El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entregó el pasado miércoles al Senado de la República los resultados del debate universitario sobre la reforma energética. Lo que más llama la atención es la modalidad de esta aportación. Lo discutido en esa casa de estudios no tomó la forma de un pronunciamiento específico sobre las iniciativas presentadas por Felipe Calderón, como esperaban algunos. Se eludió la presentación de un decálogo, síntesis ejecutiva o manifiesto público en el que se incluyeran los temas candentes en torno de la reforma propuesta por el Ejecutivo, como su improbable constitucionalidad, o los riesgos que representa la participación de las empresas privadas o trasnacionales, entre muchos otros. En cambio, se adoptó una modalidad responsable, sin estridencias, en la que simplemente se pusieron en manos de los legisladores los puntos de vista de los expertos y la vasta experiencia de los universitarios en los estudios sobre este tema.
La discusión en la UNAM fue de muy alto nivel académico y científico. Yo asistí a la mayoría de las sesiones realizadas en el auditorio de la Facultad de Medicina, que es la escuela a la que pertenezco desde hace más de 30 años, aunque a algunos les pese, y a muy pocas de las efectuadas en el Centro Cultural Tlalelolco. A nadie debe sorprender que en los puntos de vista de los especialistas de la UNAM, tanto de las ciencias naturales y exactas como de las ciencias sociales y las humanidades, predominara una posición sumamente crítica hacia las iniciativas de Calderón. Simplemente éstas fueron demolidas punto por punto con base en argumentos basados en el conocimiento del que al parecer se carece o se ignora en los más altos círculos del poder.
Pero creo que una buena síntesis fue la que hizo el rector José Narro Robles en sus intervenciones en torno al debate universitario: a) sí se requiere una reforma energética, no de corto plazo, sino de largo aliento; b) ésta debe ser resultado del diálogo y no de una imposición mediante el uso de la fuerza; c) no debe de dividir, sino de unir a los mexicanos; d) debe estar diseñada para beneficio de todos y no de unos cuantos; e) en México existe capacidad de ejecución; f) la riqueza nacional es de todos y debe servir para alcanzar la justicia social; g) es urgente restaurar el valor de la política y más aún preservar la unidad de la nación.
¿Dónde quedan las iniciativas del Ejecutivo ante estos conceptos? A buen entendedor, pocas palabras. Parece innecesario agregar que estos planteamientos del rector cuentan con el más amplio respaldo de los universitarios, como fue patente en las sesiones del debate realizado en nuestra casa de estudios.
Al día siguiente de que Narro Robles entregó la propuesta de la UNAM, ocurrió un cambio importante en la postura del Ejecutivo respecto de su propia iniciativa. El licenciado Felipe Calderón planteó en Salamanca, Guanajuato, la necesidad de que la reforma petrolera reúna “… los puntos de vista diferentes de todas las partes”.
No quiero decir que esto tenga que ver con los planteamientos del rector de la universidad nacional, pero es una señal respecto de la necesidad de unir y no de dividir. Ahí sí hay una coincidencia. Aunque creo que este mensaje va dirigido principalmente al PRI, su aliado natural para sacar adelante la reforma. Como sea, podríamos preguntarnos cuáles son los puntos que unen y cuáles los que dividen a los mexicanos. El punto principal de divergencia es la participación privada en las operaciones de Pemex. Los puntos de convergencia se pueden dar en otros terrenos, como la necesidad de garantizar la soberanía energética, a la que también aludió Calderón en su mensaje.
En el debate realizado en la UNAM y en otras instituciones científicas y de educación superior, como la Academia Mexicana de Ciencias, en los foros realizados en las universidades Autónoma Metropolitana, en la Autónoma de la Ciudad de México –desafortunadamente, y quizá por su falta de autonomía, los institutos Politécnico Nacional y Mexicano del Petróleo han tenido una participación muy discreta–, la declaración de Monterrey sobre un desarrollo nacional basado en el conocimiento, y el foro correspondiente, realizado en el Senado, tienen como denominador común la necesidad de fortalecer la educación, la investigación científica, tecnológica y la innovación propias para fortalecer la industria petrolera y garantizar la soberanía. Aquí hay un punto de convergencia para quienes quieran verlo.