lunes, 26 de enero de 2009

RECREO

Publicado en Imagen el 26 de enero de 2009
Bloqueo en Villanueva, muestra de tensión con la autoridad

Hay más preocupación por encontrar a los autores intelectuales de las protestas, que a los de secuestros

Al principio

La historia de horror es como sigue:

El viernes 16 del presente por la noche, irrumpieron unos individuos que se dijeron de la AFI preguntando por el profesor Roberto García Cárdenas y se lo llevaron del billar, enfrente de la presidencia municipal.

El profe Roberto es jubilado y dedicado a la venta de pollo en el mercado, es un conocido prestamista. Sus captores lo sometieron a brutales golpizas y allanaron su hogar, de donde se llevaron objetos de valor, pagarés y otros documentos de sus deudores, soltándolo mediante el pago de una fuerte cantidad el miércoles 21.

Luego vino lo peor: los delincuentes secuestraron a sus hijos, un joven invidente y una jovencita madre de una criatura de dos meses.

El profe Roberto, sabedor de la brutalidad de los secuestradores, grabó mensajes y un “Rufis Taylor” de Villanueva perifoneó dos días la ciudad para pedirle a los que le debían que le pagaran el capital sin los intereses y que si alguien se interesaba en comprar alguna de sus propiedades, lo buscara.

La manera de intentar reunir el monto del rescate estremeció el alma de todo un pueblo que no entiende como un suceso de estas dimensiones era ignorado por la autoridad y los medios de comunicación.

Sólo así escuchan

El bloqueo a la carretera Zacatecas-Guadalajara a la una de la tarde del sábado. Hablo con automovilistas y traileros y me sorprendo de la simpatía que muestran con quienes les impedían el paso.

La tensión que parece desbordarse es la de los manifestantes con la autoridad, excepción hecha del Ejército; quieren que éste controle el municipio, que desarmen a la policía, dicen algunos, “que mejor los destituyan, porque para desarmarlos primero hay que armarlos” dicen otros.
Alguien me aparta y me señala a tres individuos “como gente de Los Zetas”, otros me comentan del riesgo de represalias y me ratifican la presencia de “gente al servicio de Los Zetas”.

Pero cuando sugiero que se los señalen a la autoridad ahí presente, en automático reviran con el clásico: “de güey lo hago.”

Bajan del vehículo Carlos Pinto, secretario general de gobierno, Ambrosio Romero, procurador, y Antonio de la Torre, presidente municipal, acompañando al profe Roberto, viva imagen de la desolación y les dice que recibió una llamada del “comandante de los sicarios” para que le pida a la gente que desaloje la carretera porque “si no le matan a sus hijos”.

Lo dice sin fuerza, como si el abatimiento lo tornara indiferente al efecto de sus palabras, o como si estuviera acatando un plan para que las autoridades resolvieran el bloqueo, no lo que había originado el bloqueo. La gente olió a truco y ahí siguió.

Después de una andanada de reclamos, los funcionarios convienen en la destitución de los 42 policías y se enfilan hacia la presidencia, pero después de un rato regresan sin haberlo hecho porque, a decir de Carlos Pinto, el presidente cambió de opinión, (cambio que según me narra un testigo, se produjo inmediatamente después de una llamada al presidente recibida durante el trayecto a la sede municipal).

En el momento que discutían sus diferencias el secretario general de gobierno y el presidente municipal, llega un piquete de soldados con el rostro cubierto y se acercan a la bolita formada alrededor de Carlos Pinto.

Me percato de que el jefe de la Policía Federal Preventiva le hace notar mi presencia al jefe de los soldados y segundos después, un militar empieza a fotografiarme, lo cual confirmo al frustrarle varios intentos, obligándolo a desplazarse para lograr su cometido.

Supuse que para el comandante Tiburcio yo era el Cuauhtémoc Espinosa de esa movilización, pues momentos después, me habló del mal manejo del problema y de la afectación a terceros. Hube de decirle mi interés periodístico en el caso.

Horas después llegó el acuerdo que resolvió el bloqueo, pero no el drama que lo originó.

Al último

Ahora los secuestradores actúan al descubierto y quienes ocultan el rostro son las fuerzas del orden, las autoridades exhiben más preocupación por encontrar autores intelectuales de las protestas por los secuestros, que por dar con los secuestradores y hasta en eso, “se les hace bolas el engrudo”.

Mientras tanto, ayer en Villanueva, muchas mujeres hacían colecta para pagar el rescate, atendiendo el exhorto del cura de San Judas Tadeo, abogado de las causas difíciles.

Nos encontramos el jueves en el Recreo

luismedinalizalde@gmail.com