Laura Itzel Castillo
Aún no terminaba el 2009 cuando Calderón entregaba como regalo de fiestas navideñas el aumento a la gasolina. Las alzas han desatado un espectáculo bochornoso entre priístas y panistas que no han dejado de culparse mutuamente de tales decisiones que empobrecen más a los mexicanos.
El paquete económico del PRI, aprobado recientemente, “ha resultado ser menos dañino que el enviado por Felipe Calderón”, dijeron muy orgullosos los legisladores del tricolor el pasado mes de noviembre. Sí, cuando los priístas votaron a favor de aumentar el IVA, el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y las comisiones bancarias, entre muchas cosas más.
“Los aumentos son medidas responsables”, sostuvo el nuevo secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, en su comparecencia ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. Con el lenguaje tramposo con el que creen engañar al pueblo, el representante de Felipe El Espurio los llamó deslizamientos.
El 15 de octubre del año pasado, a propuesta de la que esto escribe, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad un punto de acuerdo en el que se solicitó información a la Secretaría de Hacienda, con relación a dos temas económicos fundamentales: el fiscal y el energético. Esto con el objeto de contar con mayores elementos para la aprobación de la Ley de Ingresos y la elaboración del Presupuesto de Egresos de la Federación.
El punto de acuerdo referido fijó como fecha límite para la entrega de la información el 30 de octubre. Cuestión que evidentemente nunca se cumplió.
Me sorprendió que finalmente el 3 de diciembre, a toro pasado, Juan Manuel Pérez Porrúa, jefe de la Unidad de Política de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, hizo llegar un oficio de prácticamente dos cuartillas a la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados. El documento expone de manera escueta algunos datos sobre las tarifas energéticas y de las gasolinas.
En una de las respuestas, Pérez Porrúa consideró que no es posible bajar el costo de la gasolina porque los “consumidores recibirían una señal incorrecta”. Primero hay que asegurar la exportación de crudo a los Estados Unidos para no agravar más la balanza comercial petrolera de nuestro país, según el texto.
Es de llamar la atención el señalamiento que hiciera Cordero: adujo que de no haber aplicado los impuestos en el mes de diciembre, el subsidio hubiera tenido que ser de 60 mil millones de pesos. Sin embargo, en el documento enviado por Hacienda a la Cámara de Diputados se asegura que “si se establecieran los precios de la gasolina y el diésel…que estuvieron vigentes en el 2006, el gobierno federal dejaría de percibir 101 mil millones de pesos en 2010”.
¿Cómo es posible que en tan sólo un mes se dejaría de percibir más de la mitad que lo que se percibiría en todo un año, y a precios mucho más bajos. ¿Quién miente: Porrúa, o su jefe Cordero? La respuesta es evidente.
Se quiere hacer creer que no hay otra alternativa. Desde luego que sí la hay. Es posible sanear las finanzas públicas sin aumentar impuestos, acabar con privilegios fiscales y reducir el gasto del gobierno federal. Pero para eso hay que transformar a México y cambiar su gobierno.
Calderón cínicamente ha dicho que el 2010 será el año de la recuperación económica. Sin duda, otra más de sus burdas mentiras y erráticas declaraciones que lo han caracterizado durante estos ya largos tres años.
Aún no terminaba el 2009 cuando Calderón entregaba como regalo de fiestas navideñas el aumento a la gasolina. Las alzas han desatado un espectáculo bochornoso entre priístas y panistas que no han dejado de culparse mutuamente de tales decisiones que empobrecen más a los mexicanos.
El paquete económico del PRI, aprobado recientemente, “ha resultado ser menos dañino que el enviado por Felipe Calderón”, dijeron muy orgullosos los legisladores del tricolor el pasado mes de noviembre. Sí, cuando los priístas votaron a favor de aumentar el IVA, el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y las comisiones bancarias, entre muchas cosas más.
“Los aumentos son medidas responsables”, sostuvo el nuevo secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, en su comparecencia ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. Con el lenguaje tramposo con el que creen engañar al pueblo, el representante de Felipe El Espurio los llamó deslizamientos.
El 15 de octubre del año pasado, a propuesta de la que esto escribe, la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad un punto de acuerdo en el que se solicitó información a la Secretaría de Hacienda, con relación a dos temas económicos fundamentales: el fiscal y el energético. Esto con el objeto de contar con mayores elementos para la aprobación de la Ley de Ingresos y la elaboración del Presupuesto de Egresos de la Federación.
El punto de acuerdo referido fijó como fecha límite para la entrega de la información el 30 de octubre. Cuestión que evidentemente nunca se cumplió.
Me sorprendió que finalmente el 3 de diciembre, a toro pasado, Juan Manuel Pérez Porrúa, jefe de la Unidad de Política de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, hizo llegar un oficio de prácticamente dos cuartillas a la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados. El documento expone de manera escueta algunos datos sobre las tarifas energéticas y de las gasolinas.
En una de las respuestas, Pérez Porrúa consideró que no es posible bajar el costo de la gasolina porque los “consumidores recibirían una señal incorrecta”. Primero hay que asegurar la exportación de crudo a los Estados Unidos para no agravar más la balanza comercial petrolera de nuestro país, según el texto.
Es de llamar la atención el señalamiento que hiciera Cordero: adujo que de no haber aplicado los impuestos en el mes de diciembre, el subsidio hubiera tenido que ser de 60 mil millones de pesos. Sin embargo, en el documento enviado por Hacienda a la Cámara de Diputados se asegura que “si se establecieran los precios de la gasolina y el diésel…que estuvieron vigentes en el 2006, el gobierno federal dejaría de percibir 101 mil millones de pesos en 2010”.
¿Cómo es posible que en tan sólo un mes se dejaría de percibir más de la mitad que lo que se percibiría en todo un año, y a precios mucho más bajos. ¿Quién miente: Porrúa, o su jefe Cordero? La respuesta es evidente.
Se quiere hacer creer que no hay otra alternativa. Desde luego que sí la hay. Es posible sanear las finanzas públicas sin aumentar impuestos, acabar con privilegios fiscales y reducir el gasto del gobierno federal. Pero para eso hay que transformar a México y cambiar su gobierno.
Calderón cínicamente ha dicho que el 2010 será el año de la recuperación económica. Sin duda, otra más de sus burdas mentiras y erráticas declaraciones que lo han caracterizado durante estos ya largos tres años.