viernes, 16 de enero de 2009

Recreo

J. Luis Medina Lizalde
Imagen, Zacatecas 15 de enero 2009

Las redes de la extorsión se extienden

Los operativos mixtos sólo le quitan lo exhibicionista a los delincuentes

AL PRINCIPIO
Los planes anti-crisis son el tema dominante a lo largo y ancho del país. La población es bombardeada con las tradicionales manifestaciones de auto elogio y de servilismo institucionalizado que se desata a la menor provocación y en contrapartida los respectivos opositores no se quedan atrás con sus andanadas de descalificaciones a las medidas anti-crisis, inmediatamente tildadas de electoreras, insuficientes y tardías.
A pesar del diverso origen partidista, los gobiernos municipales, estatales y federal anuncian lo mismo. Reducción de obligaciones fiscales e incremento de subsidios, disminución de gasto corriente e incremento de la inversión pública, con énfasis especial en la infraestructura.
La coincidencia también incluye el despilfarro de fondos públicos en la promoción de los gobernantes, que buscan proyectarse tan socialmente sensibles y eficaces, que terminamos agradecidos con Dios por darnos tan buenos gobernantes en tiempos de crisis, haciendo bueno aquello de que “Dios aprieta pero no ahorca”.
Sin embargo, ni con todo el presupuesto se puede soslayar la incongruencia a la que conduce el ejercicio patrimonialista del poder, que se refleja en el viaje a París del presidente de la capital zacatecana para “promover la feria de la plata”.

EN RÍO GRANDE “HUELE A GAS”
Si cuando se trata de denunciar abusos de las fuerzas de seguridad hay miedo, cuando se trata de denunciar a los del crimen organizado, la actitud es de verdadero pánico.
Por eso cuando se producen reacciones sociales como las de los que bloquearon la carretera Zacatecas-Guadalajara, o como la de los que en Jerez conminaron a no participar en el desfile del 20 de noviembre. En vez de descalificarlas, debemos reconocerlas como lo que son: signos de desesperación social.
Ahora la protesta social corre a cargo de los distribuidores de gas LP de Río Grande, surtidores de varios municipios del norte de Zacatecas, quienes han suspendido sus operaciones en demanda de seguridad.
La minimización, o la franca negación de la realidad aumentan el descontento social.
Al principio, el crimen organizado sólo atentaba contra individuos con fama pública de dedicarse a alguna actividad ilícita, ello indujo a mucha gente a confiar en que nada le pasaría a quien viviera rectamente. Semejante actitud le resultó muy “comodina” a las autoridades porque no se ejercía presión social sobre las mismas.
Es preciso admitir que la sociedad zacatecana y los tres niveles de gobierno caímos en la estrategia del crimen organizado al no reaccionar con prontitud ante las primeras evidencias de una delincuencia mucho más peligrosa que la tradicional, regalándoles un tiempo precioso para que se implantaran en el tejido social.
Es advertible que el crimen organizado opera preferentemente en las zonas rurales y en cabeceras municipales alejadas de los más grandes centros urbanos del estado, y que no realizan secuestros de alto impacto, pero el fenómeno no es estacionario.
Las redes de la extorsión son cada vez más extendidas. La migración originada en la inseguridad va en ascenso. Los operativos mixtos sólo le quitan lo exhibicionista a los delincuentes.
Insistir en la minimización y en la descalificación de las legítimas protestas es además de provocador, totalmente inútil, pues lo que al respecto sucede en Zacatecas ya produjo un reportaje en la primera plana del New York Times, firmado nada menos que por Sam Dillon, uno de los más prestigiados periodistas norteamericanos.

AL ÚLTIMO
La reforma electoral topó con pared ante los poderes fácticos. El Tribunal federal electoral es más obediente de la consigna que nunca.
El intento de ponerle límites al uso de dinero público para la promoción personal mediante la prohibición expresa en el Artículo 134 constitucional, quedó en buenas intenciones, ante la cultura de la ilegalidad que exhiben al respecto los que pagan desde los cargos públicos y los que cobran desde las empresas de comunicación.
El desprestigio de la política y de los políticos fertiliza el terreno para las dictaduras, por ello, cuando los epítetos sustituyen a las ideas y las descalificaciones toman el lugar de los argumentos, se es promotor, acaso sin saberlo, del peor de los autoritarismos.
Cuando desde el poder público se es incapaz de una relación inteligente con la crítica, se proclama a los cuatro vientos la propia ineptitud y de paso, el talante autoritario que los hace vivir la falsa disyuntiva de la represión o el soborno.
A diferencia de las democracias de a de veras, en México el periodismo moral y profesionalmente solvente lo es a pesar y no gracias al gobierno.
Nos encontramos el lunes en el Recreo

luismedinalizalde @gmail.com