martes, 24 de junio de 2008

Opinión de Ricardo Monreal en Milenio Diario


Populismo de derecha

Cuando la derecha intenta rebasar por la izquierda termina chocando con la realidad. Es lo que evidencian los diversos intentos del gobierno por aparecer cercano a las necesidades de la gente, sin modificar un punto o una coma de la política económica que origina ese malestar colectivo, como la carestía, el desempleo y la desigualdad.

Suministrar aspirinas económicas al enfermo que padece un cáncer social es la esencia del populismo de derecha. “Populismo de derecha sería el que manipula aspiraciones y creencias de los sectores empobrecidos, y hasta incluso satisface parcialmente las menos riesgosas y costosas, para aplicar políticas económicas que van en contra de sus intereses” (“¿Nace un populismo de derecha?” (labarbarie.com.ar).

El método más socorrido del populismo de derecha es tratar de gobernar la economía mediante decretos presidenciales. Un decreto para posponer el aumento de la gasolina, luz y gas. Otro decreto para rebajar las cuotas de las autopistas durante las vacaciones de verano y apoyar así “la economía familiar” durante dos meses. Un llamado al Banco de México para que disminuya las tasas de interés, el que autónomamente hace lo contrario. El más reciente desplante populista es la canasta congelada de productos básicos, que a decir de varios expertos en nutrición, abarroteros y asociaciones de consumidores resultó ser “una tomadura de pelo”.

Para identificar las desviaciones y falsificaciones en las que incurre un populismo de derecha nada mejor que contrastarlo con las versiones originales que hemos padecido en otros momentos de nuestra vida pública. Por ejemplo, cuando Luis Echeverría congelaba el precio de los productos básicos abarcaba todas las presentaciones de la canasta popular, no un grupo de 150 marcas. Anunciaba también cada año una medida complementaria: aumento salarial de emergencia.

De la misma forma, cuando José López Portillo accionaba el Estado corporativo para detener la inflación, reunía a todos los sectores productivos del país (empresarios, obreros y campesinos), suscribía con ellos un pacto en Palacio Nacional y, en efecto, los precios se desinflaban a lo largo de un periodo extenso. Cuando Carlos Salinas redujo en 15 por ciento los precios de los productos básicos, lo hizo a las pocas semanas de haber asumido el cargo, no a los dos años de su elección.

El congelamiento de precios de poco más de 150 productos básicos concertado entre la Concamin y el gobierno federal es una versión apócrifa de aquellos pactos populistas tan añorados. Una versión pirata del populismo económico de “la presidencia imperial”. ¿Ya revisó usted la lista de los productos congelados? Son chiles, atoles y harina para tamales.

El anuncio mismo es un fraude: los dizque 150 productos en realidad se reducen a 24 mercancías de la canasta básica, las cuales tienen 150 presentaciones o marcas. La canasta familiar se integra con 46 productos, de los cuales se controla solamente la mitad. Quedan fuera pollo, carnes, huevos, leche, tortillas y verduras. La canasta que blinda contra la inflación es la llamada “canasta chatarra”, integrada por sardinas, frijoles enlatados, jugos de piña y sopa de lentejas. Es el tipo de despensas que se reparten a los damnificados de los desastres naturales.

Por otra parte, el congelamiento es un eufemismo. En los últimos tres meses esos mismos productos aumentaron entre 20 y 32 por ciento, como le consta a las amas de casa que todos los días hacen el mandado, por lo que los industriales de los alimentos ya se cubrieron, protegieron y blindaron para todo el resto del año. Son como las promociones o “gran barata navideña” de algunas tiendas departamentales: primero suben los precios y luego anuncian las ofertas.

Si el señor Felipe Calderón ya decidió ser populista y gobernar la economía desde Los Pinos, mediante decretos que congelen temporalmente precios, lo debe hacer sin vergüenza alguna y con todos los cánones del manual de procedimientos del político populista. Uno, debería crear una subsecretaría de control de precios en la Secretaría de Economía. Dos, resucitar el desfile del 1 de mayo y anunciar al término del mismo un aumento salarial dos veces arriba de la inflación. Tres, debería olvidarse definitivamente de privatizar el sector energético, porque la primera medida de los inversionistas será aumentar el precio de la gasolina, luz y gas, con lo cual suben todos los demás insumos. Cuatro, el congelamiento deber ser permanente, no por periodos preelectorales.

Claro, el populismo original resulta bastante caro (en el sentido de costos y afectos populares). El populismo de derecha, en cambio, es más barato, como sucede con todo producto pirata.