Los debates sobre la reforma petrolera en el Senado de la República han confirmado el diagnóstico y propuestas que hemos sostenido desde hace muchos meses.
Paulatinamente se han ido logrando consensos; los mitos se derrumban; se confirma que las iniciativas del Ejecutivo carecen de un enfoque integral, de una visión de largo plazo, que no abarca ni siquiera al sector energético en su conjunto y que malamente se aboca únicamente a Pemex, sin visualizar una transición ordenada y gradual para los próximos 30 años que combine el uso y la producción de combustibles fósiles con las energías alternativas y atienda a las crisis alimentaria y los efectos del cambio climático.
La urgencia del tesoro escondido se diluye ante la racionalidad económica de preparar a Pemex para su manejo al ritmo y conveniencia del país. El fantasma de convertirnos en importadores netos de petróleo se desvanece ante las pruebas de que contamos con recursos y reservas suficientes para alargar la vida útil de los hidrocarburos. Los compromisos geopolíticos de abasto se debilitan ante el enfoque de privilegiar el uso y conservación del petróleo y su renta para las siguientes generaciones. Ya pocos creen que la transformación del petróleo no debe hacerse por mexicanos y para los mexicanos.
Ahora que estamos en un mercado de vendedores, obteniendo recursos jamás pensados, la producción decae; hoy se transparentan los efectos de privilegiar la sobreexplotación de yacimientos y descuidar la exploración y la recuperación mejorada; ahora vemos claramente el error de descuidar la refinación y la petroquímica; hoy pagamos las consecuencias de la decisión foxista de subsidiar el consumo de combustibles y de la aterradora corrección que esto implicará; ahora se evidencian las decisiones administrativas que no se adoptaron en los últimos ocho años para fortalecer a Pemex, a pesar de haber sido el periodo de mayores ingresos.
Y hoy, cumplido el propósito de poner a Pemex a punto de venta y/o quiebra, se clama por ayuda extranjera, se ilusiona a algunos con posibles tajadas petroleras y, tratando de evadir la Constitución vía modificaciones a leyes secundarias, usan muñecos de ventrílocuo que, sin ningún sustento legal, intentan justificar propósitos equiparando demagógicamente contextos y situaciones diferentes.
Alientan las declaraciones del senador Murillo Karam, secundando las posiciones de Beatriz Paredes respecto a la reforma energética y confirmando el sentir de muchos mexicanos, cuando afirmó:
“Las dos fracciones parlamentarias del PRI, la de la Cámara de Diputados y la de Senadores, estamos planteando y acordamos aprobar todo aquello de la iniciativa que sirva para independizar a Pemex de una dependencia que toma decisiones sólo en función de cuánto dinero le hace falta.
“Las fracciones parlamentarias no vamos a ir a ninguna simulación que permita la operación de refinerías con capital privado. No habrá de nuestra parte una votación favorable para ello, ni la habrá para que los ductos o el almacenamiento se conviertan en un monopolio, que es del Estado, en un monopolio privado.
“No habrá tampoco posibilidad de aceptar en la ley que no estén perfectamente definidos y claros en sus consecuencias y que nos vayamos pensando en que el nombre de uno de los contratos nos defina las situaciones.
“No votaremos por privatizaciones simuladas, no votaremos por otorgar monopolios, pero sí votaremos por darle a Pemex autonomía plena, absoluta y capaz de manejar adecuadamente los recursos que son y deberán seguir siendo de todos los mexicanos”.
Entre los priístas avanza el consenso sobre una reforma nacionalista; pero no hay que disminuir el esfuerzo; el camino es largo.
Analista político