lunes, 9 de febrero de 2009

Recreo

J. Luis Medina Lizalde
Publicado el 9 de febrero de 2009 en Imagen, Zacatecas.

Intolerable, improvisación en puestos de mando policial

AL PRINCIPIO
Tal como sucedió en Pasta de Conchos con la trágica muerte de más de 60 mineros, el derrumbe de un edificio en construcción en Guadalupe, Zacatecas, el pasado viernes 6 de febrero, es el resultado de la irresponsabilidad empresarial privada en combinación con la irresponsabilidad pública.
Tal como sucedió en Pasta de Conchos, la secuela homicida tiene su origen en la búsqueda de ahorro a costa de la seguridad de los que se ganan el sustento en trabajos de por sí rudos, como para que todavía lo realicen sin las mínimas garantías.
Las autoridades laborales hace mucho que olvidaron el espíritu tutelar del trabajador del artículo 123 constitucional y la legislación derivada, el espíritu que exhiben es el de “la borrachita” de Tata Nacho “pa’ servirle al patrón”.
El IMSS, muchas veces inflexible hasta lo antisocial, en esta ocasión se exhibió gravemente omiso cuando aparece que los humildes trabajadores de esa obra carecen de esa elemental protección.
Si una obra de esas dimensiones se realiza prácticamente “en sus narices” sin que se cubran los trámites que tan severamente exigen las autoridades a los simples mortales, una de dos: o el déficit de atención alcanza niveles extremos, o hay el nacionalmente acostumbrado trasfondo de “entendimientos extralegales”.
Si en Pasta de Conchos el poder económico derrotó a la justicia, no necesariamente tiene que ser así en el trágico derrumbe en Guadalupe.
Un exhaustivo e integral deslinde de responsabilidades debe servir para prevenir más tragedias perfectamente evitables.
El caso tiene probables implicaciones penales y tomando en cuenta que el mismo tuvo lugar en un municipio incluido en el único distrito judicial en donde ya está vigente el juicio oral, los zacatecanos podremos saber si los cambios introducidos nos dan una mejor justicia.

¡UUUFFF, VAYA SEMANA!
La detención en flagrancia de secuestradores y la consecuente liberación de sus víctimas en Jerez y el enfrentamiento de soldados y policías con individuos armados en Fresnillo, con secuela de varios muertos, es un indicio de que la presión social para que la autoridad actúe está siendo atendida.
Si estamos ante un cambio de actitud y hay la disposición de rectificar el enfoque de negación de la grave realidad en la que estamos inmersos, procede revisar las decisiones que en materia de seguridad pública han tomado los ayuntamientos y el gobierno del estado.
La improvisación en los puestos de mando policial era socialmente tolerable cuando las tareas a cumplir eran de poca dificultad comparadas con las de estos momentos. En lo que más se fijaba la gente era en la actitud, en cambio ahora, sin dejar de lado los modos, se impone la aptitud.
Supongamos que en la integración del grupo de funcionarios con responsabilidades en la seguridad pública no hayan influido subjetividades derivadas de incondicionalidades reales o fingidas, parentescos o grupalismo político, lo cierto es que la situación zacatecana ha dado un vuelco dramático y el sentido común indica que cuando eso sucede, los que antes eran adecuados dejan de serlo.
Los asesores en seguridad, si es que así se les puede llamar, han sido incapaces de anticipar la evolución de los acontecimientos y han contribuido a un discurso oficial sobre el tema totalmente contraproducente.
Si hay presidentes municipales que suponen que su deber se reduce a pedir ayuda a los gobiernos estatal y federal es porque ignoran su misión constitucional, lo mismo es aplicable al gobierno del estado.
Si las facciones partidistas suponen manipulable el tema de la seguridad en contra de sus adversarios, es que ni idea tienen del reto que rebasa a todos los partidos, pero además, cuando la casa se incendia lo inoportuno se torna estúpido.

AL ÚLTIMO
Quienes lo imaginaron manipulable “fueron por lana y salieron trasquilados”.
Aún no conozco político más autónomo en sus decisiones que el famoso “rey”. Lo constataron los académicos y los periodistas, los perredistas y los panistas, su rusticidad era tan genuina como inteligente.
La mercadotecnia política empírica era lo suyo. En una región corría la voz que rifaba prostitutas y en otra que entregaba figuras de santos en los mítines.
Rechazó el recinto oficial para rendir protesta como presidente de Jerez y lo hizo en la plaza de toros bajo el cobijo de nuestra bandera y la de los gringos.
Andrés Bermúdez construyó un mítico personaje que le sobrevivirá.

Nos encontramos el jueves en el recreo

luismedinalizalde@gmail.com