José Agustín Ortíz Pinchetti
La Jornada, 27 de julio 2008
■ ¿Y la gente no cuenta?
Llama la atención que aun sin haber estudiado la propuesta petrolera del PRI, el PAN y el PRD se hayan apresurado a darle la bienvenida. Ambos partidos le están concediendo al PRI una posición superior en la política mexicana. En alguna forma le están pavimentando el camino para tener un triunfo en 2009. El viejo partido, al oponerse a la aventura privatizadora de Calderón, ha sido congruente con sus estatutos y con el gusto de su clientela. Pero quiere aprovechar la coyuntura de cara a su asamblea vigésima no sólo para reverdecer sus banderas nacionalistas, sino para obtener ventajas con la reorganización del aparato administrativo de Pemex y acercar a muchos de sus cuadros a grandes negocios. Calderón pierde la reforma original, pero tiene ventajas importantes: continuará sobrexplotando Cantarell y obteniendo recursos estratégicos. Dispondrá de la renta petrolera en forma discrecional y utilizará los excedentes en un año crítico, tanto por la depresión que se anuncia como por ser un año electoral.
Los partidos quieren llegar a un acuerdo y no toman en cuenta a la gente. En las encuestas, las dos terceras partes de la población han podido resistir la costosa ofensiva mediática del gobierno y se oponen a la reforma. Miles o cientos de miles están organizados para la resistencia. Millones de simpatizantes de AMLO y una buena franja de los que votan normalmente por el PRI se oponen. Hoy se realiza la consulta popular en el Distrito Federal y habrá otras el 10 y el 24 de agosto. Muchos sectores, inclusive empresarios y eclesiásticos, se están incorporando a un movimiento sin precedente en México. Esos hechos no cuentan para los parlamentarios.
Entiendo la alegría del PAN: una reformilla puede ocultar la derrota de la aventura de Calderón. Me cuesta trabajo entender el apresuramiento de los perredistas. Pareciera como si el acuerdo cupular intentara “desinflar” la consulta del Distrito Federal. El PRD debería de apostar a ella y tratar de recuperar por ese medio legítimo la popularidad que ha perdido en los últimos meses por el desastroso resultado de sus elecciones internas. En las cúpulas de los partidos ni en el Senado, ni en la Cámara de Diputados, hay una representación cabal de la población. La gente no conoce ni quién la representa. Y para ellos la opinión popular cuenta muy poco.
Hace unos cuantos días, Ana Isabel López, una estudiante avanzada de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, me pidió una entrevista sobre el desarrollo del movimiento obradorista. Es el primer caso que yo conozca que un científico social mexicano se interese por el más grande fenómeno político de los últimos tiempos. Para la abrumadora mayoría de observadores y analistas, lo que ha estado haciendo AMLO viajando por el país y organizando la resistencia, convocando a miles y a millones no tiene importancia efectiva. El despertar de la conciencia sobre la importancia del petróleo y la necesidad de preservarlo como propiedad pública no parece importar a los políticos profesionales. Se equivocan: por primera vez gran parte de la población ha entrado en el foro de la discusión y no será fácil sacarla de ahí.