martes, 22 de julio de 2008

Recreo

J. Luis Medina Lizalde
Imagen, Zacatecas

AL PRINCIPIO

La tragedia nos tocó de cerca, el desbordamiento del Xaloco, en Tlaltenango. Se perdieron cuatro vidas humanas, viviendas y autos siniestrados, negocios arruinados.
En la emergencia no tenemos nada mejor que el Ejército y su plan DN3. Ahí hay que cuadrarse ante la disciplina, la experiencia organizativa y la unidad de mando.
En situaciones críticas, a las autoridades civiles les corresponde asumirse en estado de disponibilidad, proveyendo lo urgente. A la población, como siempre, la solidaridad.
Ya después vendrán las recriminaciones y la patética reivindicación de “méritos”.
Si somos sinceros partidarios del Estado de Derecho, hay que empezar por crearlo, porque lo que se hace pasar por Estado de Derecho, es gato por liebre.
Un tal José González publicó en la década de los 80 un libro en el que se describe asesino a sueldo de presidentes de la República, secretarios de Estado y empresarios connotados.
Reseñó la circulación de la droga entre destacadas figuras de cine, radio y televisión.
El libro se llamó “Lo negro del Negro Durazo”, y fue redactado cuando su exjefe cayó en desgracia, no por lo que decía el libro de marras, sino porque formó parte de “las bajas” del sexenal enfrentamiento entre los que se van y los que llegan (López Portillistas contra La-madridistas, en este caso).

¿CREERÁ QUE NI LA
CONFESIÓN DEL
PISTOLERO NI LAS
DENUNCIAS
MERECIERON
ATENCIÓN DE LA
AUTORIDAD? PUES
ALGO SEMEJANTE
ACABA DE OCURRIR:

El pasado jueves, en el patio del Senado de la República y dentro del debate petrolero, el titular de la Auditoría Superior de la Federación informó de un extenso catálogo de delitos que, a pesar de que fueron turnados a la Procuraduría General de la República y a la Secretaría de la Función Pública, no pasa nada.
Reveló que durante el sexenio de Fox, le fueron devueltos a los grandes consorcios 680 mil millones de pesos, con lo que hubiéramos pagado las refinerías que necesitamos y las plantas de amoniaco para recuperar la autosuficiencia en la producción de fertilizantes.

HAY QUE CUADRARSE ANTE LA
DISCIPLINA

Cuando terminó de hablar el auditor superior de la Federación, el público estaba impactado.
La gran corrupción en el sector privado y la gran corrupción en el sector público (una no existe sin la otra) constituyen la pared con la que siempre topamos.
Sobre todo cuando aquéllos que sustentan sus posturas en la defensa del Estado de Derecho, ante casos como los señalados por el auditor, guardan silencio. Como lo hicieron ante “lo negro del Negro Durazo”.

“¿SE LE CHISPOTEÓ?”

A propósito del debate petrolero, a Felipe Calderón lo traicionó el inconsciente, dijo en Salamanca, Guanajuato, que habría que hacer una reforma que incluyera los puntos de vista de “todas las partes”. ¿Él se asume como parte?, ¿que no representa a todos?
Interpretaciones psicoanalíticas aparte, es advertible el colapso de la propuesta calderonista y la ansiosa búsqueda de la salida decorosa.
Esto puede ser lo que le ofrezcan las cúpulas partidarias que de súbito descubrieron el valor del diálogo, si es que no salen, como cuando lo del Fobaproa, que en la mesa de diálogo dijeron una cosa, y a la hora de votar, otra.

AL ÚLTIMO

Lo sucedido a Santiago Creel, al que borraron de la pantalla televisiva, le pasa desde hace mucho a
muchos.
A unos, la comunicación autoritaria los agravia con el silencio, a otros con la injuria.
Cancelaron el programa “Índice político”, de Francisco Rodríguez, en Radio-Capital; la razón: le cedió mucho tiempo al IFAI en su informe de los contratos de la familia Mouriño con Pemex.
Notables batallas democratizadoras han corrido a cargo de profesionales de los medios. Allí está el trabajo de Paco Huerta, Manuel Buendía Jesús Blanco-Ornelas, nuestro paisano y amigo Óscar Hinojosa, hablando de fallecidos.
Nos quedan, para fortuna de nuestro futuro, Carmen Aristegui, Lidia Cacho, Granados Chapa, Gutiérrez Vivó y muchos más.

EN EL ESTADO DE DERECHO SE DA GATO POR LIEBRE

Hay dos caminos para dejar atrás este esquema de comunicación social cuya esencia moral data de cuando el porfiriato y los dueños del “Imparcial” establecieron las reglas poder-medios:
1) Un marco jurídico de derechos y obligaciones para el público de los medios, los periodistas y las empresas, así lo hacen las democracias.
2) Que la ley de la oferta y la demanda ponga a cada quien en su lugar.
¿Será esto último posible con la enorme concentración de concesiones de radio y televisión?