José Agustín Ortiz Pinchetti
La Jornada, 2 de noviembre 2008
■ Aprovechar una victoria
Todos se atribuyen la paternidad de la reforma petrolera. Es conmovedora la “alegría” de Calderón y del PAN. Ríen por no llorar. Se quebraron las 14 líneas centrales de su intento de privatización. Desde la derecha, la reforma resulta “pírrica y pequeña” como diría el sublime cínico.
¿Por qué no decir la verdad? Los partidos no ganaron la reforma. El PAN la perdió y el PRI se quedó a medio camino, entre su viejo nacionalismo, que la hubiera reivindicado, y la necesidad de mantener una alianza perversa para seguir extorsionando a Calderón. Los negociadores del FAP cumplieron su tarea. Me parecería muy injusto calificarlos de traidores. Son múltiples los factores que permitieron a la nación conservar su dominio sobre los hidrocarburos, pero el principal fue la resistencia civil pacífica organizada por AMLO. Las acciones de centenares de grupos bien organizados hubieran podido parar al país, y no se desplegaron porque no fue necesario. En cuanto el gobierno y el PRI se dieron cuenta de la importancia de la movilización, la reforma murió de infarto.
AMLO no ha rechazado su victoria. Se negó a dar su aval porque así lo pidieron sus activistas y por una grave imprecisión: ni se autoriza ni se prohíbe la celebración del contrato de exploración y explotación con empresas extranjeras en áreas geográficas predeterminadas. Esta incertidumbre puede ser utilizada por un gobierno corrupto para violentar el espíritu y la letra de la Constitución.
AMLO está aprovechando la victoria para posicionarse como el verdadero y único opositor y lograr nuevos avances. Para empezar, establece una contraloría sobre Pemex y dará seguimiento a la aplicación de las nuevas leyes. Reorienta la protesta y ofrece un proyecto completo de defensa de la economía popular. Nos acercamos a una crisis que puede ser la peor de nuestra historia y el gobierno no ha tomado ninguna medida anticíclica importante. El monstruoso gasto corriente no ha sido reducido. No hay ninguna política para prevenir la quiebra de empresas, la caída de remesas y del empleo y los efectos de la repatriación de cientos de miles de paisanos expulsados por la recesión en EU.
Frente a esto, AMLO ofrece una respuesta coherente. A la vez reorganiza su movimiento y lo dota de órganos, donde se integran algunos de los mejores hombres y mujeres de México. Todo eso está sostenido por el movimiento que crece. Tiene 2 millones 100 mil adherentes, 200 mil activistas y una red de comités que empiezan a multiplicarse en todo el país.