Evaluación del TLCAN
José Luis Calva
24 de enero de 2008
Los procesos de integración económica suelen producir efectos desiguales entre sectores de actividad y grupos socioeconómicos. Por ello, se originan visiones encontradas que aducen evidencias empíricas parciales, “demostrando” así unilateralmente los beneficios o los costos de la integración. Ciertamente, “los árboles suelen impedir ver el bosque”. Por eso, para una evaluación ecuánime de fenómenos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es necesario aplicar criterios genéricos de desempeño económico, que permitan una visión objetiva de conjunto.
Para empezar, hay que recordar que la adhesión de México al área de libre comercio de América del Norte —previamente integrada por Estados Unidos y Canadá— fue asumida como proyecto primordial por la administración de Carlos Salinas (en esto hay amplio acuerdo entre los especialistas, como puede verse incluso en una publicación del Fondo Monetario Internacional: How Has NAFTA Affected the Mexican Economy? Review and Evidence, por A. Ayhan Kose, et al., Washington, D.C., 2004), precisamente con el propósito de asegurar la permanencia de las reformas económicas neoliberales —sintetizadas por John Williamson en el Consenso de Washington—, que fueron aplicadas en México a partir de la administración de Miguel de la Madrid y culminadas, en lo esencial, bajo el gobierno de Salinas. En consecuencia, resulta legítimo asumir como criterio de evaluación general del TLCAN el desempeño agregado de la economía mexicana durante el periodo de operación del propio TLCAN versus el desempeño de la economía mexicana bajo el modelo económico precedente al neoliberal.
Además, cabe recordar los objetivos puntuales anunciados por el gobierno mexicano al negociar y firmar el TLCAN: generar suficientes empleos bien remunerados para la población mexicana, reteniéndola en el país; acrecentar significativamente la inversión física a través de la afluencia de inversión extranjera directa y de una mayor inversión nacional; acelerar el crecimiento económico, así como la elevación de la productividad; y realizar, en suma, el pasaje por vía rápida de México al primer mundo.
Contrario sensu, durante el periodo de operación del TLCAN, el crecimiento de la economía mexicana ha sido inferior al observado bajo el modelo económico precedente al neoliberal: 2.97% anual en el periodo 1994-2007, contra 6.07% anual durante el periodo 1935-1982.
Correlativamente, la inversión fija bruta (IFB) —en maquinaria, equipo y construcciones— apenas creció a una tasa de 3.7% anual durante el periodo 1994-2007, contra una tasa media de 8.3% anual durante el periodo 1935-1982. Ciertamente, durante el periodo del TLCAN fluyó hacia México un torrente de inversión extranjera directa (231 mil 857.2 millones de dólares desde 1994 hasta el tercer trimestre de 2007), pero esta inversión foránea llegó principalmente a adquirir activos nacionales ya existentes (y secundariamente a fundar nuevas empresas y ampliar capacidad instalada), al tiempo que la inversión realizada por mexicanos redujo dramáticamente su ritmo de crecimiento. Como resultado agregado, el coeficiente de IFB, que había alcanzado 24.7% del PIB durante el último trienio del modelo precedente al neoliberal (1980-1982), apenas ascendió a 19.7% del PIB durante el periodo 1994-2007 y a 20.4% durante el trienio 2005-2007.
Asimismo, el crecimiento acelerado de la productividad con el que soñó la tecnocracia resultó ser un sueño guajiro. Durante el periodo de operación del TLCAN, la productividad del trabajo en el conjunto de la economía apenas creció a una tasa media de 1.5% anual, mientras que bajo el modelo económico precedente al neoliberal (1935-1982), la productividad agregada del trabajo había crecido a una tasa media de 3% anual. Ciertamente, algunas empresas y ramas de la economía han logrado elevar su productividad a ritmos acelerados durante el periodo del TLCAN, pero en el conjunto de la economía los resultados son decepcionantes.
En consecuencia, la hipótesis de que el TLCAN traería consigo la generación de suficientes empleos bien remunerados para la población mexicana, reteniéndola en el país y conteniendo así la migración hacia EU, no ha sido confirmada. Al contrario, durante el periodo 1994-2007 creció dramáticamente la exportación de trabajadores a EU, hasta superar los 500 mil por año (véase nuestra entrega del 15/XI/07). La razón es sencilla: para que la economía mexicana genere empleos suficientes para sus nuevas generaciones, debe crecer una tasa superior a 6% anual, más del doble del crecimiento observado durante el periodo 1994-2007.
Dado el desempeño agregado de la economía mexicana durante el periodo de operación del TLCAN, es necesario superar las posturas rígidas de cuentas alegres, que conducen a negar cualquier mejora —vía renegociación— del TLCAN y se aferran al modelo económico neoliberal como una realidad inamovible. Nuestra tarea consiste en abrir los caminos hacia un nuevo ciclo largo de crecimiento económico acelerado con equidad, mediante una estrategia renovada de desarrollo e inserción eficiente en los mercados de América del Norte y del planeta.
Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM
Fuente: El Universal http://http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/39562.html