leyó un manuscrito, citando a Oscar Wilde, y exponiendo su sentir de la siguiente manera:
“Basta ya de que el poder esté en manos de la clase privilegiada, de esa gente hipócrita que ha saqueado nuestra nación, vendiéndola al mejor postor y que siempre quiere más, endeudándonos, haciéndonos pagar algo por lo cual nunca disfrutamos, alegando que nuestro capital es insuficiente para solventar las necesidades de la nación, pero no será suficiente si los que están allá arriba, en el poder, cobran sueldos fuera de lo común, derrochan todo lo que pueden en lujos innecesarios, y es el colmo porque todavía hay que pagarles a los que ya no están como los ex presidentes de la República.
“Y aún tienen el descaro de decir que no les alcanza. Si a ellos no les alcanza, no se preguntarán entonces cómo vive un obrero, un peón, un campesino, otros que sumamos la mayoría, que día a día tenemos que luchar para medio comer, medio vivir y medio educar a nuestros hijos que asisten a escuelas públicas con baja infraestructura, a hospitales y a otras instituciones públicas tan deficientes”.
Este joven, que luego supe que había estudiado la preparatoria en Oaxaca y que para poder hacerlo tuvo que trabajar de peón de albañil, con mucha claridad propuso: “Generemos objetivos comunes, reinventemos formas de definición democrática y pongámoslas en práctica pero, sobre todo, seamos fieles a nuestros ideales. Yo creo que es momento de que esto ya termine, y que al final, sólo sea un vago recuerdo de un mal sueño”.
Así como él, hay mucha gente inteligente, comprometida y sensible. No voy decir sus nombres ni el de las comunidades en que viven porque sería inapropiado, pero tengo presentes sus anhelos. En Oaxaca existen numerosas organizaciones sociales y radios comunitarias que defienden sinceramente los recursos naturales, la cultura y los derechos humanos. Hay importantes asociaciones de productores y destacan las que se dedican a la comercialización del café. Conocí pastores, sacerdotes y religiosas que están contra las injusticias y a favor de los pobres, como las monjas que me encontré en Zaniza, quienes viven y trabajan ahí para la gente desde hace 30 años.
La mejor organización popular de Oaxaca es la de los maestros. Se trata de la sección sindical más democrática y de mayor dimensión social del país. Por eso, han sido muy golpeados y han estado sometidos a una intensa campaña de desprestigio. Pero me consta que trabajan con responsabilidad y están vinculados a las comunidades. En todos los lugares a los que fui había clases en días laborables: en las vísperas del 20 de noviembre, los encontré por la tarde y noche reunidos con padres de familia y estudiantes, haciendo arreglos y preparando los festejos y el desfile conmemorativo.
En mi gira por los 570 municipios de Oaxaca siempre me acompañaron los senadores Salomón Jara Cruz y Gabino Cué Monteagudo, no así otros dirigentes. Salomón Jara ha tenido la sensatez de no dejarse cautivar por el poder, como sucede con otros que al llegar a un cargo ya están pensando en merecerlo todo. Pasó la prueba, nada sencilla, de declinar a ser candidato a la gubernatura para apoyar a quien está mejor posicionado.
El caso de Gabino Cué es también muy interesante. Aunque proviene de una familia acomodada de la ciudad de Oaxaca y estudió en una universidad privada, tiene mucha sensibilidad social. Es un candidato idóneo para la gubernatura de Oaxaca porque reúne dos cualidades básicas: representa tranquilidad para las clases medias que suelen ser asustadizas y susceptibles de manipulación ante las campañas mediáticas de satanización o de violencia y, al mismo tiempo, cuenta con la confianza de los pobres que son la mayoría en el estado.
Por todo ello, considero que es posible el triunfo en las elecciones del año próximo. Desde luego, es indispensable convocar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para consumar esta gesta cívica y poner mucha atención en la defensa del voto, teniendo en cuenta que en 2004 inventaron 80 mil sufragios para imponer a Ulises Ruiz. La trayectoria de este personaje lo dice todo: su carrera la ha dedicado a realizar fraudes electorales por todo México.
A pesar de las grandes dificultades que habrá que enfrentar, mi pronóstico es que triunfará la democracia en Oaxaca. Su pueblo está decidido a establecer un gobierno de mujeres y hombres honrados y de buenos sentimientos, que no tenga como objetivo la venganza, sino la justicia. Asimismo, considero que es indispensable aplicar un programa para impulsar las actividades productivas porque hay mucho potencial para aumentar la producción y crear empleos. Por ejemplo, es inaceptable que, debido al abandono gubernamental, en los municipios de Santa María y San Miguel Chimalapa –de sólo 10 mil habitantes y con 580 mil hectáreas de tierras de primera, susceptibles de ser utilizadas para la agricultura de ciclo corto, para la ganadería y, sobre todo, para la producción de árboles maderables como el cedro y otras especies–, los jóvenes estén emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo.
Es necesario apoyar a los productores de café, a las mujeres y los hombres que se dedican al tejido de la palma; fortalecer la economía de autoconsumo, entre otras acciones, con pequeñas obras para retener el agua y enfrentar las sequías, cada vez más frecuentes; fomentar el desarrollo forestal sustentable y proponerse como reto pavimentar en el sexenio los 290 caminos de terracerías que conducen a las cabeceras municipales. Esto parecería inalcanzable pero, al mismo tiempo, es una gran oportunidad para crear miles de empleos, abriendo frentes de trabajo por todos lados para construir seis mil kilómetros de concreto hidráulico, haciendo a un lado lo más que se pueda el uso de maquinaria, para emplear intensivamente la mano de obra. Claro está que para ello es indispensable una buena organización y un gran acuerdo con los gobiernos municipales a fin de sumar esfuerzos y recursos.
Hay que construir una verdadera alianza por la educación entre el gobierno y el magisterio, que contemple mejorar la calidad de la enseñanza, el respeto a las culturas indígenas y la aplicación de un programa de desayunos escolares y de becas para asegurar que ningún joven se quede sin la oportunidad de estudiar por falta de recursos económicos. De igual forma, hay que garantizar el derecho a la salud con atención médica permanente, no sólo de lunes a viernes, con medicamentos suficientes y gratuitos, y construir hospitales en las regiones más distantes. El programa de adultos mayores debe beneficiar a todos y apoyar sin restricciones a los discapacitados pobres del estado.
Asimismo, hay que aplicar una política de fomento a la cultura, el arte y las artesanías en especial, apoyando a los creadores en la comercialización de sus obras y productos. Y fortalecer la extraordinaria tradición de las bandas de música, con escuelas, maestros e instrumentos.
Un gobierno verdaderamente democrático debe atender los conflictos agrarios para evitar enfrentamientos y dar tranquilidad a la gente; también tiene que ponerse del lado del pueblo y defender los recursos naturales y los bienes de las comunidades, ante el acecho de empresas depredadoras en todo sentido, tanto nacionales como extranjeras.
Termino este relato no sin nostalgia. Tuve el privilegio de vivir esta gran experiencia. Siempre recordaré Oaxaca, sus hermosos paisajes, sus zonas arqueológicas y conventos. Cómo olvidar los majestuosos sabinos que son como las ceibas de mi tierra. Sus manantiales, cascadas y lugares tan bellos como San Juan Ozolotepec. O las tlayudas, el pan de Santo Domingo Tomaltepec y de Talea de Castro, el café de Pluma Hidalgo, los alebrijes de Tilcajete, el mezcal tradicional de San Juan del Río y Zoochila, el tejacate de San Andrés Huayapam y no le sigo para no herir susceptibilidades porque en todas partes hay cosas excepcionales pero, sobre todo, lo subrayo, el oaxaqueño es un pueblo con alma colectiva y una inmensa bondad.