Editorial EL UNIVERSAL
El privilegio de ser diputado
11 de diciembre de 2008
Los diputados federales ganan, cada uno, 152 mil pesos al mes, 79 mil pesos al año en medicinas y consultas particulares y 4 mil 500 pesos de “ayuda” para su cena de Navidad. ¿Le parece mucho? A ellos no, por eso van a pagar con dinero de usted, contribuyente, los 38 mil pesos que se les descuentan de impuestos por su aguinaldo de 101 mil pesos. Aunque sea increíble, son esos “representantes populares” quienes aprueban los impuestos de todos, asignan dinero público a las instituciones del Estado y dicen “México manda” en spots de televisión.
Tendrán el próximo año 570 millones de pesos para viáticos, telefonía, viajes, entre otros “servicios oficiales”; un seguro médico de gastos mayores por casi 30 millones de pesos; más de 100 millones de pesos para “gastos de difusión e información de mensajes y actividades legislativas”; 8 millones de pesos para vehículos y equipo de transporte; y 90 millones de pesos para que los diputados de la siguiente Legislatura remodelen una vez más sus oficinas a gusto de sus coordinadores parlamentarios.
Podríamos seguir con millones de pesos más en lujos, pero no tiene caso. La fama de derroche de los diputados no puede empeorar; son los menos apreciados de entre los funcionarios públicos mexicanos —de acuerdo con las encuestas— y, una vez más, se esfuerzan por mantener esa posición. Sin embargo, siempre se puede caer más bajo. El reintegro de una parte de su aguinaldo tiene una diferencia cualitativa: representa un régimen de excepción de facto en una obligación ciudadana, el pago de impuestos, que ellos más que cualquier otro servidor público deberían cumplir al ser los creadores del régimen fiscal actual.
Sin quitar el peso de la tributación sobre los hombros de la clase media asalariada, aprobaron el año pasado el Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU), un gravamen acumulable a las gasolinas y el Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IDE). Argumentaron entonces que se requerían sacrificios para aumentar la recaudación y continuar con los programas sociales, las obras de infraestructura, los gastos en salud, educación. ¿Cómo ponen el ejemplo los legisladores? Evadiendo sus propios impuestos.
A través de las subvenciones de cada bancada en San Lázaro —que manejan a su antojo los coordinadores parlamentarios—, los diputados recibirán del erario los 38 mil pesos descontados a su aguinaldo. De esa forma no sacrificarán su ingreso en beneficio de las arcas del Estado como el resto de los mexicanos.
Ya desde antes los diputados se apartaban de la realidad nacional. Además de los sueldos, prestaciones y gratificaciones que reciben mes con mes, los legisladores accedieron a préstamos personales provenientes del dinero público. Los préstamos concedidos tienen una tasa de interés de apenas 3% anual, muy por debajo del 40% o 50% que cobra la banca comercial a los ciudadanos comunes, víctimas del sistema bancario más caro de América Latina. ¿Y los intereses que generan esos préstamos? También se reparten entre los diputados.
Los cálculos del Banco Mundial, la ONU, Transparencia Internacional sobre cuánto pierde México por corrupción no consideran al pariente legal de la misma: el uso arbitrario del dinero público.
En meses los partidos políticos pedirán nuestro voto. Quizá lo peor no es que se asignen 4 mil 500 pesos cada año para su cena de Navidad, sino que todos lo sepamos y ellos sigan en el Congreso.