martes, 2 de septiembre de 2008

México S.A.

Carlos Fernández-Vega
La Jornada, 2 de septiembre 2008


■ A falta de resultados, frases célebres y más discursos

Para un país a la deriva, resultado de cinco gerentes consecutivos carentes de brújula política, social y económica, frases como “México está en marcha”, “Vamos por el rumbo correcto” y “Avanzamos en la dirección correcta” no sólo son obligados clichés en el discurso oficial, sino muestra contundente del elevado grado de cinismo que profesan quienes dicen “gobernar” este heroico país.

En veintiséis años corridos, cinco especímenes del zoológico político nacional han repetido hasta la ignominia frases como las citadas, en su intento por hacer a un lado la cada día más drástica realidad mexicana. A los grandes problemas nacionales, discursos, muchos discursos, como Felipe Calderón entiende muy bien. En su primer “informe”, el actual inquilino de Los Pinos felizmente no incluyó esos clichés, pero avanzada su estancia en la residencia oficial, sin capacidad de respuesta ni maniobra, reventándole en la cara las promesas incumplidas y la crispación social, más rápido que una saeta las incorporó a su segundo “informe”, pletórico de evasivas e increíbles justificaciones.

Así, quien no puede ni con el triciclo no encontró mejor forma de presentar su segundo “informe” que una frase repetida hasta el hastío por sus cuatro antecesores: “en suma, la transformación de nuestro país está en marcha y avanza en la dirección correcta”, aunque “falta mucho camino que recorrer”, dice el creativo michoacano.

Que “vamos por el rumbo correcto” lo han dicho todos los gerentes instalados en Los Pinos, y allí están los resultados políticos, económicos y sociales. Que “el país avanza en la dirección correcta”, y México va a la deriva sin proyecto de nación. Que “hay que redoblar esfuerzos”, cuando ni siquiera arrancan. Que “hemos actuado con firmeza y decisión para fortalecer el estado de derecho y garantizar la seguridad pública en todo el país como condiciones indispensables para el desarrollo”, mientras éste brilla por su ausencia, la impunidad está en su apogeo (Mouriño sentado a su diestra), la estadística delictiva reporta alza sostenida y rebosan las marchas de protesta ciudadana.

Que “la política económica ha buscado crear las bases para impulsar una economía competitiva y generadora de empleos, mediante estrategias dirigidas a fomentar la inversión productiva, ampliar las capacidades de las personas y promover un mayor crecimiento de la productividad”, dice Calderón, mientras México desciende varios escalones en competitividad, el “crecimiento” es menor al que reporta Haití, que ya es decir, y la tasa de desocupación abierta (incluida la oficial) alcanza un nivel socialmente explosivo, mientras la inflación corroe los de por sí agujereados bolsillos de los mexicanos.

Y lo mismo para “la salvaguarda de la integridad territorial y la soberanía de la nación”; las “medidas contracíclicas adoptadas durante 2008 por el gobierno federal para hacer frente a un entorno económico externo adverso” (adentro todo funciona como relojería suiza); la política fiscal que no combate evasión ni elusión, pero sí robustece los regímenes de privilegio para los que deberían ser los grandes contribuyentes; la educación, la ciencia y la tecnología y lo que se quede en el tintero.

En fin, “logros” virtuales a granel que no resisten la mínima confrontación con la realidad, en línea con las “cifras históricas” y los “resultados extraordinariamente buenos” y los “éxitos rotundos” que a lo largo de seis años reportó el ahora “estratega” Vicente Fox, quien sin duda alguna superó con creces a sus maestros tricolores de la verborrea y el incumplimiento perenne. A falta de resultados, frases célebres y más discursos.

A estas alturas, pues, ni siquiera se toman la molestia de ser creativos, o cuando menos intentarlo. Son ya tan parecidos, que a la hora del discurso es difícil saber quién es el tricolor y cuál el blanquiazul, aunque ciertos amarillos no lo hacen nada mal. Por ello, como ayuda de memoria, va un rápido paseo por las frases célebres (léase clichés) a la hora de “informar” a la nación sobre lo bien que lo han hecho, sin olvidar que el formato original corresponde a Luis Echeverría Alvarez (“necesitamos firmeza en el rumbo para que no se comprometa el progreso ni se afecte la unidad que México va conquistando; hay rumbo, hay mando, hay destino”) y su eco José López Portillo (“tenemos el camino y tenemos el rumbo: el rumbo trazado, entonces como ahora, no habrá de torcerse: ésa es la determinación del gobierno; falta mucho; pero está trazado un rumbo que ya se recorre”).

Después del creador, los fieles. Decía el siempre creativo Miguel de la Madrid que “tenemos un claro sentido del rumbo que queremos; conocemos el rumbo. No habrá obstáculo que frustre la construcción de la grandeza de la nación mexicana (por cierto, la por entonces diputada priísta Elba Esther Gordillo respondió el quinto Informe de gobierno de MMH y cerró su discurso así: “hay rumbo y hay mando”). El resultado fue devastador.

El primer inquilino de Los Pinos chaparro y pelón (sin lentes), Carlos Salinas de Gortari, además de prometer el paraíso vestido de primer mundo, reiteró que “tenemos rumbo y hay mando; ratificamos el rumbo que hemos elegido: para todos es necesario tener claro el rumbo. Nada más riesgoso que la confusión; los vientos del cambio sólo nos serán favorables si mantenemos el rumbo, nuestro rumbo; México tiene rumbo, porque tiene historia, memoria y valor; nuestro rumbo económico es el del mundo, el de la nueva generación, el del bienestar de México; no habrán variaciones”.

El del “bienestar de la familia”, Ernesto Zedillo, fue más parco. Agarró un estribillo y no lo soltó a lo largo del sexenio: “se ha mantenido el rumbo”, mientras el de las ideas cortas y la lengua larga, Vicente Fox, se dio vuelo: “mi gobierno avanza con el rumbo claro; cambio con visión y con rumbo; hemos avanzado y tenemos rumbo; con responsabilidad y rumbo claro estamos avanzando en la construcción de un mejor futuro; México camina con paso firme y rumbo definido. Los logros son claros, pero insuficientes”.

Y ahora con ustedes, el segundo inquilino de Los Pinos chaparro, pelón y con lentes: “la transformación de nuestro país está en marcha y avanza en la dirección correcta”, aunque “falta mucho camino que recorrer”.

Las rebanadas del pastel

De inmediato, se escuchó la atronadora ovación que le brindaron los 50 millones de pobres (cifra oficial), el voluminoso ejército de reserva, el 10 por ciento de la población económicamente activa que en los últimos ochos años emigró para buscar la vida fuera del país y, en fin, todos los mexicanos que, como Calderón, saben que se “avanza en la dirección correcta”.