domingo, 22 de junio de 2008

Opinión de José Antonio Rojas Nieto en La Jornada

De otro modo lo mismo

Ya se publicó el Anuario de Energía 2008 de British Petroleum. Junto con los de la Agencia Internacional de Energía y del Departamento de Energía de Estados Unidos, es una fuente de información fundamental para el análisis del consumo mundial de energía primaria, suma del volumen de recursos renovables y no renovables de que se dispone en primera instancia. Menos del 20 por ciento pasa al consumo final directamente. El resto exige transformarse con las tecnologías disponibles. Luego de transformado, también con las tecnologías disponibles, hogares, oficinas, escuelas, ciudades, servicios, industrias, agricultores disponen de iluminación, cocción de alimentos, calefacción, aire acondicionado, refrigeración, movimiento, capacidad de carga, calor de proceso y demás formas útiles de energía.

La fase inicial que permite poner a disposición los recursos primarios –carbón, petróleo, gas natural y uranio; agua y vapor geotérmico para turbinarse; desperdicios orgánicos e inorgánicos, residuos y leña para “quemarse”; fuerza de vientos, de mareas y del sol– se consume energía. También en su transformación. Se identifica con diversos conceptos: transferencias; plantas eléctricas; generación de vapor y de calor; gas de proceso; refinerías; licuefacción y de regasificación; usos propios; pérdidas de transporte, transmisión y distribución; y, para terminar y permitir –como coloquialmente se dice– que los números chequen aunque no cuadren, diferencias estadísticas.

Las cuentas del llamado consumo final se ofrecen por sectores: residencial, comercial, servicios públicos, industria, transporte y usos no energéticos. Bueno pues según esta fuente británica, el volumen mundial de energía comercial consumido en 2007 fue equivalente a 229 millones de barriles al día.

Otras fuentes proponen sumar unos 18 millones de barriles diarios equivalentes a las formas no comerciales de energía (leña, desperdicios orgánicos e inorgánicos rurales y urbanos, energía del sol y del viento no comercializada, entre otras formas descentralizadas de energía). El total equivale a casi 250 millones de barriles diarios. Cerca de 30 por ciento se pierde en el proceso.

Así, el consumo final equivale a 173 millones de barriles diario. Apenas cerca de 17 o 18 por ciento –sí, apenas– se ofrece bajo la forma de electricidad. El resto se da con el consumo directo de refinados (43 por ciento), gas natural (16 por ciento), carbón (9 por ciento) y un resto (16 por ciento) en otras formas, incluidas las no comerciales. La industria concentra 26 por ciento. El transporte 28. Los sectores residencial, comercial y público 37. Y los usos no energético el 9 restante.

La propuesta de incluir el máximo posible de formas renovables de energía es muy importante. Muchísimo. Pero dada la base tecnológica y los patrones actuales de consumo, su uso primordial se concentrará en la generación de electricidad. Si en 35 años más la electricidad llegara a representar –como se estima– al menos un tercio del consumo final de energía y las renovables –como se desea– 20 o 30 por ciento en la mezcla de generación de electricidad, resolverían –por así decirlo– 30 por ciento del 30 por ciento de los requerimientos, menos de 10 por ciento global.

Por eso, un cambio energético de fondo que enfrente no sólo los problemas de exhaustibilidad y del ambiente –sin duda centrales– debe orientarse a la modificación radical de los patrones actuales de consumo. Y orientar y alentar la solución de requerimientos de movimiento, calor de proceso, refrigeración, aire acondicionado, iluminación y demás formas útiles de energía, con nuevos esquemas sociales. Se trata de una tarea social irrenunciable para lograr un mundo otro. En el sector transporte el requerimiento es esencial para una vida distinta, más limpia y sustentable. El 95 por ciento funciona con derivados del petróleo. Por ello concentra 60 por ciento del consumo mundial de estos derivados del petróleo. Cuesten lo que cuesten. Lo vemos hoy. Además y por ello mismo, es uno de los principales responsables de la contaminación ambiental.

De cara a esta realidad terrible, me niego a pensar en una restructuración de Pemex o del sector energía en México, para atender los requerimientos de este patrón dispendioso, regresivo y vil de transporte.

No se vale. Una verdadera restructuración exigiría un aliento fundamental, vigoroso, radical –este y muchos gobiernos y todos los partidos han mostrado su incompetencia en este sentido–, hacia nuevos patrones de resolución de las necesidades de transporte de personas y mercancías. En general, de todas las formas útiles de energía. Es una de las tareas impostergables y más urgentes de la sociedad.

Tenemos que hacer –como reza el título de un hermoso y apreciado libro del maestro Rubén Bonifaz Nuño– tenemos que hacer de otro modo lo mismo. En este caso transportarnos, iluminarnos, cocer nuestros alimentos, calentar nuestra agua, refrigerarnos, acondicionar nuestro ambiente, bombear nuestras aguas potables y negras, y en general tener mayor capacidad de trabajo. Sí, de otro modo lo mismo. Sin duda.

NB. Con agradecimiento a José Manuel Muñoz Villalobos por sus enseñanzas.