jueves, 5 de febrero de 2009

Recreo

J. Luis Medina Lizalde
Publicado en Imagen, Zacatecas el 5 de febrero de 2009

Todo indica que la fiesta terminó

Cuando hay que “amarrarse la tripa”, el ciudadano se torna hipersensible

AL PRINCIPIO
Felipe Calderón y Ernesto Zedillo mostraron idéntica visión económica al encomiar el salvaje Fobaproa que le costó a la nación 20 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto para salvar, de su propia avaricia, a los banqueros a cambio de nada, lo que permite anticipar que nuevamente se usarán recursos públicos para auxiliar a la minoría con más riqueza en el país, cuando en los propios Estados Unidos están haciendo público cada dólar que el gobierno le da a banqueros e industriales, sin permitirles el cinismo de gastar en lujos como el que se pensaban dar los directivos de Citygroup, que pretendían comprar un lujoso jet privado en 50 millones de dólares hasta que el gobierno de Obama “los metió en cintura”.
El dólar casi alcanza los 15 pesos y el gobierno no reacciona con sentido común reduciendo los elevadísimos ingresos de los altos mandos, y ya empieza a afectar a los más desprotegidos de los empleados públicos.
La dilación en tan siquiera determinar el lugar en donde se construirá la refinería, obedece a una incapacidad para gobernar o a la despreocupación por la situación de la gente.
Esa visión en la que coinciden Zedillo y Calderón es la que ya ni los que la impusieron, defienden.

HACE FALTA EL ESPIRITU DE TLALTENANGO EN VILLANUEVA
Uno de los buenos momentos de Amalia García como gobernadora, es cuando se trasladó personalmente a Tlaltenango para participar en las labores de auxilio a los damnificados del desbordamiento del Xaloco.
La eficaz respuesta de los tres niveles de gobierno, junto con la coordinación de las diversas dependencias desde los primeros días de la desgracia, fueron atribuidas a la presencia de la gobernadora, a quien de paso se le valoró positivamente que decidiera cancelar un viaje al extranjero con motivo de la inundación, aunque después la torpe utilización propagandística del siniestro terminó por desandar lo andado.
Ahí surgió la grandilocuente expresión del “espíritu de Tlaltenango”, como si de describir una epopeya se tratase; como poco imaginativa fórmula de referirse a la solidaridad con que los pueblos suelen enfrentar las desgracias colectivas.
Lo anterior viene al caso porque en Villanueva se viven acontecimientos desgraciados como la ejecución de un jefe policiaco como secuela trágica de la implantación territorial de una delincuencia desbordada, al tiempo que la gobernadora se encuentra en el extranjero.
En Tlaltenango, ningún funcionario se echó a la hamaca porque ahí estaba la gobernadora. El esmero en cumplir el deber tenía la doble motivación de la solidaridad y la valoración de la gobernadora.
No había modo de minimizar, ni de agrandar los hechos, mucho menos de ocultarlos, porque lo que ahí pasaba, la gobernadora lo sabía por ella misma.
Pero sobre todo, los gobernados no se sentían solos.
En Villanueva, en cambio, como antes en Jerez cuando la emboscada a los agentes policiacos, o todavía más atrás cuando los disturbios en el Cereso, la gobernadora se vuelve dependiente más allá de lo razonable, de lo que otros, y no precisamente los gobernados, le quieran informar.
El hábito de viajar está generalizado en la clase gobernante mexicana. Los pretextos nunca faltan a los imaginativos regidores, legisladores, presidentes municipales y gobernadores.
En su defensa esgrimen una modernidad mal entendida, pero todo indica que la fiesta terminó, pues si en tiempos normales la ciudadanía registra como derroche injustificado lo que en viajes se gasta, en tiempos en donde hay que “amarrarse la tripa”, el ciudadano se torna hipersensible.
No se trata de optar entre extremos, pero un gobernante tiene que justificar cada paso si le preocupa lo que de él se piense.
Fox acaba de confesar que dejaba encargado el “changarro”, y dejó al país hecho un desastre.

AL ÚLTIMO
La violencia policial contra los de San Salvador Atenco hace más de dos años, trajo tanto desprestigio al régimen mexicano, que a la Suprema Corte no le quedará más remedio que emitir una resolución en donde reconoce las bajezas en que incurrieron los policías federales y del Estado de México que intervinieron en la represión.
Algo que sobresale en esta historia es el ominoso silencio de muchos medios informativos mexicanos, cuya cobertura escasa y sesgada, en nada se compara con el profesionalismo con que cubrieron los acontecimientos los medios europeos, estadounidenses y latinoamericanos.
Ojalá eso propicie la revisión de las infames sentencias que recibieron los líderes.

Nos encontramos el lunes en El recreo.