¿Qué nivel tendrá en el futuro próximo (unos días, una semana, un mes, uno, dos, cinco, 10, 20, 25, 30 años) unos precios del petróleo que entre el martes y el jueves se desplomaron casi 16 dólares? ¿Podrán desplomarse aún más e, incluso, caer severamente? ¿A qué niveles? ¿En cuántos días, semanas, meses o años? ¿Bajo qué condiciones terminarían los efectos especulativos que –sin duda– hoy experimenta violentamente el mercado petrolero?
¿Qué nivel de demanda se registrará con esos precios? ¿Cuáles serán en eso niveles –de precios y de demanda– los costos de producción de los yacimientos más fértiles, sin duda los miembros de la OPEP del Golfo Pérsico que desde hace muchos años concentran 60 por ciento de las reservas mundiales de crudo y sólo 29 por ciento de la producción (37 por ciento en 1974)? ¿Cuál el nivel de su producción? ¿Cuáles, similarmente, los costos de producción de los yacimientos menos fértiles, más lejanos y más caros que, sin embargo, deberán producir para satisfacer la demanda? ¿Qué nivel de producción representarán estos yacimientos caros, los llamados yacimientos marginales, por cierto más altos cuando los productores baratos disminuyen su producción? ¿Cómo podrán evolucionar en el futuro estos costos, considerando, por una parte, la creciente dificultad para localizar y desarrollar nuevos campos, muchos de ellos con crudo de calidad inferior a la actual y, por otra, los desarrollos tecnológicos recientes?
¿Cómo se afectarán los costos y los niveles de producción con los nuevos métodos de recuperación mejorada o asistida de petróleo (EOR, por las siglas en inglés de enhanced oil recovery)? Recordemos, por cierto que Cantarell tiene recuperación asistida, en su caso con nitrógeno, como sólo otros cuatro casos de entre poco más de 400 en el mundo. Y siguiendo con nuestras preguntas, conviene reflexionar sobre el nivel que tendrá no sólo nuestra producción, sino también nuestros costos, con el decaimiento de Cantarell y –sobre todo– una vez que Cantarell se agote.
Estas y otras preguntas son relevantes si queremos ver un poco más allá de nuestra terrible cotidianidad, como parece ser que lo intentan –sin duda– algunas intervenciones realmente importantes en el debate de la reforma petrolera. ¿Por qué es relevante? Múltiples razones. Hoy me concentro en una que –por sí misma– lo justifica: los precios pueden derrumbarse de un momento a otro. Sí. Derrumbarse, como lo hicieron en el verano de 1992. No, sin duda, en los términos, formas y niveles de aquel dramático año, que nos dejó pauperizados durante casi 10 años, justamente por la falta de preparación –no sólo gubernamental, sino social– frente a esa posibilidad.
El comportamiento de los precios de 1992 a 1999 ya demostró lo riesgoso que resultan precios bajos, muy bajos. Creo que el comportamiento de 2000 a 2008 está mostrando los riesgos de precios altos, muy altos. Y no por bajos o altos en términos absolutos. Sino por la lejanía –permítaseme decirlo así– que pueden experimentar –como sucede hoy– de los costos marginales de producción, estimados por diversas firmas financieras en un rango de entre 50 y 60 dólares, o cercanos a 70 dólares, como gustan señalar algunos analistas para quienes el costo de producción de los yacimientos estadunidenses del Golfo de México es el marginal actual. Si así fuera, es decir, si los costos marginales de hoy fueran de 70 dólares por barril para el yacimiento estadunidense del Golfo de México (offshore), un precio de 120 dólares en promedio anual en 2008 para ese crudo estadunidense producido en el Golfo de México significaría una lejanía de casi 50 dólares por barril de lo que podemos llamar el nivel estructural del precio.
Este razonamiento me conduce a pensar en la posibilidad del derrumbe. Y esto a pesar de que sea cierto que apenas en 2008 se pagará por el petróleo un porcentaje del valor del producto mundial ligeramente mayor al que se pagó en 1981 y 1982. Ahora bien, independientemente de la mayor o menor probabilidad que tenga el posible derrumbe de precios –asunto que, en efecto, puede y debe discutirse y que, en mi opinión es cada vez más alta– tengo la impresión de que tampoco esta problemática se ha tratado en el debate actual.
¿Qué hacemos si los precios se caen? ¿Hasta qué nivel podrían derrumbarse? ¿Cómo enfrentaría no sólo Pemex, sino todo el país, este fenómeno? Esto muestra que hay puntos esenciales de la discusión que deben tratarse a la brevedad y con el mayor rigor posible. La caída de precios de esta semana es, apenas, un primer aviso. De veras.