Laura Itzel Castillo 12 de mayo de 2010 |
El 20 de abril inició el más grande desastre petrolero de los últimos 20 años, al explotar la plataforma de extracción “Deep Water Horizon”, de la compañía inglesa British Petroleum (BP), en el golfo de México. El accidente ocurrió en las costas de Lousiana. La guardia costera de Estados Unidos informó esa noche que desaparecieron 11 trabajadores de los 126 que se encontraban en la plataforma de extracción, cuya capacidad para perforar, según dicen, es de hasta 8 kilómetros de profundidad.
¿Será casual que BP fuera una de las financieras y promotoras más activas de la reforma energética de 2008? Ella misma se describe como “la mayor extractora de petróleo submarino en el mundo”.
Lo que no precisa en su página BP es que forma parte del jugoso negocio consistente en la búsqueda del “tesorito” en aguas profundas mexicanas. Esto representa la erogación de 17 mil millones de pesos en estudios y perforaciones que ha dilapidado Pemex para tratar de satisfacer las necesidades insaciables de las trasnacionales, a cambio de 13 pozos secos.
La mancha de petróleo ya abarca una circunferencia de alrededor de mil kilómetros. Los estados más afectados por el derrame son Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida, donde se ha afectado gravemente el medio ambiente, la flora y la fauna. Esto ha llevado a prohibir la pesca local y a tratar de salvar las especies marinas de la zona.
Los métodos hasta ahora ensayados para controlar la catástrofe ambiental han fracasado. El director de BP, Doug Suttles, reconoció que hay muchas soluciones posibles, pero que nunca se han practicado a las profundidades del pozo. Así que estas empresas “aprenden y prueban técnicas”, en vez de contar con las garantías suficientes para enfrentar los riesgos de contaminación.
De la misma manera que la CFE demuestra “al primer viento capitalino” que no es una empresa de clase mundial, las empresas favoritas de Calderón exhiben hoy al mundo que no cuentan con la tecnología de punta que presumen. Es el caso de BP y de su socia en “Deep Water Horizon”: Halliburton, afamada por su cercanía con el anterior gobierno de Bush, lo cual influyó en la obtención de contratos para reconstruir Irak. Esta empresa, vale decir, ha estado “aprendiendo y probando técnicas” en el paleocanal de Chicontepec, en tierras veracruzanas, a costa del erario público.
En cuanto al derrame en el Golfo de México, la reparación del daño correrá a cargo de BP, según el presidente de EU, Barack Obama. Se puede afirmar que antes de que el petróleo le llegue al cuello ordenó que se suspendieran las perforaciones en aguas profundas.
En cambio Calderón, acostumbrado a que el agua, el desempleo, la sangre y la corrupción le lleguen al cuello, ha permanecido callado. Rafael Elvira Quesada, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales del actual régimen, declaró que esperarán a que se controle el derrame para “decidir si se demanda”. Mientras tanto, Carlos Morales, director de Pemex Exploración y Producción, continúa con el proyecto de aguas profundas.
No cabe duda, Felipe Calderón no da una: deja sin comer en su día a las madres más necesitadas del país, desaira a los poblanos en la conmemoración de la Batalla del 5 de mayo por motivos inconfesables, e insiste en proyectos favorables a las trasnacionales y sin garantías ambientales. ¿Será que al hablar del quinto jinete del Apocalipsis en Alemania, estaba pensando en sí mismo?