Bernardo Bátiz V.
Publicado el 16 de marzo de 2009 en La Jornada
Andrés Manuel López Obrador concluyó su recorrido por todos los municipios del régimen constitucional que hay en México: 2 mil 38, nada menos; la hazaña es única, ningún otro político mexicano ha llevado a cabo un periplo como ése, ni un municipio de los 31 estados ni las 16 delegaciones del Distrito Federal se quedaron sin un encuentro entre ciudadanos y el dirigente social que asombra una y otra vez con su forma diferente de participar en la vida pública de México.
Me tocó acompañarlo en el recorrido por los 51 municipios de Nuevo León, estado considerado conservador y de derecha, en el que el Revolucionario Institucional y Acción Nacional se han turnado en los gobiernos principales; a pesar de ello, en todos lados, tanto en los municipios industrializados y muy bien comunicados del área metropolitana, como en los relativamente prósperos de la zona citrícola o los más pobres y semidespoblados de amplias zonas del sur y del norte, el dirigente encontró grupos numerosos de personas que lo recibieron con asombro por su presencia en los más remotos y en todos con entusiasmo por la renovación de la esperanza de un cambio, que encuentran, lo mismo en sus discursos que en su incansable caminar.
Los que pensaban que el fraude electoral de 2006 iba a desembocar en unas cuantas semanas de alborotos callejeros y reclamos airados, que se irían apagando al correr del tiempo, no conocen ni el temple de AMLO ni el talante del pueblo de México, que no deja de luchar por un cambio en la política y en la economía, cambio revolucionario, pero incruento y eficaz que dé salida al desastre al que hemos llegado, y que ha sido generado por años de políticas dóciles al neoliberalismo globalizador, corruptas por añadidura y sumamente ineficaces.
Ante la destrucción del campo, la dependencia alimentaria, el intento de malbaratar lo poco que queda del patrimonio nacional, Petróleos Mexicanos especialmente, los bajos niveles educativos y otros datos desalentadores, todo fruto de la miopía que impide a quienes hoy mandan encontrar soluciones propias y los hace esperar pasivos las soluciones que vengan de fuera; ante esta situación el movimiento encabezado por AMLO es una corriente de aire fresco que recorre el país y renueva la esperanza de un cambio de fondo y desde abajo, con el pueblo y para beneficio del pueblo.
Las impresiones y reflexiones del recorrido han sido recopiladas en cinco capítulos que publicó La Jornada y que son un atinado diagnóstico, que concluye en propuestas agrupadas en cuatro ideas fundamentales: “rescatar las instituciones políticas”, que han demostrado su descomposición y franca decadencia; “cambiar el modelo económico”, es decir, pasar del inhumano capitalismo, que tritura los lazos sociales, a un sistema basado en la solidaridad, la justicia y la equidad a partir de la rectoría del Estado, que garantice para todos acceso al estudio, la cultura, la habitación decorosa y el sustento; “moralizar el gobierno”, sin comentarios, los que llegaron con las siglas del PAN han superado a sus maestros del PRI; lo que ahora requiere México es gobernantes de convicción republicana y que no estén obsesionados por la codicia y la superficialidad, ambas tendencias que los hacen irresponsables; “crear una nueva corriente de pensamiento”, llamado que coincide con una vocación de nuestro pueblo que busca que el ser humano valga por lo que es, por lo que sirve, por lo que sabe y no por lo que acumula y atesora.
Con la conclusión del admirable recorrido por el país, con la publicación de las experiencias y pensamientos que el contacto con tanta gente provocó, con las líneas generales del nuevo proyecto que se propone, López Obrador no “regresa”, como algunos afirman, con nerviosismo y temor mal disimulado, lo que pasa es que no puede regresar porque no se ha ido, sigue presente, no ha variado su ruta y con quienes participamos en el mismo proyecto, que somos cada vez más, se prepara para los nuevos trabajos que ahora vienen.
Por lo pronto, la actual coyuntura electoral que fue preciso afrontar, no como una meta en sí misma, sino como un paso al gran cambio, que permite la presencia en la vida pública de quienes compartimos las mismas convicciones e ideales.
Otra tarea es consolidar y poner en acción a los cuadros que a todo lo largo del país se han constituido como colaboradores del Gobierno Legítimo; de ellos se espera mucho y también exigirá mucha entrega y convicción.
Ante la presencia, ante la persistencia, al lado de la gente común, de los ciudadanos sin cargos y sin prebendas, afectados duramente por la crisis, el caminar sin descanso, hablar, proponer y debatir se logra que las expectativas de cambio no mueran, sino, por el contrario, se sientan cercanas.
Sin embargo, del otro lado, los convencidos por la guerra sucia de 2006, los fanatizados por las campañas del miedo, los que tienen ojos y no ven, y oídos y no escuchan, renuevan sus rencores y sus prejuicios y retornan a la andanada de diatribas, bajos ataques y adjetivos despectivos y descalificadores; pero, ciertamente son ahora menos, el mal gobierno de Calderón y la ineficacia de su equipo han desengañado a muchos; la crisis ha abierto los ojos a otros, pero los que quedan como los chuanes desterrados por la Revolución Francesa, ni olvidan nada ni nada aprenden.