viernes, 15 de agosto de 2008

Opinión de Víctor Flores Olea en El Universal

El doble secuestro


Por supuesto que la zozobra, que en muchos es llanamente terror, es uno de los naturales resultados de la publicidad (que no reprocho) de que ha sido objeto la ola de violencia y asesinatos que parece tragarse a nuestra sociedad, sin distinciones entre rangos sociales y clases. La sociedad secuestrada se ha repetido. Pero el reproche que hago a los comentarios y comentaristas es que en su inmensa mayoría enfocan el grave problema como una exclusiva cuestión de penas y castigos (hasta han surgido aquí y allá nuevas alusiones a la pena de muerte o a la prisión perpetua).

No, está archiprobado que la cuestión no es de cárcel y de penas mayores, y menos con la corrupción e impunidad que domina casi todas las esferas de la “cuestión pública”: policías y jueces, ministerios públicos y organizaciones de inteligencia, también en las altas esferas de funcionarios, sin lo cual, por eso lo digo, resulta inexplicable la ola de asesinatos, secuestros, extorsiones (o tráfico de drogas) a que está sometida la sociedad entera. Últimamente a lo que parece de manera más aguda.

No, los estudiosos del tema coinciden en que son los tiempos de crisis económica y de ausencia de futuro para capas enteras de la sociedad las que están en la raíz de la violencia delincuencial. La falta de trabajo, la ausencia de escuelas y universidades, la vida de las familias en el lindero de la miseria sin salida, los jóvenes intoxicados por la representación mediática, a diario, de una violencia cruel que se les ofrece como única opción de vida, las grandes urbes sin oferta para existencias diferentes y constructivas. Todo esto resulta la matriz de una nueva “cultura” de la violencia y de la vida que se invierte en el instante en que se consuma. La vida como aventura efímera que no tendría por qué prolongarse más (en la medianía de quien no tiene otra salida).

Sí, las abismales diferencias de riqueza entre los mexicanos, la infinita desigualdad de oportunidades entre las diversas clases y orígenes sociales, los mundos cerrados que vive una agobiante mayoría de compatriotas: he allí la verdadera raíz de la violencia desatada que sufrimos. Lo demás (la cuestión de las penas, de la eficacia policiaca, de la abismal corrupción en todos o casi todos los ámbitos de la vida pública, la enorme impunidad), sí, por supuesto que tiene gran importancia y debe atacarse y resolverse, pero resulta menor ante el abismo de una sociedad desgarrada como la nuestra entre la miseria y la riqueza insultante. Entiéndase bien: estas reflexiones son más de orden social que moral: sólo una sociedad más igualitaria podrá vencer este flagelo de la violencia indiscriminada que nos tiene en la zozobra y en la desesperación.

Sí, nuestra sociedad está secuestrada por la violencia, pero está doblemente secuestrada por las abismales desigualdades de vida y oportunidades entre los mexicanos.

Escritor y analista político