Publicado el 5 de marzo de 2009 en el periódico IMAGEN
Por J. Luis Medina Lizalde
AL PRINCIPIO
Otra cosa hubiera sido si el nuevo secretario hace un breve repaso de las áreas que le están encomendadas para saber si todo funciona óptimamente o si de plano se impone un cambio de rumbo. Que nos diga, por ejemplo, si considera que la dirección de protección civil cuenta con solvencia técnica y con suficientes recursos para atender la problemática que le compete y que es pura mala suerte lo que ha impedido dar con la fuga de combustible que motivó el cierre de una gasolinera y el entorpecimiento vial en la entrada norte de la ciudad.
Era la oportunidad para que explicara como está eso de que en el CERESO de Zacatecas no hay la corrupción que hace de las cárceles mexicanas escuelas del crimen.
Que nos platiquen cómo le hicieron para erradicar la fluida circulación de las drogas que no nos dimos cuenta.
A lo mejor le podemos dar una “ayudadita” a los de Ciudad Juárez que apenas ayer tuvieron una matazón de presos.
"VOY A HACERLE UNA OFERTA QUE NO PODRÁ RECHAZAR".
(El padrino)
El caso Luis Téllez, su ascenso y caída, constituye una radiografía de la clase gobernante que emergió de aquella cena en casa del empresario Juan Sánchez Navarro entre los jefes del PAN y Salinas De Gortari para negociar la calificación electoral de 1988 y cuyo contenido conocemos por el testimonio del coordinador de campaña de Manuel Clouthier, José Luis Salas Cacho publicado por Martha Anaya en “1988: el año que calló el sistema”
De entonces a la fecha y sin que los ciudadanos priístas y panistas de base tengan vela en el entierro, nuestro país es co-gobernado merced a un acuerdo en que ambas partes discrepan en lo secundario para coincidir en lo importante: quema de boletas electorales, estrangulamiento del ejido, privatización de bancos, ferrocarriles y un largo etcétera, TLC, Fobaproa.
Como nobleza obliga, si los jefes panistas jalaron para reconocer a Salinas, los jefes priístas devolvieron el gesto al hacer lo propio con Calderón.
Consecuencia del pacto del ‘88 es la disolución gradual de las barreras partidistas a la hora de asignar tareas públicas. Zedillo otorga a los panistas la Procuraduría General de la República y su sucesor panista devuelve el gesto encomendándole a Gil Díaz la Secretaría de Hacienda.
Calderón nombra a Carstens destacado miembro de ese círculo pero va más allá al entregar a otro priista la Secretaria del trabajo, además de la estratégica Secretaria de comunicaciones al salinista malagradecido Luis Téllez.
Ese acuerdo tan del agrado de los poderes fácticos, con el transcurso del tiempo fortaleció la cultura del botín, cultura que inspira las decisiones a partir del valor de la lealtad, lo que no estaría nada mal si fuera lealtad a los principios partidistas, lealtad a la función encomendada, lealtad a las jerarquías institucionales, lealtad a la ley y de ese modo a la república.
Pero no, se trata del mismo concepto de lealtad que practican los cárteles de la droga o cualquier mafia en el mundo y que tan vívidamente describe Mario Puzo en “El padrino”.
Los gobernantes de la cultura del botín no piensan si el designado comparte el proyecto de nación en nombre del cual pidieron votos o si son rectos y capaces para la encomienda, lo que cuenta es la incondicionalidad con quien manda. Por eso llegó Téllez y por eso, llega Molinar.
Tal es la vía corta al estado fallido.
AL ÚLTIMO
Se nota el esfuerzo de quitarle intensidad en la redacción del documento, pero no hay “para dónde hacerse”, pues ahora es oficial que las irregularidades denunciadas por los regidores resultaron esencialmente ciertas.
El afán amortiguador de la Auditoria Superior no es suficiente para que el tema no ponga en el exhibidor a la actual legislatura, a cada una de sus fracciones y a cada uno de sus diputados. El acostumbrado intercambio de impunidades no resulta fácil en tiempos electorales pero no faltara quien lo intente.
Nos encontramos el lunes en el recreo
luismedinalizalde@gmail.com