jueves, 6 de noviembre de 2008

Opinión de José Luis Calva en El Universal

Primeros 100 días de Obama


Dados los enormes paralelismos entre el cataclismo financiero de septiembre-octubre de 2008 —que fue precedido por una marcada desaceleración de la economía real, convertida durante el último trimestre claramente en recesión— con la crisis financiera de octubre de 1929, que fue también precedida por una significativa desaceleración de la economía real, varios científicos sociales han evocado las enérgicas acciones de emergencia para reactivar la economía emprendidas por el presidente Franklin Delano Roosevelt durante sus primeros 100 días de gobierno.

De hecho, al rendir protesta como candidato presidencial del Partido Demócrata, Obama recordó: “Somos el partido de Roosevelt”. ¡Que el destino se cumpla!

En 1932, Roosevelt ganó las elecciones con 56% de los votos, asumiendo la Presidencia en marzo de 1933, con una nación sumida en la depresión económica (en 1932, el PIB había sido 25.6% menor que en 1929), con una colosal pérdida de activos financieros y tristemente hundida en la desesperanza. En sus primeros 100 días de gobierno, puso en marcha el paquete de acciones englobadas en el New Deal. Por una parte, audaces medidas de política macroeconómica (monetaria y fiscal) contracíclicas, comenzando por la autorización a la Reserva Federal para que pudiera expandir la emisión de papel moneda y el otorgamiento de créditos, reduciendo así las tasas de interés para estimular el desendeudamiento, el consumo y la inversión. Simultáneamente, accionó una política fiscal expansiva a través del aumento de la inversión pública y del gasto en fomento económico.

En mayo de 1933, firmó la Ley Agrícola (Agricultural Adjustment Act), que estableció el sistema de precios de garantía o soporte para estabilizar los ingresos de los productores rurales y otorgar certidumbre a la rentabilidad agropecuaria. En junio de 1933, firmó la Ley de Recuperación de la Industria Nacional, que ordenó los mercados de productos industriales.

Además, emprendió acciones para elevar los salarios y reducir las jornadas de trabajo (a fin de ocupar más trabajadores); dispuso la contratación de trabajadores por cuenta directa del Estado para reconstruir carreteras, limpiar bosques y realizar otras tareas de beneficio común. Desde luego, instituyó un sistema de regulación y supervisión del sistema financiero para evitar una nueva megacrisis bancaria y bursátil en el futuro, que “como trágicamente sabemos hoy” fue posteriormente desmantelada bajo el dogma neoliberal de los mercados autorregulados. Además, emprendió otros programas de fomento económico y de bienestar social.

Roosevelt ocupó la Presidencia —en sucesivas reelecciones— hasta su muerte el 12 de abril de 1945. Como resultado de sus acciones, el PIB estadounidense prácticamente se estabilizó en 1933, con una caída de apenas 1.2%; creció 10.8% en 1934, 8.9% en 1935, 13.1% en 1936 y 5.2% en 1937; y aunque cayó 3.5% en 1938, volvió a crecer 8.1% en 1939; y continuó creciendo aceleradamente hasta 1944, estimulado además por la demanda de la Segunda Guerra Mundial: el PIB de 1944 fue 180.7% mayor que el de 1932.

Hoy “el horno está para bollos”. Obama está obligado a realizar acciones de la misma envergadura durante sus primeros 100 días. Destacados economistas estadounidenses, entre ellos dos premios Nobel de Economía (Krugman y Stiglitz), han sugerido a Obama una robusta batería de acciones pertinentes de política económica para escapar de una nueva depresión. No hay espacio para resumirlas, pero concluiremos con Krugman: “Más vale que el equipo económico de la próxima administración esté listo para empezar a trabajar a todo vapor, porque desde el primer día estará enfrentando la peor crisis financiera y económica desde la Gran Depresión” (EL UNIVERSAL, 8/X/08).

En los primeros 100 días se sabrá si Obama, tanto como lo fue Roosevelt, será capaz de dominar a los espectros de la Gran Depresión.

Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM