martes, 1 de julio de 2008

Opinión de Pedro Miguel en La Jornada

Happy fraudday

En el mes que empieza mañana festejaremos dos aniversarios muy pegaditos: el segundo del fraude de 2006 y el vigésimo de la imposición de 1988. Distintos y semejantes, distantes pero concatenados; bebé el primero, y todo un veinteañero el segundo; agravios omnipresentes y lacerantes los dos, y generadores, ambos, de sendas caudas de catástrofes en la política, la economía y la sociedad.

Por supuesto el discurso institucional dice que tanto Carlos Salinas como Felipe Calderón llegaron a la Presidencia como resultado de la voluntad popular expresada en las urnas, pero ésos, en México, no son los únicos casos de discordancia entre la verdad jurídica y la verdad: ahí tienen a una Suprema Corte dedicada a la fabricación de inocentes (el góber precioso no conspiró para agredir a Lydia Cacho: fue una alucinación auditiva padecida de manera simultánea por millones de mexicanos), una procuraduría federal que se encarga de fabricar culpables (como el inocente Asier Arronategui, encarcelado durante tres años, extraditado a España y recientemente puesto en libertad sin haber sido sometido a juicio) y a una anciana de Zongolica, Ernestina Ascención Rosario, que no fue violada y asesinada por soldados, sino que murió a causa de una “gastritis mal atendida” (versión calderonesca) o de “desnutrición crónica” (versión soberanesca).

En ambas ocasiones el régimen político mexicano, pese a sus transmutaciones y disfraces de época, puso en práctica la misma directiva: “En caso de resultados electorales cerrados, evítese el recuento e impóngase en el cargo al candidato oficial”. En el habla coloquial moreliana, de facto se dice “haiga sido como haiga sido”, lo que constituye una vacuna para las impertinencias del antecesor hablantín que se aparece de cuando en cuando para recordarle al de turno que no fue electo sino heredero. Más considerado que Fox, De la Madrid, máximo responsable del chiquero electoral de 1988, esperó 17 años antes de admitir que el PRI había perdido los comicios de ese año (http://casampolde.googlepages.com/mmh.mov).

Los pleitos entre Salinas y Zedillo y entre Fox y Calderón fueron disgustos de familia y ya pasaron. El enemigo real del grupo gobernante fue, y sigue siendo, una sociedad que se resiste a ser expropiada, desarticulada, corrompida, convertida en mercancía, reducida a materia prima –y a campo de batalla, en el mejor de los casos– para los grandes combates entre las corporaciones del mundo. Si desean consultar un listado muy representativo de la familia, vean las crónicas de sociales del domingo pasado y lean los apellidos de quienes se dieron cita en la boda de una hija de Manlio Fabio Beltrones: el propio Salinas y su hermano ahora cómodo, Romero Deschamps, Carstens, Gamboa Patrón, Peña Nieto, Fernández de Cevallos, Medina Mora, Hank Rhon, Fidel Herrera, Raúl Salinas, Ortiz Martínez, Soberanes y González Parás, por ejemplo; personajes que han superado las pasiones partidistas, que se funden en abrazos de cuatro colores (rojo, verde, blanco y azul) y que garantizan, con su tolerancia y espíritu de unidad, la permanencia de un poder fáctico que nunca pierde, y que cuando pierde, arrebata.

De uno a otro espurio, y con los dos de en medio, el poder público ha logrado incrementar de manera soberbia los niveles nacionales de miseria, desigualdad, concentración de la riqueza, insalubridad, inseguridad, criminalidad, corrupción, desempleo, informalidad económica, desarticula- ción social y familiar, dependencia política, financiera, tecnológica y alimentaria.

Si Calderón tiene mayores dificultades para gobernar que su ancestro político, no es sólo porque sea menos listo: la culpa la tienen, sobre todo, las hordas de nacos insumisos que no entienden nada de nada de tecnicismos electorales ni de complejidades petroleras y que ahí siguen, sin embargo, tercos e irreductibles, defendiendo votos irrelevantes o montones de chapopote que nadie más que Repsol, Exxon y Texaco saben qué hacer con ellos. Pero no hay que exagerar los problemas ni ver el vaso medio vacío. En los días siguientes, querida oligarquía, tienes un par de aniversarios formidables para festejar: happy fraudday.