Carlos Fernández-Vega
■ Felipe “el desmemoriado”
¿Qué sería de este heroico país si sus políticos pasaran del discurso a la práctica, del “compromiso” a los hechos, de la retórica a lo concreto, sobre todo en lo relativo a “mi inquebrantable voluntad…” de hacer algo, aunque finalmente no hagan nada? Sin duda, México miraría hacia abajo y le regalaría una sonrisa al primer mundo.
Pero, parafraseando a los clásicos, un político mexicano sin mentiras viviría en el error, como Felipe Calderón y dilectos amigos que le acompañan entenderán. En este sentido, por estos días todo el aparato de gobierno –el PAN como subsidiaria– se ha dedicado a descalificar ferozmente lo que apenas seis años atrás era, decían, una “norma moral” de los panistas y de quien entonces pastoreaba a las ovejas blanquiazules en la Cámara de Diputados, o lo que es lo mismo el actual inquilino de Los Pinos.
En entregas anteriores se documentó la no muy lejana insistencia panista en el ámbito parlamentario para que la Constitución se reformara en materia de democracia directa y participación ciudadana (plebiscito, referéndum e iniciativa popular, concretamente), pero a guisa de postre va una joya michoacana para consumir justo el día siguiente de la consulta petrolera en el Distrito Federal y otras entidades de la República, mientras los blanquiazules y jilgueros conexos se rasgan las vestiduras.
En abril (11) de 2002, el ovejero michoacano, junto con su rebaño, presentó una iniciativa de reforma constitucional “para el fortalecimiento de la democracia participativa, dentro de la reforma del Estado”, la cual, de entrada, subrayaba: “la clave de la legitimidad es la participación ciudadana… Ya no se habla de la democracia a secas, sino de la democracia participativa o de una democracia de participación popular. No es éste un problema semántico, ni una redundancia, ni unas palabras de moda, (porque) estamos frente a una nueva concepción de la democracia…”, concepto que terminó en el cesto de la basura no más llegar a Los Pinos, porque al final de cuentas él sería el objetivo a cuestionar.
Pero más allá de la amarga píldora que los blanquiazules tienen que tragar, van algunas perlas de la “exposición de motivos” que el “desmemoriado” Felipe, junto con su rebaño, presentó para fundamentar la citada iniciativa: “para el PAN la exigencia de una reforma del Estado no es una moda pasajera, sino un compromiso con el cual ha sido congruente en sus más de 60 años de vida democrática. Como prueba irrefutable de lo anterior constan (…) las innumerables iniciativas que con este propósito hemos presentado. Nuestro fundador Manuel Gómez Morín expresó en 1954 que ‘llevamos largos años viviendo en un ambiente cerrado, de restricciones, de monopolio, de estatismo, de temor, de desconfianza, de confusión. Necesitamos renovar este ambiente, abrir las puertas a la reforma y a la libertad, suscitar y encauzar responsablemente discrepancias enriquecedoras. Necesitamos, inclusive, correr los riesgos de nuevas experiencias, siempre que sean nuestras y de lo nuestro, orientadas a afirmarnos y no a debilitarnos ni a entregarnos. Necesitamos, en suma, proclamar nuestra mayoría de edad y adquirir la conciencia de lo que somos, de lo que poseemos y del riesgo de dejar de serlo, y de la responsabilidad de hacer frente a este riesgo’.
“Acción Nacional desde el 26 de diciembre de 1946, fecha en la que llegó al Congreso la primera diputación federal del PAN, presentó ante esta cámara una iniciativa de reformas al artículo 115 constitucional para proponer, entre otras innovaciones en la esfera de la vida pública local, la adopción en todos los municipios del país de la institución de referéndum por considerarla como institución mejoradora de la democracia municipal para lograr la mayor pureza y efectividad de la intervención de la comunidad de la vida pública del municipio… el PAN desde su origen en el transcurso de toda su historia ha pugnado por una auténtica reforma política, refiriéndose a la necesidad de adoptar las figura de referéndum y plebiscito.
“Reiteradamente y hasta nuestros días hemos insistido en reformas que fortalezcan la democracia participativa, por este motivo la presente iniciativa tiene como propósito favorecer el desarrollo de una auténtica democracia participativa que complemente los esfuerzos de mucho años por instaurar un régimen democrático en un Estado nacional y de derecho… La participación ciudadana en los procesos políticos, su influjo sobre los partidos o la búsqueda de la fortaleza de las instituciones no son particularidad exclusiva de ciertas sociedades. En todos los sistemas se están explorando y desarrollando esquemas e iniciativas que promueven la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones que afectan, tanto las instituciones democráticas, como su vida cotidiana.
“Se ha querido oponer la democracia participativa y la representativa, como modelos mutuamente excluyentes. Esta apreciación es errónea, ya que ambas se complementan y respetan la libertad y el pluralismo… La ampliación de los canales de participación y la creación de nuevos escenarios para que los ciudadanos intervengan activamente en la toma de las decisiones que los afectan le infunden mayor vigor a la democracia… El concepto de democracia participativa es más moderno y amplio que el de democracia directa. Abarca el traslado de los principios democráticos a esferas diferentes de la electoral; es una extensión del concepto de ciudadano y un replanteamiento de su papel en la vida nacional… A México le urge una nueva cultura política que lo haga capaz de enfrentar con honestidad y con valor nuestros conflictos y problemas… Necesitamos una auténtica cultura democrática que nos haga reconocer y dejar atrás la tan prolongada ‘crisis de ciudadanía’… (es necesario) incorporar la democracia participativa y las instituciones de la democracia semidirecta, dejando claro que la soberanía se ejercerá también mediante el ejercicio del referéndum y el plebiscito, con lo que se complementa ese matrimonio indisoluble que es la democracia representativa con la participativa…”.
Las rebanadas del pastel
Atentamente, el “desmemoriado” pastor, quien apenas seis años después ya no se acuerda y defiende exactamente lo contrario.