Carlos Fernández-Vega
La Jornada, 4 de octubre 2008
■ Los barones de Wall Street se salen con la suya
■ Jóvenes increpadores
Los felices tiburones del mundillo financiero y bursátil estadunidense lo volvieron a hacer, al lograr que sean los contribuyentes y no ellos quienes paguen la factura por el festín especulativo y contable que ha puesto a la economía de aquel país al borde de la quiebra: para ellos 700 mil millones de dólares de recursos fiscales, que se añaden a las de por sí voluminosas cuentas deficitarias del destartalado “motor del mundo”
El ahora humilde cuan “agradecido” inquilino de la Casa Blanca asegura que “se ha actuado de manera audaz para evitar que la crisis en Wall Street se convirtiera en un problema de todo el país”. Qué bueno, pero ¿qué no es el país el que pagará esos 700 mil millones? ¿No saldrá ese monto de los contribuyentes, a la vez que será “necesario” desviar recursos fiscales para atender las urgencias de los tiburones y no las de los programas sociales de beneficio común?
Lo anterior se constata cuando se revisa cómo se reparte el “pastel” fiscal en Estados Unidos, es decir, a dónde van a parar los impuestos que pagan los contribuyentes de aquel país. Antes de que senadores y representantes (que siempre sí, dijeron) aprobaran el “plan Bush” para el “rescate” de banqueros y especuladores, el rey de la fiesta era el sector militar, que engulló el 42 por ciento de lo fiscalmente recaudado, cerca del doble del presupuesto para salud, 4.6 veces más de lo canalizado al combate a la pobreza, casi 11 tantos por arriba de lo asignado a educación, capacitación y servicios sociales, y multiplicado por 14 si la comparación se hace con lo canalizado a medio ambiente. Para ser más claro, de cada dólar fiscal, 42 centavos se destinaron a engrasar la maquinaria de guerra, 22 centavos a salud, 9 centavos al combate a la pobreza, tan sólo 4 centavos a educación, capacitación y servicios sociales, y apenas 3 centavos al medio ambiente, de acuerdo con información (2007) del propio gobierno de aquel país.
Entonces, después de la aprobación del “plan Bush” para rescatar a los barones del dinero y la especulación, ¿cómo quedaría el reparto de ese mismo pastel? De entrada, no se tocarán los citados 42 centavos de cada dólar para la industria militar; por el contrario, es previsible que la proporción aumente, de tal suerte que nada raro sería registrar un recorte en los demás programas: de salud para abajo, pasando por educación, desarrollo comunitario y combate a la pobreza, entre otros, a menos que recurran al endeudamiento, con lo que la bomba deficitaria estadunidense sería del tamaño del mundo. Todo, para que los dineros de los contribuyentes, desviados al “rescate”, no dejen de fluir.
Y para eso de los números rojos, George Bush júnior –como en su momento el senior– se pinta solo: Bill Clinton le pasó la estafeta con un superávit presupuestal de 86 mil millones de dólares, y el texano heredará un déficit estimado en poco más de 602 mil millones de billetes verdes, sin considerar la enorme bola de nieve que implica el autorizado “rescate” para los tiburones financieros y bursátiles estadunidenses.
Qué bueno, pues, que el inquilino de la Casa Blanca asegure que “se ha actuado de manera audaz para evitar que la crisis en Wall Street se convirtiera en un problema de todo el país”. Eso sí, ahora el gobierno de aquel país y la clase política en su conjunto hablan de “responsabilidad”, “vigilancia”, “supervisión” y conexos, cuando su abandono, junto con la insaciable voracidad de los barones del dinero y la especulación, fueron las causantes del crack.
Lo llamativo de todo esto es que los demócratas –oficialmente en contra del “rescate”– aportaron más votos (2 por uno) para el tan ansiado sí buscado por Bush, que los correligionarios del propio inquilino de la Casa Blanca. Los primeros representaron 66 por ciento de la afirmativa, contra 34 por ciento de los republicanos. En la negativa la relación fue a la inversa. El hecho es que con ese resultado, 250 mil millones de dólares salieron del horno y el resto será sobre pedido.
A los contribuyentes gringos les repiten la dosis: les “regresarán” unos cuantos billetes verdes (“devolución de impuestos”, según pomposa definición de quienes aprobaron el “rescate” urdido por Bush) para que, mientras los gastan, les roben miles de millones de dólares en impuestos para atender las urgencias de los barones de Wall Street, y se enteran que la pérdida de empleo en su país alcanzó una cota no registrada desde 2003, con la cancelación de 159 mil puestos de trabajo no agrícolas tan sólo en septiembre pasado, el noveno mes consecutivo con pérdida de empleo. Dicho sea de paso, el 6.1 por ciento de la población estadunidense en edad y condición de laborar se encuentra en la desocupación abierta.
Ahora que si de seriedad y empleo se trata, allí está la magistral declaración del pianista poblano que devino secretario del Trabajo de la “continuidad”, Javier Lozano Alarcón, justo cuando la tasa oficial de desempleo abierto reporta el nivel más alto desde la crisis de 1995: “el gobierno federal se prepara para recibir a connacionales que regresen al país debido a la crisis económica en Estados Unidos… contamos con mecanismos, mediante el Sistema Nacional de Empleo, para atender este retorno” (La Jornada). Eso sí, que no sean muchos, porque ya la cosa cambia: “espero, insisto, en que el regreso (de la paisanada) no sea tan impactante como para tener que hacer ajustes mayores a nuestras políticas”, que tan resultonas han salido.
Pobre hombre, si el “presidente del empleo” es un rotundo fracaso y ni siquiera puede con los que se quedaron, habrá que imaginar qué haría con los que regresen. Y que Javier Lozano Alarcón mejor toque el piano.
Las rebanadas del pastel
Dos jovenazos, Andrés Leonardo Gómez Emilson y Marco Virgilio Jiménez Santiago, se aventaron la puntada de llamar por su nombre a Felipe Calderón en un acto oficial: “espurio”, le gritaron, y los siempre ágiles gorilas del Estado Mayor Presidencial de inmediato fueron tras sus huesos. Los encerraron, interrogaron e incomunicaron por más de una hora, lo que es ilegal, para después “remitirlos” al Ministerio Público (“por la probable realización de conductas que son sancionadas penal o administrativamente por la legislación vigente”, según Los Pinos. ¿Es un asunto penal mentarle la madre a un funcionario?), en donde fueron notificados que “se pueden retirar”, porque “el presidente respeta su modo de pensar y no actuaría en su contra” ni “formularán cargos”. Ajá, pero ¿en calidad de qué los detuvieron, interrogaron e incomunicaron? Por mentirosos no, desde luego.