lunes, 7 de julio de 2008

México S.A.

Carlos Fernández-Vega

■ Legisladores condenan la ciencia y la tecnología del país

Quejábanse algunos senadores y diputados por la raquítica inversión en investigación y desarrollo tecnológico que reporta el país, la falta de coordinación en este renglón, el aniquilamiento por hambre de entidades públicas como el Instituto Mexicano del Petróleo y, en fin, el injustificable retraso que reporta la nación en estas actividades prioritarias, punta de lanza de cualquier intento por desarrollar económica y socialmente a este México estancado desde hace más de cinco lustros.

Reclamos de unos, protestas de otras (todas ellas en el marco del debate petrolero (específicamente en la mesa Tecnología e investigación científica en el campo petrolero, en la que el Conacyt no estuvo representado), pero dejando a un lado que, más allá de los gobiernos neoliberales, el Legislativo mucho ha tenido que ver en este lamentable resultado, producto de la inanición financiera a la que, con el voto mayoritario, han condenado a la ciencia y a la tecnología nacionales.

Año tras año los legisladores han dejado pasar miles de oportunidades para reivindicarse en este renglón, como en tantos otros, porque si bien el presupuesto federal lo arma y propone el inquilino de Los Pinos, son ellos quienes modifican y aprueban, de tal suerte que sus quejas tienen el pérfido olor de la justificación. Y en el atroz balance, sólo el equivalente a 0.36 por ciento del PIB se destina a investigación y desarrollo tecnológico.

Como documentamos en este espacio en días pasados, el gobierno federal (en los capítulos del “cambio” y el de la “continuidad”) ha otorgado alrededor de 14 mil millones de pesos en subsidios fiscales para que las empresas privadas, fundamentalmente las llamadas triple A, desarrollen tecnología para sus propios intereses, sin ninguna repercusión de interés nacional. En los últimos siete años el Instituto Mexicano del Petróleo, por citar un ejemplo, recibió unos 300 millones de dólares (43 por año) para investigación y desarrollo tecnológico (IDT); en igual lapso, de las arcas nacionales salieron mil 400 millones de dólares (200 anuales) para financiar a la iniciativa privada en este mismo renglón. Y hoy se quejan de que el IMP está al borde del sepulcro por inanición financiera.

A pesar de ello, algunos legisladores reclaman que el grueso de los dineros públicos destinados a IDT en el país se canaliza a nómina y gasto administrativo, de tal forma que lo realmente invertido en investigación y desarrollo de tecnología resulta verdaderamente ridículo. De hecho, uno de los legisladores ejemplificó con el propio IMP: “cuando uno revisa las estadísticas de su personal, 3 mil 383 son empleados y sólo 278 son investigadores; entonces hay que preguntarse qué es el instituto, ¿un centro público de investigación o una empresa de servicios?”.

En fin, menos quejas y más decisiones a favor del interés nacional. En vía de mientras, tres comentarios de la lectoría sobre el tema: “Trabajo para el sector público, pero lo he hecho para la industria privada (Motorola e Intel), por lo cual puedo hablar con conocimiento de causa sobre las diferencias de hacer investigación en los sectores público y privado. Hablando de ciencia y tecnología es necesario mencionar la perversidad del Sistema Nacional de Investigadores y de los medios de evaluación de la investigación en México, los cuales aparte de ‘pretender’ elevar la calidad de la investigación promueven la atomización del trabajo de investigación, con lo cual también se desalienta la posibilidad de crear tecnología y empresas mexicanas que pudieran acceder a apoyos financieros de Hacienda. El SNI ha promovido la calidad de los trabajos científicos mexicanos, pero nos ha alejado de la búsqueda de la solución a los problemas que frenan el desarrollo del país. Creo que tres son los ejes en los que debiéramos enfocar la investigación y el desarrollo tecnológico en el país: alimentos, agua y energía”. (Dr. Edmundo A. Gutiérrez, INAOE, Departamento de Electrónica, Puebla, México, edmundo@ inaoep.mx).

Va la segunda: “Los empresarios no tienen definida la palabra ética, o definitivamente la ignoran. El subsidio fiscal por IDT también es para pequeñas empresas, pero con trampas. Es decir, no desarrollan nada y hacen la exención. Soy químico y me dedico a las ventas técnicas de materia prima para la industria de alimentos. A principios de año (cuando se enteró de esta exención) el dueño quiso que yo firmara una carta donde aseguraba que yo hacia IDT y que le diera copia de mi cédula profesional. Me negué y le mandé decir que lo que yo hacía nada tenía que ver con IDT. Para mí no pasó de allí, pero sí metió el reclamo de exención con cartas de mis compañeros, que sí aceptaron mentir en beneficio del dueño. La empresa lo único que hace es comprar y revender bultos cerrados. Para complementar lo de la ética, la empresa para la que trabajo da servicio a otra empresa que es la que factura, obviamente para evadir impuestos”.

Tercera: los citados subsidios “constituyen un acto de simulación para decir que en México se impulsa la IDT. Nos lleva a pensar que en el fondo subyacen turbios negocios para los funcionarios que los autorizan. La IDT en un país es la plataforma para su verdadero desarrollo económico e independencia política. Así lo han entendido los gobiernos de China, India, Brasil, Cuba, Argentina, Venezuela, entre otros, y en consecuencia en su estructura gubernamental este renglón es una prioridad en su política de Estado, y por tal razón tienen rango de ministerio o secretaría, y no de simple consejo como en México (Conacyt). Por ello es necesario crear la Secretaría de Ciencia y Tecnología, como órgano principal del Estado mexicano. Bajo su jurisdicción deberán estar los institutos Mexicano del Petróleo, de Investigaciones Eléctricas y Nacional de Investigaciones Nucleares. También investigación y desarrollo en alimentos, pesca, aguas y medio ambiente, para lo cual deberán crearse los institutos correspondientes”. (Hugo Valencia L., huval2005@yahoo.com.mx).

Las rebanadas del pastel

Mi reiterado agradecimiento al Club de Periodistas de México, a Celeste Sáenz de Miera y al público participante en el foro del pasado viernes (incluida la indignada señora antitabaco) por su generosa recepción. Un abrazo.