jueves, 3 de enero de 2008

Recreo

J. Luis Medina Lizalde

AL PRINCIPIO

A los agentes de la Ministerial no los calienta ni el sol, no reciben un aumento desde hace nueve años, y la directora contrató a “un grupo especial de apoyo” integrado por “fuereños” que los espía.
Los elementos de Tránsito no quieren entrarle a los operativos como el del 28 de diciembre y los de la Estatal Preventiva consideran que el sueldo no paga el susto.
¿Por qué aguantan? Por vivir en un País con mucho desempleo, en donde el salario mínimo alcanza para el 16 por ciento de la canasta básica, y en donde 47 de cada 100 trabajadores gana de dos salarios mínimos para abajo.

LO PEOR DE TODO ES QUE YA SE VEÍA VENIR

La masacre de los elementos de la Ministerial y un agente de Tránsito estuvo precedida por sucesos que ponían al descubierto el estado de indefensión de los zacatecanos ante una delincuencia cada día más audaz.
A contrapelo de un discurso oficial auto-complaciente, circula de boca en boca información precisa de secuestrados, montos de rescate y hasta de “con cuánto cooperó” cada familiar y amigo para juntar los 100, los 200 ó 500 mil o más pesos.
Nuestra habla cotidiana incorpora vocablos como “cuernos de chivo”, “levantones”, “Zetas”, “Hummer”, “Durango”, “casas de seguridad”.
El narcotráfico en Zacatecas da un salto cualitativo. Se intuye que ya no somos un lugar de paso ni de lunares de siembra de marihuana. Ahora somos una plaza en vías de calentamiento, una plaza que se disputa, una plaza que se negocia.
Combatir el narcotráfico es misión federal. La Procuraduría General de la República es quien tiene la tarea, aunque sea el Ejército el que frecuentemente le saque las castañas del fuego, contra lo que dispone la Constitución y el sentido común, porque el Ejército no está diseñado para las tareas
policiacas.
A la PGR le corresponde aclararle a los zacatecanos quién abrió la puerta para que los “Zetas”, o como se llamen, entraran hasta la cocina.
Al gobierno del Estado le toca velar por la seguridad de los zacatecanos además de coadyuvar con la Federación en el combate a la delincuencia organizada.
Le corresponde velar por el respeto a los derechos humanos y evitar la brutalidad de las detenciones y cateos en que suelen incurrir los cuerpos policiacos, en el juego en que justos pagan por pecadores.

EL AMO IMPRUDENTE HACE AL MOZO NEGLIGENTE
(Anónimo)

Pero mal harán su tarea las autoridades locales, si para ocuparse de la seguridad pública contamos con cuerpos policiacos estatales y municipales insuficientes en número, mal pagados, mal dirigidos, mal equipados y mal
capacitados.
Ramón Castañeda, el multi-homicida prófugo, trasparentó en dos ocasiones y de manera contundente, la precariedad de la respuesta policíaca. La primera cuando asesina a varios agentes en Pánfilo Natera y Ojocaliente sin que se logre su captura, y la segunda, cuando es rodeado por varias decenas de policías al sorprenderlo en compañía de su esposa e hijo, y logrando evadirse no sin antes asesinar a otro agente ministerial.
De la falta de profesionalismo de los jefes policiacos habla elocuentemente el incidente en el rancho de “La Virgen”, de Guadalupe, Zacatecas, en donde la disputa de un detenido estuvo a punto de provocar un zafarrancho sangriento entre policías municipales y de la Estatal Preventiva.

FALLAR AL PLANEAR ES FALLAR PLANEAR
(Allen Lakein)

Pero lo que no tiene madre, y perdónenme por no encontrar otra expresión, es la trampa mortal en que hicieron caer a los agentes acribillados el 28 de diciembre en Jerez.
Desde que sucedió la tragedia hasta el momento de redactar estas líneas, he mantenido conversaciones con testigos presenciales y con elementos de las diversas corporaciones algunos de los cuales acudieron a auxiliar a sus compañeros emboscados, y de esas conversaciones surgen las siguientes interrogantes:
¿Por qué los delincuentes fueron trasladados por agentes estatales y no por federales? ¿Por qué no se usó el helicóptero que fue adquirido para la seguridad pública? ¿Por qué se responde tan tardíamente al llamado de auxilio de los agentes que advirtieron que eran seguidos por sus asesinos en espera de que sus cómplices los bloquearan y los masacraran a dos fuegos?
¿Qué no entienden que aunque se les dote de chalecos antibalas los agentes lo consideran más un estorbo por lo defectuoso? ¿No acaso muchos fueron devueltos? ¿Quién hizo negocio?
¿De quién es la responsabilidad de que el Ejército llegara cuando todo había pasado? ¿Por qué la AFI no envió a uno sólo de sus elementos, siendo ellos los principales interesados? ¿Y los elementos de la Policía Estatal Preventiva que abandonaron en una calle cercana a los hechos: patrulla, uniformes y armas (que un vecino cubrió para que no se las robaran) y abordaron un taxi para alejarse?
¿Es cierto que la policía de Tlaltenango se negó a participar en la operación de traslado? ¿Y que la del Municipio de Zacatecas negó su cooperación para la custodia del prisionero que no se evadió?
Ojalá que el sacrificio de siete vidas sirva para rectificar la ausencia de una política de seguridad pública, al menos que la política consista en la descoordinación entre cuerpos policíacos mal pagados, mal dirigidos, mal capacitados y mal, muy mal equipados.

AL ÚLTIMO

Un gobierno perredista intolerante con la crítica puede ser gobierno, pero no perredista.
Un perredista acrítico frente al poder, incondicional, adulador, es un producto “pirata”.

Nos encontramos
el lunes en el recreo.
luismedinalizalde@ gmail.com