Alfredo Jalife Ramhe
La Jornada, 24 de agosto 2008
■ El declive de las trasnacionales petroleras anglosajonas
Antes del exquisito posicionamiento de Rusia en el Cáucaso, tránsito de los hidrocarburos del mar Caspio a los mares Negro y Mediterráneo, el orden geoenergético mundial había variado sustancialmente a favor de los estados nacionales y en detrimento de las trasnacionales anglosajonas.
El triunfo geoestratégico de Rusia en el Cáucaso sobre Georgia (aliada insensata de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel) consolida el nuevo orden geoenergético global en medio del incipiente orden multipolar.
En este contexto, David Wighton, editor de negocios del londinense The Times (22/8/08) –propiedad del superbélico Rupert Murdoch y muy cercano a las trasnacionales británicas Shell y BP– abunda sobre el desasosiego que cunde en las grandes petroleras anglosajonas del planeta.
Advierte sobre el “lúgubre invierno en el frente energético” cuando el “precio del petróleo se ha vuelto a agitar” debido a la “guerra del Cáucaso, el nacionalismo petrolero, China y la OPEP”; en síntesis: una pésima receta para las principales trasnacionales petroleras anglosajonas, que han visto declinar sus acciones en el reciente trimestre pese a sus ingresos históricos. Las tres primeras, ExxonMobil, Royal Dutch Shell y BP, “han perdido casi la quinta parte de su valor de mercado” y sus cotizaciones se han vuelto sumamente volátiles.
Más allá de la disminución abrupta de las reservas mundiales del petróleo convencional, explica que las “principales trasnacionales petroleras se encuentran al final del ciclo de crecimiento de producción que empezó en la década de los 80 cuando fueron rescatadas (sic) por el descubrimiento de Prudhoe Bay (Alaska) y Brent (Mar del Norte)”.
El inconveniente para las añejas “siete hermanas” petroleras anglosajonas es que no se contemplan mayores descubrimientos, lo cual las puede convertir en “empresas aburridas”.
Para el colmo, el “gran hallazgo brasileño en Tupí no fue realizado por una trasnacional petrolera anglosajona, sino por una empresa estatal, Petrobras”, lo cual conlleva “un mensaje muy claro para Chevron, Exxon, BP y Shell: podemos explorar sin ustedes”.
¿Lo entenderán la pareja entreguista Calderón-Mouriño, la dupla desnacionalizante Reyes-Kessel y la tripleta nihilista Beltrones-Labastida-Gamboa, quienes no saben cómo regalar los pletóricos yacimientos del Golfo de México a las trasnacionales gallegas y texanas?
A juicio de David Wighton las trasnacionales anglosajonas no se darán por vencidas e intentarán fusionarse: BP con Shell, y ésta con el Grupo BG. La “más vulnerable” es BP, que ha sufrido severos golpes en Rusia (su asociación tambaleante con TNK) y ahora en Georgia (el oleoducto BTC). El “mas probable depredador (¡súper-sic!)” es ExxonMobil, que cuenta con un inmenso yacimiento en Qatar, y cuyo “valor de mercado excede al de las británicas BP y Shell juntas”.
Cuando las trasnacionales petroleras no pueden crecer por sus propios medios, entonces se dedican a “firmar cheques y a emitir acciones”, expone David Wighton. Pero ahora el grave problema de tales trasnacionales radica en que su socia, la banca, también anglosajona, se encuentra en plena insolvencia.
Wighton no pierde el tiempo en citar siquiera a la pirata española Repsol (ranking 92 frente a Pemex ranking 42 de la revista Fortune), con la que está fascinada la pareja gubernamental Calderón-Mouriño. Curiosamente, Repsol, cuyo país de origen prácticamente carece de hidrocarburos, sobrevive gracias a los beocios de México y Perú.
Lo mas trágico es que para los aldeanos “neoliberales” del PAN y el PRI el mundo sigue igual desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS dos años más tarde.
Los neoliberales del “PRIAN” (acertado término acuñado por el socialdemócrata Luis Sánchez Aguilar, extrañamente accidentado en la Carretera del Sol, como lo fue el presentable panista José Ángel Conchello en la de Querétaro) todavía no se percatan de que el modelo neoliberal feneció como consecuencia de los rescates gubernamentales de los bancos privados insolventes en el G-7 (John Plender, “El regreso del Estado”, The Financial Times, 21/8/08) ni son capaces de percibir que se han abierto ventanas geopolíticas de oportunidad, a raíz del nuevo orden multipolar y el flamante orden geoenergético mundial, para aplicar una relación menos asimétrica con las petroleras depredadoras de Estados Unidos y España.
Destaca el nuevo ideólogo energético del PRI, el diputado José Ascención Orihuela Bárcenas, furibundo promotor de los biocombustibles, por encargo clandestino (ni lo ha de saber) de Samuel Bodman, secretario de Energía de Estados Unidos, quien exulta que los mexicanos coman motores en lugar de maíz y trigo (ver Bajo la Lupa, 18/6/08). De tal degradación son los actuales “legisladores”, quienes firman sus enmiendas sin saber a quién sirven en última instancia.
El mundo paralizado de los neoliberales del “PRIAN”, que llaman “modernización” sin conocer su semántica (significa: “característica de los tiempos presentes”, The Oxford Universal Dictionary), sigue siendo su múltiple fijación patológica al fracasado TLCAN, al entreguista ASPAN, a la desnacionalizante Iniciativa Mérida, y ahora a la super-bélica Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD, por sus siglas en inglés; ver Bajo la Lupa, 18/6/08). Es decir, la integración financiera, energética, militar y en materia de seguridad a los designios geoestratégicos de Estados Unidos, en los que, por sus resultados cataclísmicos, México se ha hundido en la mediocridad sin haber obtenido nada a cambio.
Mientras todos los principales países productores se han encumbrado relativamente en sitiales envidiables (Rusia, Venezuela, las petromonarquías árabes e Irán) gracias a los ingresos descomunales del oro negro, la única excepción desaforada la constituye la “clepto-kakistocracia” (“el hurtador gobierno de los peores”) del México neoliberal, el cogobierno del “PRIAN”.
Baste señalar que en la aciaga fase panista de la dupla Fox-Calderón, que acumuló los mayores ingresos petroleros de la historia en alrededor de 600 mil millones de dólares, México se desplomó en su producto interno bruto, según datos del FMI, del noveno lugar, que tanto cacareaba el locuaz Fox a inicios de su sexenio, hasta el decimoquinto lugar en el primer año de Calderón (quien alucina grotescamente llevar sin instrumentos a México a la cuarta potencia mundial en la próxima generación).
Una caída de siete lugares en el PIB mundial en siete años es aterradora y expresa, pese al alza estratosférica de los hidrocarburos y la plata, una gestión peor que mediocre del panismo delamadridista-salinista-zedillista.