J. Luis Medina Lizalde
Imagen, Zacatecas 12 de enero 2009
Víctimas de la kakistocracia
Fracasarían los juicios orales en delitos complejos
AL PRINCIPIO
La introducción de los juicios orales es un experimento que busca adaptar nuestra institucionalidad judicial a la visión de los Estados Unidos.
Varias generaciones de televidentes mexicanos están familiarizados con los rituales de este tipo de procesos, gracias a las series que de manera continua narran casos que hacen brillar, cuando menos en la tele, a la justicia gringa.
En mi modesta opinión, el hecho de que, tal como sucede con los testigos protegidos, los juicios orales se originen en la influencia gringa en el modo de pensar de nuestros gobernantes, no significa que debamos rechazarlos sin examinar sus pros y sus contras.
Una nación es más fuerte entre más abierta permanece a lo que otras culturas aportan a la humanidad, siempre que el discernimiento colectivo entre en juego para no confundir la mente abierta con la mente
colonizada.
EMULANDO A LA TREMENDA CORTE
En Zacatecas, esta semana se difundió un caso en donde bastaron tres días para resolver el caso del robo de una computadora portátil, caso que a la justicia tradicional bien le pudo llevar un año, quedando de manifiesto que sí hay ventajas derivadas de la innovación.
Sin embargo, el tono propagandístico con el que se difunde esta información no permite aclarar que la rapidez con que se desarrolló el proceso estuvo determinada porque no se requirió de
investigación.
El rezago creciente de averiguaciones previas y la gran cantidad de delitos que permanecen sin aclarar, el retraso en el cumplimiento de órdenes de aprehensión, el empleo de la policía ministerial en funciones de prevención, la insuficiencia de los servicios periciales y la dependencia estructural del ministerio público respecto al grupo gobernante, permiten anticipar el fracaso de la justicia oral cuando se trate de delitos de mediana complejidad si antes no se reforma la procuración de justicia.
LOS ESTRAGOS DE LOS KAKISTÓCRATAS
La kakistocracia es un concepto propuesto por Michelangelo Bovero para referirse “al gobierno de los peores”, los más ineptos o corruptos.
Pues bien, todo indica que los zacatecanos estamos en la lista de sus víctimas.
La ilegítima pretensión del secretario de Trabajo, Javier Lozano, de imponerles líderes a los mineros que sean del contentillo del empresario Germán Larrea, ha ocasionado un conflicto que repercute severamente en los hogares de los mineros en huelga en Sombrerete, Zacatecas, en Cananea, Sonora, y en Taxco,
Guerrero.
Después de más de año y medio de huelga, en mucho ayudaría una iniciativa de la gobernadora en el seno de la Conago para construir una salida política al conflicto, aprovechando que uno de los afectados es el gobernador de Sonora, de gran influencia en esa instancia.
Claro, una premisa básica es el irrenunciable derecho de los trabajadores mineros a mejorar sus condiciones y a escoger a sus dirigentes.
LOS DELIRIOS PRIVATIZANTES
El territorio zacatecano contiene en sus entrañas la riqueza suficiente para la vida próspera de sus habitantes.
Tan sólo la plata y el oro, puestos al servicio de la colectividad, nos colocarían muy distantes de nuestra condición de expulsores de mano de obra barata.
La razón de que eso no suceda está en que a la clase gobernante no le parece lógico que los recursos que nos brinda la naturaleza sean patrimonio público.
En Mazapil, dos empresas de transportistas locales “se agarran del chongo” disputándose el trabajo que genera la mina Peñasquito, para la empresa canadiense Gold Corp.
La solución es bien sencilla: utilizar su propia maquinaria.
Se entiende que a ellos no les importe el angustioso trasfondo de pobreza y desempleo detrás del conflicto, pero ni el pueblo ni el gobierno pueden ignorar la experiencia histórica de los zacatecanos con la explotación minera:
Después de una época de oferta de trabajo, queda pobreza, enfermedades, falta de empleo y un medio ambiente severamente dañado.
Ahí esta Noria de Ángeles como testimonio.
AL ÚLTIMO
Hoy reaparece el frente de un noticiero radiofónico matutino la gran profesional del periodismo Carmen Aristegui.
El episodio que la sacó de la W demuestra la tensión no resuelta entre el periodismo profesional, y atrasados empresarios de la comunicación que no conciben la existencia de sus empresas fuera de “la sombra que dan Los Pinos”, como dicen los Tigres del Norte.
La alternancia no corrigió la intolerancia a la crítica, intolerancia que no solo refleja ausencia de voluntad democrática sino también ausencia de inteligencia.
Si los gobernantes de los países del “socialismo real” hubieran contado con periodistas del tipo de Carmen Aristegui, la inconformidad popular no los hubiera agarrado como al tigre de Santa Julia
Nos encontramos
el jueves en el Recreo
luismedinalizalde @gmail.com