Antivalores
A los aspirantes de medicina: mi solidaridad
Aquiles González
Leer a Francisco Reynoso en su columna “Runrún” siempre es grato; orienta, informa y hace análisis político, pero también invita a la reflexión. El apartado “Plato de lentejas”, de la edición de ayer, donde refiere el cambio de actitud de un joven político que en plena campaña electoral declina su candidatura a diputado para aliarse a las fuerzas que detentan el poder en la Entidad, hizo preguntarme el por qué un joven, como el protagonista de la columna y muchos jóvenes, abandonan sus valores y con ello sus ideales; efectivamente por un plato de lentejas.
¿Qué ocurre en la conciencia de la juventud? ¿Qué los motiva a traicionarse, a abandonar su esperanza y hasta su dignidad para someterse a las fuerzas que detentan el poder? ¿Qué los hace perder su vitalidad, su rebeldía y su capacidad de protesta?
Hace días, gobierno del Estado anunció la implementación de un curso para inculcar valores, pero se les olvidó a los convocantes que el ejemplo es más fuerte que los consejos, de tal manera que en la vida real, en nuestro sistema político, el joven aprende que el poder y el dinero son la expresión del hombre que triunfa y que para alcanzarlos, no importa la anulación de los principios éticos que en la niñez y en la adolescencia les fueron inculcados. Lo que es peor, aprende que los valores y el respeto por si mismo, significan un obstáculo en su lucha por mejores condiciones de vida personal y social.
Las frases: “suerte te dé Dios que el saber poco te importe”, “el que no tranza no avanza”, “la dignidad no se come”, “cuánto tienes cuánto vales” y otras expresiones llegan a ser guía y ejemplo. Hoy transcribo en contra de los antivalores, un texto del libro “Las Fuerzas Morales” de José Ingenieros. Que da respuesta a las interrogantes que formulo:
Todo privilegio injusto implica una inmoral subversión de los valores sociales. En las sociedades carcomidas por la injusticia los hombres pierden el sentimiento del deber y se apartan de la virtud. El parasitismo deja de inspirar repulsión a quienes lo usufructúan y encenaga a las víctimas en la domesticación. Los hombres viven esclavos de fantasmas vanos y la honra mayor recae en los sujetos de menores méritos. La justicia enmudece y se abisma.
Cuando en la conciencia social no vibra un fuerte anhelo de justicia nadie templa su personalidad, ni esmalta su carácter. Donde más medran los que más se arrastran, las piernas no se usan para marchar erguidos. Acostumbrándose a ver separado el rango del mérito, los hombres renuncian a éste por conseguir aquél: prefieren una buena prebenda a una recta conducta, si aquélla sirve para inflar el rango y ésta apenas para acrecentar el mérito. Los hombres niéganse a trabajar y a estudiar al ver que la sociedad cubre de privilegios a los holgazanes y a los ignorantes. Y es por falta de justicia que los Estados se convierten en confabulaciones de favoritos y de charlatanes, dispuestos a lucrar de la patria, pero incapaces de honrarla con obras dignas.
Toda semejanza...