martes, 31 de marzo de 2009

México S.A.

Columna de Carlos Fernández-Vega en La Jornada
Martes 31 de marzo de 2009.

  • La región más desigual
  • En 50 años AL apenas duplica su PIB per cápita

América Latina mantiene el nada honroso privilegio de ser considerada la región más desigual del planeta, África incluida. Pasan los años, se modifican las formas y estilos de gobernar, atrás quedó el aberrante esquema de las dictaduras militares, llegó la ineficiente democracia, y la región no puede sacudirse tal circunstancia. Por el contrario, cada paso hacia delante irremediablemente se convierte en un par atrás, a una crisis le sigue otra mayor y a ésta una monumental, de la que a duras penas sale sólo para esperar la siguiente.

En la espera eterna, en los últimos 50 años Latinoamérica a duras penas duplica su producto interno bruto por habitante y no pudo trascender su sempiterna condición de región exportadora de oro y receptora de espejitos. En 1950 participó con 7.8 por ciento de la producción mundial; medio siglo después, con todo tipo de tratados comerciales, participa con 7.7 por ciento.

Algunos organismos regionales celebran eufóricamente que en el periodo 2003-2008 América Latina reportó un gran crecimiento económico, por mucho que a la luz de los comparativos resulte menor al registrado en la década de los 60. En esos magníficos cinco años del siglo nuevo, el producto por habitante apenas se incrementó por arriba de 2 por ciento, cuando cuatro décadas atrás crecía a tasas de 3 por ciento.

En los últimos 55 años América Latina apenas pudo duplicar su producto interno por habitante, mientras los países de Europa Occidental lograron un avance de 360 por ciento y Japón, un país destrozado por la Segunda Guerra Mundial, lo hizo en mil 100 por ciento. Europa oriental y la ex Unión Soviética, una zona que debió no sólo reconfigurarse sino reconstruirse, reportó un aumento cercano a 300 por ciento en tal indicador. África estuvo cerca de 200 por ciento, mientras Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda hicieron crecer su PIB per cápita en 325 por ciento, y Asia (Japón excluido) en 725 por ciento. El promedio mundial en ese lapso fue un avance de 345 por ciento, algo muy lejano a lo registrado por las naciones latinoamericanas.

La información anterior proviene de un incondicional del neoliberalismo, la globalización, la igualdad para todos y fanático del consenso de Washington, el Banco Interamericano de Desarrollo, organismo que celebra su medio siglo de existencia no sólo con su asamblea en Medellín, Colombia, sino con la publicación de un libro (Celebrar el pasado, construir el futuro; 50 años de desarrollo en América Latina y el Caribe) en el que románticamente subraya los esfuerzos y grandes luchas regionales en pos de mejores condiciones, aunque ya en la tierra concluye que a lo largo de ese periodo el desempeño económico de esta desigual zona del planeta no ha sido destacado; la región se ha atrasado en términos relativos con respecto a los países desarrollados y ha sido superada por otras regiones del mundo en desarrollo.

No sólo eso: a lo largo del pasado medio siglo fueron frecuentes los episodios de alta inflación, los problemas de insolvencia fiscal y los casos de crisis financieras. La inestabilidad macroeconómica ha sido un lastre muy pesado para la lucha contra la pobreza. El lustro 2003-2008 fue una notable excepción a estos patrones de bajo crecimiento e inestabilidad. Si bien la región ha resistido bastante bien la crisis financiera global que estalló a mediados de 2008, aún es muy pronto para cantar victoria.

Para el BID (que en ningún momento hace referencia expresa al enorme costo político, económico y social que las dictaduras militares y las dictablandas civiles significaron para la región, como tampoco al saqueo de que han sido víctimas los países latinoamericanos, a la oligopolizada economía regional ni a la permanente sangría de recursos asociada a la deuda externa y a la inversión extranjera) las razones más comunes del mediocre desempeño latinoamericano tienen que ver con la calidad de la política macroeconómica y con las instituciones. Los patrones de integración a la economía mundial, las profundas desigualdades heredadas del pasado y las limitaciones de sus sistemas democráticos son posiblemente las causas más profundas por las que ha sido muy difícil desarrollar mejores políticas e instituciones.

Las profundas transformaciones en la mayoría de los países regionales, reconoce el organismo, no necesariamente vinieron acompañadas de una mejoría notoria y general. Si bien fueron evidentes los avances en materia de control de la inflación, que descendió a promedios de un dígito con 9 por ciento registrado como media en 1997, en lo que tuvo que ver con el crecimiento el resultado no fue satisfactorio. De hecho, entre 1998 y 2002 tuvo lugar un periodo de pobre desempeño que fue descrito como el lustro perdido, por la falta de avance en indicadores como el ingreso por habitante.

En medio siglo, por los créditos del Banco Interamericano de Desarrollo pasaron todas las dictaduras latinoamericanas (que fueron muchas y recurrentes: Somoza, Stroessner, los militares brasileños, bolivianos y uruguayos, Pinochet, Videla, y fauna similar fueron de los consentidos de la institución), pero el BID atribuye buena parte de la responsabilidad de lo sucedido en la región a los shocks externos que volvieron a dejar en evidencia la vulnerabilidad de América Latina y el Caribe al rápido cambio en las condiciones internacionales.

En fin, es el BID, su estrechez, su medio siglo de existencia y a quienes ha servido, mientras América Latina de plano no puede sacudirse su condición de región más desigual del planeta.

Las rebanadas del pastel

En el clásico no me ayudes compadre, el presidente estadunidense asegura que Calderón es una suerte de Elliott Ness del siglo XXI, por aquello del combate al narco. Sin embargo, hay que recordar que aquel agente del Tesoro logró encarcelar a Capone no por el tráfico y venta de alcohol en plena prohibición, ni por proxeneta, vendedor de droga o cualquier otro de los muchos negocios ilícitos que el capo mantenía, sino por simple evasión de impuestos. Por eso vale recordar que años atrás la serie de caricaturas Don Gato y Su Pandilla parodió esta situación llamando Elote Necio y sus inrascables al que hoy es comparado con el michoacano, de tal suerte que cualquiera de estos dos últimos calificativos le va mejor al inquilino de Los Pinos que el utilizado por Barack Obama.