lunes, 28 de julio de 2008

Opinión de Arnaldo Córdova en La Jornada, 27 de julio 2008

Gobernar el país como una empresa

La derecha como bloque gobernante no está conformada sólo por el PAN en el gobierno ni por la derecha priísta. Sucede también que ni el PAN ni el PRI tienen una militancia uniforme. En ambos partidos hay numerosos empresarios (muchos de ellos de medio pelo y nunca grandes tiburones), clasemedieros tan diversos entre sí que es imposible distinguirlos como un conjunto (muchos son simples reaccionarios ultramontanos, otros son profesionales oportunistas y logreros, otros pequeños empresarios y así por el estilo), el PRI tiene los antiguos sindicatos corporativistas (cuyos dirigentes son ahora empresarios de masas) y muchas organizaciones campesinas (con dirigentes que no son campesinos).

De esa derecha como bloque en el poder forma parte la jerarquía católica, que ha hecho de la máxima evangélica “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” un cómodo estatus de convivencia. Hay también grupos corporativos de profesionales que se dedican a las tareas de consultoría y asesoramiento (esto, en ambos partidos) y que prestan sus servicios a quienes los pueden pagar (sin distinción de colores partidistas, es su lema). Hay, asimismo, simples grupos de fanáticos derechistas que militan por las causas más disímbolas.

En esos términos, podría decirse que se está hablando, esencialmente, de la derecha política incrustada en el poder del Estado y en la sociedad, aunque habría que hacer una excepción a los clasemedieros que se dedican sólo a los negocios. Hay una derecha económica, empero, que es decisiva en la conformación del bloque en el poder: son los grandes empresarios corporativos que dominan la economía del país, que no son sólo mexicanos (pues a éstos se han venido agregando ramas locales de trasnacionales que prevalecen en sectores enteros de las finanzas y de los negocios, principalmente estadunidenses y españolas, pero no sólo). Este es el grupo (se dice que está conformado por no más de 300 corporativos) que ha venido cohesionando ese bloque.

Convertir al país en una empresa no fue una idea de los panistas. Cuando esta idea se puso en marcha éstos todavía se atenían a sus principios de doctrina originales que no tienen nada que ver con ella. Fueron los priístas, ya desde la época de De la Madrid, pero con mayor fuerza en los tiempos de Salinas, los que fueron planteando este proyecto a los grupos empresariales como una gran alianza entre el poder político y el poder económico, cuya distinción, ya se decía entonces, era cada vez más borrosa. Fue en esos días cuando este nuevo bloque gobernante comenzó a funcionar. Los panistas sólo fueron un agregado, a fines de los 90, cuando demostraron que habían entendido la noción.

Fue entonces cuando se decidió, en ese gran bloque de poder económico y político, entregarles el poder. De otra manera resulta muy difícil entender la tersa “transición” que se dio en el 2000. Que Zedillo había decidido entregarles el mando del Estado me pareció siempre una hipótesis muy jalada de los pelos, porque de repente ya el consenso de las más diferentes fuerzas sociales en pugna pareció darse en torno al candidato panista, sin que ello pudiera explicarse con claridad. La imagen de ese Fox que desde fuera imponía su candidatura en el PAN, sin que nadie en este partido pudiera evitarlo, jamás me convenció. Un merolico provinciano, ayuno de cultura y populachero, insólitamente, se convierte en el candidato del bloque derechista en el poder.

Ni Labastida (que parecía más un cartucho quemado) ni Cárdenas (ya para entonces muy desgastado) fueron una amenaza para ese gran bloque de poder, esa Santa Alianza que, en cambio, sintió cercana la helada perspectiva de la derrota con López Obrador. Creo que éste nunca supo contra qué clase de formidable enemigo se enfrentaba hasta que no se dio la desvergonzada maniobra del desafuero. Apelando al pueblo y denunciando ya esa Santa Alianza logró poner a las masas y a los votantes de todas las clases sociales a su favor. Eso empavoreció a la derecha gobernante y se aprestó a defender su poder, como finalmente lo hizo en las sucias elecciones del 2006.

A mí jamás me convenció el pleito casado que agarraron Salinas y Zedillo por el “error de diciembre”. Aquello fue un montaje orquestado desde el bloque en el poder para engordar a los grandes empresarios a costa de una infame megadevaluación. En su nuevo libro, Salinas no aporta ningún esclarecimiento al respecto; prefiere seguir en el terreno de la riña personal y ocultar sus responsabilidades. El atraco en descampado del Fobaproa y los rescates carreteros y otros fueron sólo su secuela. Eso es lo que ha querido decir la frase “gobernar el país como a una empresa”: entregar la riqueza de la Nación entera a los grandes empresarios y gobernar para que ello sea posible y garantizable (y no las insulsas idioteces de Fox: “administrar con la eficiencia de una empresa”).

Los grandes empresarios no gustan de andar metiéndose en los pleitos políticos; prefieren pagarles a otros para que actúen por ellos. Pero tampoco deciden las cosas ellos solos. Ellos sólo hacen sus sugerencias y exigencias y demandan que se cumplan, si no, no hay trato. La clase política derechista sabe que esa es su profesión y la desempeña jubilosa y cumplidamente. El bloque derechista en el poder es, justo, la conjunción letal del poder político con el poder económico verdadero, vale decir, el real dueño de la riqueza del país. Las reformas petroleras de Calderón son el último asalto a la riqueza de la Nación para entregarla a los dueños de la riqueza. Eso es lo que han demostrado los debates sobre la materia.

Los mexicanos estamos hoy enfrentados a esa Santa Alianza del poder político y del gran dinero, y hacía falta una causa “mitológica” y “nacionalista”, como es la defensa de nuestra riqueza petrolera, para poner todas las cartas sobre la mesa. Ahora ya nadie podrá llamarse a engaño, las cosas están más que claras y cada uno puede, como nunca antes, decir lo que piensa y actuar en consecuencia. Eso es lo que han logrado los debates: hacer que se conozca la verdadera realidad y proporcionar el conocimiento necesario para que todos sepan en qué país vivimos y qué es lo que los dueños del poder y de la riqueza se proponen hacer con nuestro país y sus recursos. Sólo les falta el petróleo. Van por él. Y la Santa Alianza sigue sin pagar impuestos.