Laura Itzel Castillo 03 de marzo de 2010 |
Uno de los elementos siempre presentes en el discurso de los panistas es la corrupción de los regímenes anteriores, es decir de los priístas, para justificar su reiterada incapacidad para conducir al país.
Sin embargo, con la reciente publicación del libro Camisas azules, manos negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos, se desnuda a los panistas como escandalosamente más corruptos que los propios priístas.
Ana Lilia Pérez, autora de la obra, revela con absoluta precisión el latrocinio multimillonario que distintos políticos azules han perpetrado en contra de Pemex al amparo del poder público.
Entre los personajes que salen a colación son: Vicente Fox, Marta Sahagún y sus hijos, los hermanos Bribiesca Sahagún, Juan Bueno Torio, Francisco Barrio, Diego Fernández, el desaparecido Juan Camilo Mouriño y César Nava, entre otros. A este último, por cierto, se le negó ayer la licencia que solicitó ante el pleno de la Cámara para dejar el cargo de diputado federal. No es posible que frente a lo que se está denunciando, ahora pretendan nombrarlo para ocupar algún espacio en la administración pública, para seguir saqueando a la nación.
Resulta sorprendente que, invariablemente, los involucrados en la corrupción de Pemex hayan sido premiados con un rápido ascenso político que les ha valido gubernaturas, secretarías de Estado y aún hasta la propia Presidencia. Esta impunidad no se puede explicar sin voltear la vista a Felipe Calderón, que como secretario de Energía no sólo permitió que sus correligionarios se ensuciaran las manos, sino que nombró al mismo César Nava para operar la corrupción.
La autora documenta cómo Nava contrata a un despacho jurídico para “defender” a Pemex, que es casualmente el mismo que demanda a la institución por 900 millones de pesos a través del municipio de Coatzacoalcos.
Quien encabeza la demanda es el entonces presidente municipal priísta Marcelo Montiel (el colmo: ahora nuevamente alcalde). El objetivo: triangular la operación y que los recursos fueran a parar a manos del suegro de César Nava a través de un contrato de obra para un gran túnel. El mecanismo: paralizar las plantas petroquímicas mediante un embargo y así promover su privatización.
Además, el libro pone al descubierto los tentáculos de Marta Sahagún y sus hijos, quienes montaron un negocio multimillonario traficando influencias. Fueron muchos los contratos que arreglaron Manuel y Jorge Bribiesca. En uno solo favorecieron a la empresa Saint Martín con poco más de 500 millones de pesos.
También el texto revela detalladamente el enriquecimiento voraz de la familia Mouriño desde que Fox llevó a Juan Camilo a la Cámara de Diputados en 2000, hasta su fallecimiento.
A pesar de haber recibido amenazas de muerte para que dejara la investigación, Ana Lilia Pérez valientemente demuestra con datos, testimonios y documentos estas revelaciones contundentes. Invitamos a los lectores a adquirir el libro.