Carlos Fernández-Vega
La Jornada, 3 de enero 2009
■ El sector laboral, el más golpeado por la crisis
■ El lunes, fin de la pachanga
Sin duda alguna, uno de los costos más drásticos de la crisis se registra en el sector laboral. De acuerdo con la tradición, a lo largo del 2009 una gruesa cantidad de puestos de trabajo en el sector formal de la economía se sacrificarán para que mengue la ira del “catarrito”, dejando en el infortunio a miles de familias.
Se escuchan las advertencias de los especialistas en economía que para México el año recién iniciado será uno de los peores en lo que a generación de empleo formal se refiere. En sí, dicho aviso es alarmante, aunque invita a reflexionar sobre lo que ciertos sectores califican de “peor año”, toda vez que, si se revisan los resultados en materia de creación de puestos de trabajo, el país lleva cuando tres lustros al hilo registrando esa condición.
Si el término correcto es “peor entre los peores”, entonces sí agárrense. En cambio si para ellos “peor” simple y sencillamente quiere decir igual a lo sucedido en años anteriores, la situación, sin dejar de ser dramática, podría calificarse de “normal”.
En los últimos quince años, alrededor de 18 millones de mexicanos se incorporaron al mercado laboral, y en ese mismo lapso la creación de empleos en el sector formal de la economía (de acuerdo con la estadística oficial) no pasó de 4.5 millones, es decir, tan sólo el 25 por ciento de la demanda real fue satisfecha, o si se prefiere que en esos tres lustros apenas 25 de cada 100 mexicanos en edad y condición de laborar pudieron colarse al cada vez más pequeño sector formal de la economía.
Así, con ese dato a la mano, ¿qué sentido tendrá la advertencia de “peor” lanzada por los especialistas económicos? Por ejemplo, en lo que va del siglo XXI se registraron dos años en los que la creación de empleo formal oficialmente reconocido como tal (la estadística del IMSS) apenas alcanzó ni para satisfacer el 2 por ciento de la demanda real. Esta locura se registró en 2003, cuando el gobierno foxista se vanagloriaba de reportar “cifras históricas” en la creación de puestos de trabajo. Pues bien, ese año las “cifras históricas” se tradujeron en 25 mil puestos de trabajo en la economía formal. Un año antes, en 2002, se crearon 61 plazas. En un bienio, pues, sólo 36 de cada mil mexicanos logró emplearse en el sector formal. Si eso no puede calificarse de “peor”, entonces 2009 pinta para ser el acabose.
Entre otros “logros”, la economía mexicana se caracteriza por su permanente raquitismo en lo que a crecimiento se refiere, y una de sus principales consecuencias es la falta de empleo formal. En esos quince años sólo ha podido satisfacer el 25 por ciento de la demanda de puestos de trabajo en el sector formal. Todo indica que ese resultado debe ser tipificado como el peor entre muchas naciones, pero a ojos de los especialistas, el gobierno y sus discursos no pasa de ser folclor. Y todo ello sin considerar la pésima calidad de dichos puestos de trabajo.
¿Cómo debe entenderse, entonces, aquello de 2009 “será uno de los peores en lo que a generación de empleo formal se refiere”? Lo anterior, porque en tres lustros el promedio anual de generación de empleo formal en el país es ligeramente superior a 290 mil plazas, cuando la demanda real es de 1.1 a 1.2 millones. Si eso no es una crisis en el sector laboral, ¿entonces qué es?
Hasta noviembre pasado, oficialmente se reconocía una tasa de desempleo abierto de 4.47 por ciento (poco más de 2 millones de mexicanos en el desamparo laboral total), la más elevada del siglo XXI en plena “Presidencia del empleo”. A pesar de la evidencia, el discurso del inquilino de Los Pinos no se ha modificado un ápice. En plena sacudida económico-financiera, con una enorme sonrisa ha dicho que “hoy, a pesar de las circunstancias, seguimos generando empleo nuevo y vamos a seguir generando empleo nuevo… En esta administración, en estos dos primeros años, con todo y los problemas económicos del mundo estamos generando más de 800 mil nuevos empleos (en dos años y pico), no sólo no informales, sino formales, registrados en el Seguro Social y con pago de su cuota… Vendrán meses difíciles, sí. Pero tengan la seguridad que una vez que termine esta crisis, o esta circunstancia que, a final de cuentas es coyuntural, México tendrá una economía más fuerte, generará más empleos y podremos ir más aprisa” (como chiste, es extremadamente cruel).
Qué debemos esperar en este que puede ser uno de los “peores” años en materia de empleo. ¿Se repetirán los resultados de 2002-2003 que se citan? ¿Registraremos los de 1995 (815 mil empleos perdidos) o los de 2001 (267 mil cancelados, en ambos casos según la estadística oficial? ¿O nos vamos con el triunfal discurso del inquilino de Los Pinos?
No llevará mucho tiempo elegir entre las tres opciones, pero en vía de mientras, la Organización Internacional del Trabajo recuerda que para los más de mil 500 millones de trabajadores asalariados en el mundo “se avecinan momentos difíciles”, porque “el crecimiento económico lento o negativo, junto con precios muy inestables de alimentos y energía, erosionarán el salario real de muchos, en particular de los hogares pobres y de bajos ingresos. Las clases medias también se verán gravemente afectadas”.
En el futuro inmediato, subraya la OIT, “se prevén momentos difíciles para muchos trabajadores; es probable que se intensifiquen las tensiones por los salarios, y que el lugar de trabajo resulte más vulnerable a los conflictos salariales. Estimaciones del FMI sugieren que en 2009 los salarios reales caerán 0.5 por ciento en los países industrializados, y que el crecimiento salarial mundial aumentará hasta un máximo de 1.1 por ciento”.
El empleo asalariado representa aproximadamente la mitad del empleo total, y esta proporción crece en casi todas las naciones. Por ejemplo, cita la OIT, de 2001 a 2007 los salarios medios reales crecieron 1.9 por ciento al año, o menos, en la mitad de todos los países analizados. No obstante, hubo grandes divergencias regionales. En las naciones industrializadas la media salarial aumentó alrededor de 0.9 por ciento anual. Las cifras comparables fueron de 0.3 por ciento en América latina y el Caribe, 1.7 por ciento en Asia y 14.4 por ciento en la Confederación de Estados Independientes (CEI) y países de Europa central y sudoriental no pertenecientes a la Unión Europea, que se recuperan de las graves reducciones salariales que tuvieron lugar en las primeras fases de la transición económica, tras el derrumbe de la Unión Soviética. “Estas divergencias pueden observarse también entre países. Por ejemplo, el crecimiento real de los salarios fue próximo al cero por ciento en el Japón, España y Estados Unidos, pero alcanzó 10 por ciento anual o más en China, Rusia y Ucrania”.
Las rebanadas del pastel
A partir del lunes, se acabó la novela rosa del Lupe-Reyes.