09 de abril de 2008
Ante la polémica sobre la participación de miles de mujeres en la resistencia civil pacífica contra la privatización del petróleo, es importante revisar el papel de éstas en los grandes acontecimientos de la historia, así como las luchas femeninas por la igualdad de género.
En este artículo abordaré algunos antecedentes internacionales. En el siguiente me referiré a la experiencia mexicana.
Durante la Revolución francesa, un gran número de mujeres tuvo conciencia de la desigualdad que enfrentaba y luchó por sus derechos, en especial los políticos, que constituían la premisa indispensable para lograr sus derechos sociales y económicos.
No obstante el hito histórico que significó para todas las sociedades modernas la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, las mujeres quedaron lamentablemente excluidas de estos beneficios en la Constitución francesa y en el Código Civil Napoleónico.
El nuevo sistema reconoció prácticas sociales, políticas y jurídicas bajo una estructura patriarcal, y con ello sustentó la división sexual del trabajo. Se establecieron, así, diversas formas de opresión y subordinación de la mujer al hombre, con base en la distinción de la esfera privada como territorio femenino, y del ámbito público como espacio masculino.
En las nuevas leyes, la paradoja resultaba obvia: las mujeres tenían obligaciones y sanciones, pero no se les reconocían sus derechos. Olimpia de Rouge lo clarificó en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, publicada en 1791. El problema quedó resumido en una frase del artículo décimo: “Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener igualmente el derecho de subir a la tribuna”.
El desarrollo industrial del siglo XIX y las luchas obreras de la época, significaron un espacio de acción en el que las mujeres adquirieron protagonismo.
En un comienzo, las obreras no lograban articular en un frente común las demandas sociales y políticas con las demandas de género, pero atinadamente, en 1843, Flora Tristán, francesa de ascendencia peruana, escritora libertaria, concibió la alianza entre feminismo y socialismo y planteó que para lograr una clase obrera sólida se tenía que reconocer la igualdad entre hombres y mujeres.
Al iniciar el siglo XX, Rosa Luxemburgo, mujer de ideas y de acción, y líder del Partido Socialdemócrata, encabezó importantes acciones obreras en su natal Polonia y en Alemania, lo cual le valió ir a prisión. La feroz oposición de compañeros de lucha a su participación y liderazgo le hizo entender que la emancipación de las mujeres sólo podía provenir de las propias mujeres. Que era un asunto de conciencia.
Lo mismo ocurre hoy en México. Nuestra lucha es un caso de conciencia. Que ni se equivoquen los maledicentes: somos protagonistas, no acompañantes.