Sábado 22 de mayo de 2010, p. 14
Luis Martínez Monroy trabajó nueve años como instalador en Luz y Fuerza del Centro (LFC). Desde su ayuno en el Zócalo capitalino, este electricista reta a cualquier autoridad a revisar su expediente laboral: ninguna falta, ningún reporte, ningún retardo.
Él, al igual que el resto de sus compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), sabe que le quedan pocos meses de servicio médico en el Seguro Social. La prórroga de vigencia de derechos está próxima a concluir, pues sólo se les concedió un año adicional tras el decreto de extinción de LFC, el 11 de octubre pasado.
Desde entonces, los electricistas que no aceptaron su liquidación han pasado de la sorpresa a la angustia y de la tristeza al enojo. Muchos encontraron en la huelga de hambre un camino para manifestar su repudio a la medida gubernamental que los dejó de un plumazo
sin empleo y sin servicio médico para ellos y sus familias.
Cuando se le pregunta a Luis qué hace ahí, metido en una carpa en el Zócalo capitalino donde el calor sofoca, el frío cala y la lluvia los inunda a cada rato, responde que cuando se siente débil le basta recordar que uno de sus hijos ya no pudo ir a la escuela, pero sobre todo que su esposa, enferma de una variante de Lupus, ya no tendrá Seguro Social.
El coraje, dice, está ahí presente, porque el cierre unilateral de LFC nos dejó sin trabajo y sin proyecto de vida.
–¿No le interesa cobrar su liquidación (en la primera etapa la oferta para él fue de cerca de 200 mil pesos) poner un negocio o integrarse a una empresa de las que están formando los ex trabajadores de LFC? –se le pregunta.
–Quiero seguir siendo electricista, me capacité duro para ello, ¡no quiero poner un changarro! En estos meses he trabajado de taxista para llevar un poco de dinero a casa. Casi todos vivíamos al día; no se podía hacer otra cosa con un sueldo de 6 mil 500 pesos al mes, pero como teníamos un empleo seguro y digno me ilusionaba de que mi hijo entrara a Luz y Fuerza, pero como ingeniero, que pudiera ser mejor que yo.
–Dice el gobierno federal que las fallas en el suministro obedecen a sabotaje…
–¿Sabotaje? Eso es dañar al pueblo y nosotros no haríamos eso. ¿Sabotaje? ¡Nada! Son patadas de ahogado de Gobernación.
Cuando le hicieron los exámenes médicos para ingresar a la huelga de hambre, iniciada hace 27 días, el doctor lo felicitó por su buen estado de salud. Luis le respondió: Gracias, estoy listo para morir
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