José Agustín Ortiz Pinchetti
La Jornada, 21 de septiembre 2008
■ ¡Es la ética, estúpido!
¿Por qué el prestigio de AMLO continúa vigente para millones de seguidores? Ha sufrido una campaña de aniquilación inteligente y perversa. Una campaña de medios se ha construido para calumniarlo y a la vez borrar su imagen. Aunque es pacifista se le atribuyen intenciones golpistas. Lo combate el gobierno, el PRI subvenciona a sus enemigos internos. Muchos compañeros de partido lo traicionan. Pero el núcleo de leales se mantiene intacto y también esa roca de millones de entusiastas. En cada municipio del país hay por lo menos un grupo obradorista y éste tenderá a vincularse en una tupida red. Se convertirán en una organización política nacional. Al preguntarles a los obradoristas por qué siguen con Andrés Manuel, contestan: ante todo porque es honesto, no traiciona, ni roba, ni miente. Es curioso, no hablan de su carisma, de sus cualidades para el gobierno o la maniobra, sino de su rectitud.
Aquí aparece, un tanto desconcertante, el tema de la ética en nuestra vida pública. Creo que hay una desesperada hambre y sed de rectitud y que ésta irá creciendo ante el desplome progresivo del Estado-nación. Confío en que los políticos del futuro cuando quieran conquistar votos tendrán que demostrar a la gente que cumplen lo que dicen y que no utilicen el poder para saquear. Espero que los jóvenes políticos apunten en sus tarjetas para recordar en sus discursos: “¡es la ética, estúpido!”
AMLO parece formar parte de una tendencia universal: rescatar la actividad pública, que ha entrado en todas partes en decadencia por haber permitido que la codicia se impusiera a los principios y cerrar los ojos ante la corrupción de especuladores y de líderes.
México no saldrá del atrapamiento en que está mientras no ataque el cáncer que corroe a su clase dirigente. No será fácil, pues no existe sanción social para estos desacatos. He visto algunos de los peores líderes y a funcionarios venales entrar en un restaurante y ser saludados como héroes por empresarios, profesionistas, comunicadores. Repase mentalmente quiénes son los aliados sindicales del actual régimen. En cualquier país serían repudiados hasta por sus propias familias y probablemente estarían en la cárcel.
La tragedia del 15 de septiembre en Morelia nos hace mirar desde el borde del precipicio. Si no cambia la actual trayectoria, podemos hundirnos en un proceso que haga fallido nuestro proyecto nacional. El único elemento esperanzador es ese reclamo de rectitud que ha arraigado en parte de la población y que pudiera volverse una exigencia imposible de esquivar para los gobernantes.