J. Luis Medina Lizalde
Imagen, 8 de septiembre 2008
Tiranizan en nombre del turismo
No conviene a Domínguez Garay iniciar con el estigma de que su palabra no vale
AL PRINCIPIO
Leo con asombro que en Jerez se hostiliza a los humildes vendedores de tunas para que abandonen el Centro Histórico.
Una idea clasista e ignorante impone una estética de lo urbano en donde no hay lugar para quien se gana la vida ofreciendo lo que puede.
Las vendimias callejeras le dan identidad a calles y zonas enteras de cualquier ciudad del mundo.
Los que viajan observan emocionados cuando un pobre recoge monedas mientras que con el turbante en la cabeza toca la flauta frente a la serpiente que emerge del canasto en Nueva Delhi.
El que visita Egipto paga con gusto para saber qué se siente cabalgar en un camello bajo la amistosa supervisión del camellero.
Los centros históricos son centros vitales, centros nerviosos llenos de colorido humano.
Los turistas sí distinguen entre centros históricos y ruinas arqueológicas; es un prejuicio aldeano el que lleva a tiranizar a la gente en nombre del turismo.
ASÍ SUCEDE CUANDO
SE ACUERDA EN
PRIVADO LO QUE ES DE INTERÉS PÚBLICO
El médico Francisco Javier Domínguez Garay tomó posesión como rector el 6 de los corrientes.
Lo hace, como varios de sus antecesores, inmerso en secuelas postelectorales.
No hay modelos académicos a debate en esta conflictiva; el reclamo de los que protestan no puede ser más diáfano: hay acuerdos políticos por cumplir y cargos administrativos qué repartir.
La génesis de la situación es la misma de otras ocasiones: un marco jurídico disfuncional y deficiencias de conducción.
El proceso electoral estuvo a punto de judicializarse, por ejemplo, cuando se modifica la fecha electoral sin adecuado soporte jurídico.
La legalidad imperante deja huecos que se llenan con negociaciones, con acuerdos como los que invocan los actuales disidentes.
Después de un tiempo de acciones y reacciones se acomodan los intereses en una coexistencia salpicada de discordias episódicas, hasta que un nuevo proceso electoral sube el volumen de los adjetivos.
En la UAZ los actores se conocen, viejos lobos de Marx, participan de la misma identidad colectiva, por eso la universidad es fuerte, porque nos es entrañable a muchos.
Cierto: Las elecciones en la UAZ tiene un grado de inequidad, pero nadie, hasta ahora, le ha regateado legitimidad al nuevo rector.
Ojalá Domínguez Garay no se deslumbre con los usos y costumbres de una clase gobernante decadente, prisionera de lo irrelevante.
Que no despilfarre los recursos de la universidad en su promoción personal, quedará mejor parado dándole voz a los hechos.
Que no por pararse el cuello de “buen gestor”, le haga pensar a la sociedad que a la UAZ le sobra el dinero. Él sabe que no es así, que el desfinanciamiento gradual de la educación pública es política oficial desde hace rato.
No por nada ya la UAZ rechazó este año a más jóvenes que la Universidad Potosina.
En la coyuntura se habla de un acuerdo según el cual la Secretaría General le corresponde a la segunda fuerza.
De otro modo, nos comentan que las elecciones no se hubieran celebrado.
Al rector investido con legitimidad de origen, ahora que va en pos de la legitimidad derivada de su ejercicio, no le conviene iniciar con el estigma de que su palabra no vale.
Al licenciado Jorge Luís Chavira tampoco le conviene el estigma del mal perdedor que busca con la presión lo que las urnas le negaron.
Es difícil saber qué parte habla con la verdad, así sucede cuando se acuerda en privado lo que es de interés público.
Queda la ruta del acuerdo entre las partes, debidamente avalado por el Consejo Universitario, o una decisión de este órgano colegiado, que tendrá toda la legitimidad si sus integrantes deciden ser voceros de sus electores y no de sus impulsores.
Pero la solución verdadera demanda el perfeccionamiento jurídico de la vida universitaria, objetivo al alcance del esfuerzo, bajo la conducción política de Domínguez Garay y la contribución especializada del abogado Jorge Luís Chavira y sus más leales seguidores.
La UAZ lo vale.
AL ÚLTIMO
Los operadores de palacio de gobierno se afanan en desactivar las protestas de sanmarqueños, profesores desempleados, profesores empleados pero democráticos, antorchitas, barzonistas y petistas.
Se trata de que nada ni nadie perturbe la ceremonia del cuarto informe de gobierno.
Ya es suficiente tener que digerir los posicionamientos partidarios de los opositores como para todavía tener que aguantar escenas de disgusto social, dirán los responsables de que todo parezca bien aunque no lo esté.
En cambio, Felipe Calderón se evitó el estrés del primero de septiembre y se dio el lujo de decir todo lo que le vino en gana en el Canal de las Estrellas durante varios días y sin que nadie le dijera mentiroso.
La diferencia entre el cuarto informe de la gobernadora y el segundo de Felipe Calderón, es que a éste último su oposición sí lo comprende.