jueves, 22 de enero de 2009

Opinión de Orlando Delgado Selley en La Jornada

El suelo se les ha movido

La mayor economía del mundo está muy debilitada por la irresponsabilidad de unos, pero también porque no se tomaron las medidas necesarias para prepararla para una nueva era. Esta sentencia es dura, pero más el reconocimiento de que la gente ha perdido hogares, empleos, negocios y que el servicio médico es muy costoso. A estos indicadores de la crisis hay que agregar la falta de confianza, el temor a la declinación de Estados Unidos. Reconocer esto en el discurso inaugural es valiente. No proponer salidas sería terrible.

Para ello se requiere terminar con los reclamos mezquinos y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas desgastados que han estrangulado la política, actuar audazmente para crear empleos y asentar los fundamentos del crecimiento. Obama señaló: “los cínicos no entienden que el suelo se les ha movido, que los argumentos políticos desgastados que nos han consumido por tanto tiempo ya no se aplican. La pregunta que nos hacemos hoy no es si el gobierno es muy grande o muy pequeño, sino si acaso trabaja, si ayuda a las familias a encontrar empleos decentes, a tener cuidados médicos que puedan pagar y a tener una jubilación digna”.

Inmediatamente esa sentencia sacudió Wall Street y sacudió también a muchos gobiernos que han estado muy por debajo de lo que la gravedad de la situación económica demanda. Gobiernos como el de México, que durante meses se propuso convencernos de que la crisis no afectaría nuestra economía, que seguiríamos creciendo. Recordemos que en agosto, al entregar los criterios de política económica, planteó para 2009 un crecimiento de 3 por ciento, semanas después lo redujo a 1.8, en enero acepta que habrá crecimiento cero, lo que seguramente se reducirá pronto a una caída entre -1 y -1.5.

Por supuesto que ese optimismo gubernamental no contagió a nadie. Por el contrario, la percepción social es que la crisis hace tiempo llegó a México. El gobierno ha tenido que plantear programas y acuerdos que anuncian medidas tímidas, cuando lo que se requiere son acciones audaces que tengan el propósito explícito de crear nuevos empleos, no de ampliar los programas de empleo temporal. Programas que se propongan asentar los fundamentos del crecimiento, no apoyos inocuos a la economía familiar, a la competitividad de las PyMes con un gasto público más transparente.

El suelo se le ha movido a un gobierno sin instrumentos económicos y sin capacidad para ayudar a las familias a encontrar empleos, pero no temporales, sino decentes. Empleos decentes son aquellos que tienen cinco características: se trata de trabajos productivos y seguros, con respeto a los derechos laborales, con ingresos adecuados, con protección social y con libertad sindical, negociación colectiva y participación. Un gobierno tiene la responsabilidad fundamental de ayudar a que sus habitantes tengan empleos decentes.

En un país como el nuestro, del que emigran en busca de empleo cerca de 450 mil personas anualmente, es indispensable que esos empleos decentes existan para evitar que la sangría de capacidad productiva continúe. El gobierno tiene que cuidar a la población y garantizarle una jubilación digna. En todo esto consiste precisamente su trabajo. Se había olvidado deliberadamente, para poder proponerse atender los requerimientos de los más prósperos, lo que está en la naturaleza del modelo de desarrollo que han impulsado los gobiernos mexicanos desde 1982 hasta este crítico 2009.

El suelo se le ha movido a un gobierno insensible frente a la desesperanza, incapaz de garantizar los más elementales derechos: seguridad, trabajo decente, educación de calidad, salud. El mundo ha cambiado. La crisis obliga a actuar con decisión y eficiencia, a obtener resultados, no sólo a “echarle ganas”. Se trata del retorno de los valores básicos: trabajo duro, honestidad, coraje, justicia, tolerancia, lealtad y patriotismo. La época de las ganancias rápidas ha pasado. Es un tiempo nuevo que requiere nuevos instrumentos. Requiere que el país se mueva en una nueva dirección. Requiere, en fin, un nuevo gobierno.