José Agustín Ortiz Pinchetti
La Jornada, 3 de agosto 2008
Porfirio Muñoz Ledo ha presentado La ruptura que viene (Grijalbo, 2008), colección de artículos, ensayos y entrevistas trabajados por Porfirio durante ocho años. Él la subtitula como La crónica de una transición fallida. Así la lectura deja un sabor amargo: constatar lo que pudo ser y no fue. El libro contiene una vibración amenazante al pronosticar implícitamente una ruptura. Rompimos, dice Porfirio, con un sistema, pero no acertamos a crear otro. Yo voy más allá. El viejo régimen se ha prolongado y se han hecho más atroces sus defectos.
La proximidad de una ruptura la intuye gran parte de la población. Es como si nos aproximáramos a un hecho ominoso sin saber bien qué factores lo determinan y las consecuencias que producirá.
Sus causas son evidentes: la clase política y las instituciones que administra están en una descomposición acelerada. La corrupción y la impunidad crecen en todas partes. La eficacia de los órganos del Estado disminuye. Ante esta circunstancia emerge una sociedad cada vez más contestataria y exigente. Aunque no se ha estudiado el fenómeno en profundidad, los analistas aceptan que ha habido un crecimiento de la conciencia pública y de la participación. El éxito de la consulta sobre el petróleo y la fuerza del obradorismo no partidista en todo el país y otros muchos fenómenos lo confirman. La energía vigorosa de una sociedad nueva e inconforme y la incapacidad de reformarse del aparato y de sus manipuladores crean un arco de tensión.
No existe una sola medida tomada por el actual gobierno ni un indicio de acuerdo entre todas las fuerzas políticas que tienda a disminuir estas presiones. Por el contrario, varias crisis convergen: aumentan los crímenes y se desmorona el aparato de seguridad. Al déficit agrícola no se le da ninguna respuesta. Estamos entrando en una recesión. Aumenta la inflación y disminuye el crecimiento. Todos los índices de la vida social y económica van a la baja. La reforma petrolera promovida de modo irresponsable pone en vilo al país.
La acumulación de estas contradicciones anunciaría una crisis mayor. Ésta sería la causa eficiente de la ruptura. Al agotarse el proyecto y la capacidad de manipulación del régimen, tendría que sobrevenir otro pactado entre los actores políticos y los grupos de interés. Antes pensé que la ruptura era posible, hoy pienso que es probable. Es imposible prever qué tan cerca está. Podrían pasar años sin que se produjera o sobrevenir en un horizonte más cercano, al filo de las elecciones de 2009 o 2010, cargado de simbolismos. Tampoco puede desecharse la posibilidad de que las cosas y el país siguieran fluyendo en una decadencia agónica. El deterioro no tiene límites.