lunes, 29 de diciembre de 2008

RECREO

Por J. Luis Medina Lizalde
(Publicado el 29 de diciembre de 2008 en el periódico IMAGEN)

AL PRINCIPIO

El presidente municipal de Ojocaliente despedirá a cien empleados y para ello cuenta con el apoyo del SUTSEMOP, según lo informado la semana pasada en Imagen.

Si la medida es conforme a criterios de interés público, con puntual observancia de la ley, Ojocaliente puede convertirse en ejemplo a seguir para el resto de los ayuntamientos, a los que les ha crecido la nómina como consecuencia de la combinación de la corrupción política con la escasez de fuentes de trabajo.

Aunque antes de despedir gente, los cabildos, por ser instancias plurales, pueden liderar procesos de disminución de gastos reduciendo los viáticos, suprimiendo los paseos nacionales e internacionales con cargo a los impuestos y racionalizando las compras.

Claro, para hacer eso hay que pensar diferente a los que ven natural que con las finanzas públicas se alquile un auto último modelo para el servicio de cada regidor al que además se le otorga gasolina y se le paga el celular.

Por eso a los simples mortales no les gusta pagar impuestos

“HACE UN AÑO Y SIN EMBARGO, ME EMBORRACHO TODAVÍA”

No sólo el presidente, sino los poderes Legislativo y Judicial, no toman en cuenta que el crimen organizado, como fenómeno social, también es dinámico, cambiante. Crecen la demanda y la oferta pero también sus formas de actuar... Mientras no entiendan la esencia de narcotráfico seguirán dando ‘palos de ciego’.

General (retirado) Jorge Lugo Cital, Ensayo: La Seguridad, como elemento social desconocido

Ayer se cumplió un año de la cruel masacre que cobró la vida de seis agentes ministeriales y de un elemento de tránsito en la salida de Jerez a Tepetongo cuando trasladaban detenidos desde la cárcel distrital de Tlaltenango.

El número de atacantes se calcula en varias docenas. El lugar escogido para la matanza habla del propósito de lograr amplia resonancia.

La audacia de los atacantes esa misma noche al merodear desafiantes las instalaciones de la onceava zona militar, describe una beligerancia inusitada.

La AFI intrascendente, la Federal preventiva compartiendo el pan y la sal con los periodistas, el ejército llegando tarde.

Luego llantos y discursos, después el olvido oficial.

La matanza de Jerez sepultó el egocéntrico discurso del “estado seguro” y no porque ya no lo usen, sino porque ya nadie “los pela”, y no por la matanza en sí, sino por la nula respuesta a la misma de parte de un gobierno que no encontró falla alguna en la actuación de los que tuvieron que ver con los acontecimientos desde el lado de la autoridad.

De los autores de la matanza, como dice el corrido, “nunca más se supo nada”.

El “efecto cucaracha” es una metafórica manera de referirse al desastre estratégico en que se convirtió la decisión de Felipe Calderón de mandar a la tropa en masa a combatir a enemigos no identificables sino mediante una previa labor de inteligencia, provocando la expansión del crimen organizado en forma semejante a como se expanden las células cancerosas como resultado de una equivocada intervención quirúrgica.

Metástasis le llaman los médicos.

Pero de la invasión de este cáncer a Zacatecas Felipe Calderón no es el único responsable.

El gobierno del estado incurre en el mismo equivoco en que incurrieron los gobernantes de Sinaloa, Baja California, Tamaulipas y demás a los que les estalló el problema en las narices: la subestimación del fenómeno.

Es sorprendente la persistencia en su “síndrome de mal de muchos” después del espectacular asalto a más de quinientos en un carril de carreras en Chalchihuhites, la matanza de inocentes en Villa de Cos, el secuestro de un solo jalón de doce personas en Jiménez del Teul, la liberación de diez secuestrados en la colonia las Arboledas, y los numerosos extorsiones en toda la entidad.

Otra forma de incumplir la obligación de velar por la seguridad de velar por la seguridad de sus gobernados es la pasividad y el silencio gubernamental ante los abusos de militares y policías en la acción antidelictiva.

AL ÚLTIMO

¡Hasta luego, amigo!
La muerte de Enrique Varela Parga nos agarró descuidados: se fue cuando vivía la cotidianidad serena en donde el ímpetu ya va por cuenta de los hijos.

Lo despedimos con llanto interior, como él lloraba.

Ahí estuvimos los que lo quisimos, los Varela, los Parga, los notarios, los de la generación, la raza.

Ahí junto a sus hijos y su compañera se reunió la ciudad de varios rumbos y el latir de varias épocas.

La atmósfera era triste, como siempre que la ciudad extraña a uno de los suyos

Nos encontramos el jueves en el recreo

luismedinalizalde@gmail.com