lunes, 23 de junio de 2008

Opinión de Gonzalo Martínes Corbalá

El impacto de los altos precios de la energía

Todos los importadores, exportadores y consumidores del mundo se quedaron impactados cuando en octubre de 2005 el precio del barril del petróleo llegó a 50 dólares, que era casi cuatro veces el valor nominal de 1998 y el doble del de 2002. De esta manera, los precios no solamente se quedaron allí, como ya bien sabemos, sino que fueron creciendo fuertemente hacia mediados de 2006, rompiendo récords cada vez que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se reunía en Viena.

Hoy día para la mayoría de los consumidores finales de energía los costos reales se han incrementado mucho más allá del precio internacional en términos porcentuales, debido al efecto mitigante de los impuestos, de los márgenes de distribución, de los subsidios y de la caída en el valor del dólar.

La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) estima que los subsidios al consumo en los países que no son de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) llegan a importar más de 250 mil millones de dólares al año.

La fuerte demanda de energía conducida por un crecimiento económico excepcionalmente rápido ha ayudado a subir el precio del petróleo y de la energía desde 1999, pero hay signos de que los altos precios que se han desencadenado en 2007 y 2008 están empezando a frenar el crecimiento de la demanda.

La demanda de petróleo se está haciendo menos sensitiva a los cambios en los precios finales a medida que el consumo está crecientemente concentrado en el transporte, donde la demanda es menos elástica en cuanto a precio.

El ingreso permanece como el factor primario conductor de la demanda de petróleo, gas, carbón y electricidad, cuyo requerimiento global ha continuado creciendo fuertemente en la mayoría de las regiones (IEA, Energy Outlook, 2006), aunque, desde luego, mientras los ingresos se acumulan en las arcas de las grandes trasnacionales petroleras, muy especialmente en Medio Oriente y más todavía en Arabia Saudita, cuyos países se han estado enriqueciendo verdaderamente más allá de los límites razonables, y en cambio los consumidores finales cada vez hacen más esfuerzos para llenar su tanque de gasolina o bien para pagar la cuenta del aire acondicionado o, peor aún, la de las bombas que succionan los pozos de agua que sirven para regar tierras productoras de alimentos, fuente de vida, como es natural, de todos los campesinos y los agricultores en general.

Los precios de petróleo son todavía demasiado importantes para la salud de la economía mundial; sin embargo, la mayoría de las naciones importadoras han continuado creciendo fuertemente, a excepción de Estados Unidos, donde se empiezan a resentir ya los síntomas de una desaceleración de la economía, misma que amenaza con ser demasiado importante, y que, desde luego, puede afectar a la nuestra, la de los mexicanos.

La economía mundial habría crecido más rápidamente si los precios del petróleo, de la gasolina, del gas, del diesel y de la energía no hubieran aumentado tan exageradamente a partir de 2005.

La pérdida de ingreso real y el impacto adverso en el déficit presupuestal y el balance de la cuenta corriente de los países importadores fue proporcionalmente mayor para los países pobres más endeudados.

El impacto eventual de los precios de energía más altos en los prospectos macroeconómicos permanece incierto todavía, en parte porque los efectos de los incrementos en los precios de los combustibles fósiles más recientes, no se han reflejado todavía sobre los sistemas económicos.

Hay señales crecientes de presiones inflacionarias que llevan a tasas de interés más altas. Cuanto más crecen los precios por encima de los niveles actuales, presentan también una amenaza mayor al crecimiento económico en los países importadores.

No en balde el presidente Gorge W. Bush acaba de anunciar desde la Casa Blanca un cambio emergente en la política petrolera de ese país, buscando mayor seguridad energética, reduciendo su dependencia en la importación de petróleo y gas, producidos, dijo él, en algunos casos por países enemigos de él, sin precisar de cuáles está hablando, pero es de suponerse que se refería a Irán en particular.

El presidente Bush habló también de autorizar la exploración en las costas de santuarios ecológicos, como son los de Alaska y de Florida. Todo ello podría eventualmente dar un resultado positivo en cuanto a frenar la desaceleración de la economía estadunidese; lo único que no parece muy fácil es que el vecino país pudiera actuar lo suficientemente rápido como para empezar a cosechar los beneficios de este cambio de su política petrolera, antes de que se desencadene con mayor fuerza la crisis económica interna de Estados Unidos, que pudiera ser la chispa que encendiera otras crisis en otras partes del mundo.

Por lo que a México se refiere no debemos dejar de tener presente que tenemos también cierto grado de dependencia de las importaciones de gasolina, diesel y gas por la frontera norte, cuyos precios han seguido la carrera desbocada hacia el alza, misma que está reflejándose, aun cuando no en toda su dimensión, mientras que el gobierno continúe subsidiando los precios de estos productos, pues de no ser así el impacto en el sector transportes, aéreo y terrestre sería muy fuerte y negativo.